Retablo de la iglesia de san Miguel de Chodes (Zaragoza). Una magnífica obra de fray Manuel Bayeu.
Nos encontramos en la ribera del río Jalón, en la comarca de Valdejalón, a unos quince kilómetros de La Almunia de Doña Godina, capital de la comarca. Ya en el Fuero de Calatayud del año 1131 se cita la "Peña de Lodos", y cabe la posibilidad que ya existiera en el lugar tanto el castillo como un núcleo urbano denominado Chodes. Ya en el siglo XIV figuraba como propiedad de la familia Martínez de Luna, condes de Morata, habitándolo los agricultores que trabajaban para el conde de Morata, pero en muy malas condiciones.
En el año 1665 Francisco Sanz de Cortes y Borao, jurista zaragozano, compró a doña Ana Polonia Manrique de Luna, V condesa de Morata, todas sus heredades y títulos, entre las que se encontraba los lugares de Chodes y Morata de Jalón. En 1671, el ya marqués de Villaverde (título concedido por Carlos II en 1670), comenzó la construcción de su palacio en Morata y en 1677 de un puente para salvar el río Jalón, para poner en contacto Morata con un nuevo pueblo que tenía idea de erigir en la margen izquierda del río. Todas estas obras se las encargó al maestro de obras bearnés Juan de Marca. El lugar elegido para levantar el nuevo Chodes, que al principio se le llamó Villaredonda, fue en el término de Capurnos, en el Camino Real. Durante el transcurso de las obras se suscitaron profundas diferencias entre el albañil y el conde de Morata, diferencias que se arreglaron finalmente (ver el trabajo sobre la Plaza ochavada de Chodes): https://www.elviajedelalibelula.com/single-post/2018/08/04/La-plaza-ochavada-de-Chodes.
El conjunto urbanístico de Chodes tiene gran importancia en la arquitectura barroca aragonesa. Es el ejemplo de un plan perfectamente ordenado, representativo del urbanismo aragonés del siglo XVII. No se conoce otro ejemplo como éste; posteriormente si se construyó, entre 1792-97, la plaza vieja de toros de Tarazona, que pudo tener en Chodes un modelo a seguir. Su trazado está dentro de los nuevos proyectos urbanísticos iniciados en el Renacimiento y propagados en el siglo XVII.
La plaza tiene tres entradas y un cuarto hueco en el que se sitúa la iglesia, en el lado este de la plaza. Tiene una fachada muy estrecha adecuándose al hueco que se dejó una vez concluida la plaza, ya que la iglesia se hizo más tarde. No sabemos si también fue realizada por Juan de Marca.
Es un templo de planta de cruz latina, con una sola nave de tres tramos, falso crucero, cabecera recta, coro alto en los pies y capillas poco profundas que se abren en la nave.
La iglesia fue rehabilitada y pintada por la Escuela-taller del INEM “Damián Forment” con la colaboración de la Diputación Provincial de Zaragoza y del Fondo Europeo en el año 2001.
El retablo Mayor fue atribuido por Abbad Ríos al entorno de Pablo Raviella. En 2015, la Diputación Provincial de Zaragoza realizó una restauración del retablo, bajo la dirección de José Ignacio Calvo Ruata. La empresa encargada de la misma fue Huset, siendo la responsable la restauradora Christine Larsen. Los trabajos fueron financiados por la Diputación de Zaragoza (el 60%); por el Ayuntamiento de Chodes (20%) y por el Obispado de Tarazona (20%).
Tras las investigaciones se descubrió que el lienzo es posterior (siglo XVIII) a la mazonería del retablo, que es del siglo XVII (estudiado por Rebeca Carretero). Se desconoce el paradero y lo que había representado en el lienzo original que decoraba este retablo barroco.
San Miguel Arcángel derrotando a los demonios.
La autoría del lienzo restaurado fue documentada gracias al hallazgo en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, en donde se encuentra en depósito el archivo de los condes de Morata, de una anotación, realizada el 20 de marzo de 1772 por don Miguel López de Ansó, administrador del conde de Morata, en la que afirma el pago de 16 libras jaquesas “por pintar un quadro grande de San Miguel para el retablo mayor de la iglesia de Chodes” y el de 1 libra, 10 sueldos, y 12 dineros “por seis varas de lienzo crudo de Flandes para dicho quadro”. Ese mismo día el procurador de la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes de Sariñena, don Miguel Ribera, extendió un recibo por esa misma cantidad por “el quadro que pintó el hermano Manuel Bayeu”. Este documento nos demuestra que el lienzo de San Miguel fue realizado por fray Manuel Bayeu, el hermano pequeño de los Bayeu, y cuñado de Francisco de Goya, residente en esa época en la Cartuja de las Fuentes.
Autorretrato de fray Manuel Bayeu Subías, circa. 1770. Museo de las Culturas del Vino de Cataluña. Vilafranca del Penedés (Barcelona).
Manuel Bayeu, fue el quinto de los nueve hijos que tuvo el matrimonio formado por Ramón Bayeu Fanlo, natural de Bielsa (Huesca), maestro lancetero; y María Subías Domínguez, de Zaragoza. Sus padres murieron jóvenes, haciéndose cargo de la familia el hermano mayor, Francisco, también pintor, que llegó a convertirse en uno de los pintores más prestigiosos de la Corte en el siglo XVIII. Manuel realizó su formación en la casa de los escultores Ramírez de Arellano, y posteriormente a cargo del maestro José Luzán, pintor que en su estancia en Nápoles en 1735 conoció las nuevas tendencias rococó y del barroco clasicista académico; y a partir de 1754 junto a su hermano Francisco, con quien estuvo muy unido hasta su fallecimiento. En el año 1760 ingresó en la Cartuja de las Fuentes, pese a ello estuvo al tanto de las tendencias pictóricas de la época, gracias a sus dos hermanos pintores, Ramón y Francisco; a su cuñado, el genial Francisco de Goya, que le enviaban bocetos y dibujos; y a su gran amistad con el rico comerciante zaragozano Martín Zapater, con quien mantenía frecuente correspondencia. En la pintura encontró la plasmación de su sentimiento religioso. La mayor parte de su obra se conserva en la Cartuja de las Fuentes, pero también trabajó para particulares y otras entidades eclesiásticas. Se desconoce la fecha exacta de su fallecimiento, se cree que fue hacia 1809, para algunos en Zaragoza y para otros en la misma Cartuja de las Fuentes.
La obra que hoy vamos a comentar, fue encargada al cartujo-pintor para la iglesia del lugar de Chodes; propiedad, como hemos comentado, del Conde de Morata. En ella Bayeu ha representado el pasaje donde la tradición cristiana dice que el arcángel Miguel fue enviado por Dios para luchar contra Satanás y los ángeles rebeldes. El santo arcángel está de pie con sus alas extendidas (siguiendo el prototipo realizado por el italiano Guido Reni en el siglo XVII), en acusado escorzo, ataviado a la romana. LLeva camisa blanca con abullonadas mangas, sobre la que porta coraza de cuero de color azul, cuya plasmación de la anatomía convierte a la coraza en una segunda piel; el cuello va decorado una tira dorada cuyo centro lo ocupa una cabeza de angelito con las alas desplegadas. Lleva también una faldilla plisada y sobre ella el pteriges o tiras de cuero de color rojizo que se agitan por el movimiento del ángel. Porta también sandalias atadas con correas de ricas telas. El ángel está blandiendo con su mano derecha una gran espada; mientras con la izquierda sujeta un gran escudo, pisoteando a los demonios que se retuercen a sus pies y a los que está atacando. El arcángel está rodeado de "mofletudos" ángelotes que portan cruces y símbolos. Todo el conjunto presenta una escena teatral llena de acción y de triunfo.
El color azul es típico en la representación de este arcángel, que no solo simboliza la virginidad y la pureza, sino que este color está asociado además, a la inteligencia y al conocimiento; el azul representa lo divino y hace alusión a los valores más elevados.
La obra fue realizada en su época de madurez, en ella destaca su excelente dibujo, teniendo muy presente la forma de pintar de su hermano Francisco Bayeu, así como la influencia de pintores como José Luzán, Antonio González Velázquez, entre otros.
El colorido está inmerso en el barroco con toques rococós. Son colores llamativos, azules, bermellones, verdes y naranjas propios del barroco tardío.
El arcángel San Miguel es considerado como el ángel más venerado en las Sagradas Escrituras, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El tema que vemos en esta obra está tomado del Apocalipsis (12-7-9 y 12-7-12), en donde nos relata la lucha entre el arcángel y el demonio; el triunfo del Bien sobre el Mal: "Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles, pero fueron vencidos y expulsados del cielo. Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles”.
Su importancia fue tal que es un personaje importantisimo para el judaísmo, el cristianismo y el Islam: Para el pueblo hebreo es su Protector; para el cristianismo, su Defensor; y en el mundo musulmán, Miguel es uno de los tres ángeles que se aparecieron a Ibrahim para anunciar el nacimiento de Isaac y Jacob.
Para los cristianos es el “Ángel del Señor”, su representante y el defensor, el “jefe de la milicia celestial”, por ese motivo es representado con armadura. Desde los primitivos cristianos se le venera como el Arcángel que derrotó a Satanás y a sus ángeles seguidores en la gran batalla que se produjo en el Cielo, en la que Miguel demostró su fortaleza y fidelidad ante Dios, lo cual inspiró valentía al resto de ángeles que se mantuvieron fieles al Señor, y al grito de ¡Quién como Dios!, echaron a Lucifer y su ejercito de tinieblas de los cielos.
La historia de san Miguel luchando contra Satanás y los ángeles rebeldes, fue un tema que la Contrarreforma estableció durante el siglo XVII, ya que el triunfo del arcángel sobre el demonio era como hacer patente el triunfo de la Iglesia católica sobre los protestantes. Esta iconografía, a partir de entonces, fue representada en numerosas ocasiones.
El rostro del ángel es hermoso, sus rubios cabellos se arremolinan alrededor de su cabeza, sujetos con una cinta azul en cuyo centro se alza una pequeña cruz. Su rostro refleja paz y serenidad, no expresa la derrota que está infligiendo al enemigo; en clara oposición de los gesticulantes personajes demoníacos que se retuercen a sus pies.
Para enfatizar el dramatismo del momento, la vistosa capa rosada que cubre al santo y el faldellín ondean al viento, como si hubiera descendido desde el cielo. Podemos ver también el escudo, con la inscripción: Q.S.U.D.: Quis ut Deus o ¿Quién como Dios?, palabras que dicen que pronunció el santo arcángel en la batalla celestial.
Detalle de las grebas, en este caso tiras de tela enrolladas, que cubren sus piernas, clara recreación de lo que era en realidad este tipo de calzado.
Los demonios o ángeles rebeldes son representados con forma humana, aunque con cuernos que salen de sus cabezas. Seres desagradables, intentando defenderse del ataque del arcángel; presentando en sus musculosos cuerpos las heridas infringidas por la espada del arcángel.
Destacan los desnudos de los demonios por su robustez. Son cuerpos hipermusculados y llenos de dramatismo y tensión, mostrando en sus músculos la fuerza que están ejerciendo para liberarse del ataque del Arcángel.
Hasta aquí este pequeño estudio sobre una de las obras que con fortuna ha podido ser atribuida a su verdadero artífice, fray Manuel Bayeu Subías, un artista de primer nivel en la pintura aragonesa del siglo XVIII. Al que sin duda hay que reivindicar.
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