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El Cristo de los Artistas. Juan de Anchieta. Iglesia de Nuestra Señora de Gracia. Zaragoza.


El Hospital de Convalecientes fue fundado por el arzobispo don Diego de Castrillo en 1683, para atender a los enfermos en periodo de recuperación, que habían estado anteriormente en el de Nuestra Señora de Gracia (destruido en la Guerra de la Independencia y situado en la actual Plaza de España). El de Convalecientes se construyó muy cerca de la antigua Puerta Baltax (Puerta del Carmen), y de los desaparecidos conventos de Nuestra Señora del Carmen y convento de san Ildefonso (hoy iglesia de Santiago), en el llamado barrio de la Morería.


En el año 1686 don Diego de Castrillo falleció, donando todos sus bienes para ampliar y mantener este Hospital de Convalecientes. Fue el momento, entre 1685-1692, en el que se erigió su iglesia. Se trata de una pequeña iglesia dedicada a la Virgen de Gracia, único resto que se conserva del antiguo hospital de Convalecientes, junto con los edificios situados a la derecha de la portada principal del templo, todos realizados en ladrillo cara vista de gran sobriedad. El Hospital que hoy podemos contemplar es el resultado de la remodelación y ampliación llevada a cabo en 1864 por el arquitecto Juan Antonio Atienza; y de la restauración total llevada a cabo, en 1982, por el arquitecto Regino Borobio.

En la portada, en la parte inferior de la escultura de Nuestra Señora de Gracia, podemos ver el escudo del mecenas del edificio: el arzobispo Diego de Castrillo.

En cuanto a la iglesia se trata de un templo con planta de cruz griega, en cuyo centro se eleva una gran cúpula elíptica, sustentada por fuertes machones, en los que vemos pechinas decoradas con relieves en estuco policromado, bajo los cuales se abren celosías de madera y grandes lienzos pintados.


Destaca el retablo mayor, realizado por el pintor aragonés José Luzán, hacia 1770-1775, dedicado a la Virgen como Salud de los enfermos. En cada uno de los machones que sustentan la cúpula central, podemos ver cuatro lienzos con marcos rococó, fechables a finales del siglo XVIII. Cada uno de estos lienzos fue comprado por Diego Castrillo en Roma, cuando era auditor del Tribunal de La Rota. Son obra del pintor Giacinto Brandi (1670-1675).


Vista del presbiterio y el brazo izquierdo del transepto, cubiertos con bóvedas con lunetos.

En el brazo izquierdo del transepto, a la derecha de la puerta que comunica el templo con el Hospital Provincial, podemos admirar esta preciosa talla: conocida como “el Cristo de los artistas”, magnífica obra atribuida por el profesor Arturo Ansón al escultor Juan de Anchieta, hacia 1570-72.

La costumbre de llamarlo “Cristo de los Artistas” se inició en el año 1935 cuando los integrantes de la Sociedad Pictórica “Estudio Goya”, que por aquel entonces realizaban Exposiciones colectivas en Zaragoza (estas exposiciones anuales se realizaron desde el año 1932 hasta 1976), pensaron en celebrar el día del artista el domingo más próximo al 16 de abril, aniversario de la muerte de Francisco de Goya. En ese día se reunían para estrechar lazos profesionales y de amistad, así como para hablar de arte y honrar la memoria de los artistas fallecidos, celebrándose una misa ante la talla del Cristo de la iglesia del Hospital Provincial, al que bautizaron como el “Cristo de los Artistas”. Hoy en día, si no me equivoco, se celebra el día 23 de abril, día de San Jorge.

Juan de Anchieta fue un escultor nacido en Azpeitia hacia 1538-40, y es considerado uno de los más importantes representantes del manierismo romanista o miguelangelesco del Norte de la Península. Su vida profesional transcurrió por todo el norte de España: Castilla, Aragón, País Vasco, La Rioja y Navarra, muriendo en Pamplona el 30 de noviembre de 1588.


Una de las primeras obras en las que posiblemente participó fue en el retablo mayor de la catedral de Astorga (León) que hacia 1558 estaba realizando el maestro Gaspar Becerra, obra importantísima para la implantación de la corriente romanista en la Península, ya que Becerra fue el impulsor del nuevo estilo de arte basado en lo que se hacía en la Roma de la época y en concreto en la obra de Miguel Ángel.


Pero documentalmente, la primera vez que aparece el nombre de Anchieta fue en 1565, aun viviendo en Valladolid, en donde trabajó en el taller del gran escultor vallisoletano Juan de Juní. Éste último comentó en su testamento de 1577 que era la persona idónea para continuar el retablo de Santa María de Medina de Rioseco que Juní había contratado y que no podía finalizar debido a su enfermedad: “No ay otra persona ninguna del dicho arte de quien se pueda fiar dicha obra (refiriéndose al retablo de Rioseco) sino es del dicho Juan de Anchieta, escultor residente en Vizcaya que es persona muy perita, hábil y suficiente y de los más esperitos que ay en todo este reyno de Castilla”. Su estancia en tierras vallisoletanas va desde 1551 a 1569, con los paréntesis del retablo de la catedral de Astorga y el de Santa Clara de Briviesca.


La época de plenitud de Anchieta tiene lugar entre 1570 a 1580, momento en que abandona Valladolid para atender los numerosos encargos en Aragón, País Vasco y Navarra, sin olvidar Castilla, con varias obras en tierras burgalesas.


En Zaragoza aparece siendo ya un maestro afamado, para realizar el retablo de san Miguel de la capilla Zaporta en la catedral del Salvador hacia 1570, abandonando la ciudad en 1572. Este crucificado lo realizó durante esta estancia en la ciudad, aunque se desconoce totalmente su procedencia.


Anchieta es escultor de Crucificados (entre ellos el de la catedral de Pamplona, el de la capilla de san Miguel de La Seo zargozana, el santo Cristo de Santa María de Tafalla…), y puede considerarse como especialista en esta iconografía. En total realizó más o menos una docena de Cristos en la Cruz. Estamos ante un Cristo tallado en madera a escala natural.


En el Cristo del Hospital, Anchieta representa a Jesús ya fallecido, clavado con tres clavos, y presentando un desnudo clásico de gran realismo, pero algo idealizado. El cuerpo está arqueado y separado de la cruz, con los brazos siguiendo el característico balanceo manierista de la época. Su cabeza se inclina hacia el lado contrario que flexiona las rodillas. Éstas, están tratadas con gran corrección, al igual que los pies.


Es una obra de perfecta armonía y magnífica ejecución, en la que se refleja la influencia del “romanismo miguelanguelesco”. Tanto el torso, los brazos como las piernas muestran un profundo conocimiento anatómico. Representando el vientre hundido, el hombro izquierdo ligeramente adelantado, tal y como estaría un cuerpo inerte clavado en una cruz.


Cristo se representa ya muerto, con la cabeza caída sobre el hombro derecho. En él, Anchieta, muestra la diferencia existente entre los crucificados de Juan de Juní, su maestro, llenos de crispación, con los realizados por su mano, que muestran una serenidad clásica, así como un mayor respeto a las proporciones clásicas del cuerpo humano.


En líneas generales, el cuerpo es de complexión atlética, siguiendo los modelos clásicos, quedando bien delimitados los músculos, tendones, pectorales y las costillas.


En esta obra el escultor, como hemos comentado, muestra sus conocimientos de anatomía, que hace pensar que conocía obras como: De humani corporis fabrica libri septem (De la estructura del cuerpo humano en siete libros), escrita por Andrea Vesalio en 1543, o De humani corporis fabrica (Sobre la composición del cuerpo humano), escrita por Juan Valverde de Hamusco y publicada en Roma en 1556 con grabados de Nicolas Béatrizet sobre dibujos de Gaspar Becerra.


El escultor no se ha excedido en un realismo extremo, ya que no ha representado el sufrimiento de Jesús con demasiada crudeza, sino de manera muy somera, sin contorsiones de dolor ni crispación. Ha representado las yagas de sus manos, de sus pies, de su costado y las gotas de sangre que le ha provocado la corona de espinas, pero sin recrearse en lo cruento. El paño de pureza le cruza diagonalmente el cuerpo, con pliegues profundos y recogido en la cadera derecha.


Su cabeza es magnífica, caída hacia adelante, con la corona de espinas labrada en el mismo bloque de madera, junto con la ensortijada cabellera, de la que escapa un mechón y cae hacia adelante. Su rostro es sereno, alusivo a su naturaleza divina, mientras su cuerpo presenta las huellas de su naturaleza humana, tras el padecimiento sufrido. Su cara se cubre con una barba terminada en dos puntas. Todo contribuye a expresar el “hondo sentimiento religioso que emana de la escultura”.

El escultor no se ha excedido en un realismo extremo, ya que no ha representado el sufrimiento de Jesús con demasiada crudeza, sino de manera muy somera, sin contorsiones de dolor ni crispación. Ha representado las yagas de sus manos, de sus pies, de su costado y las gotas de sangre que le ha provocado la corona de espinas, pero sin recrearse en el dolor. El paño de pureza le cruza diagonalmente el cuerpo, con pliegues profundos.


Los pies de Cristo están clavados con un solo clavo. El dedo gordo está separado del resto de los dedos, representando la reacción muscular ante la perforación del clavo y la afectación de los tendones.



Hasta aquí el pequeño estudio sobre este Crucificado al que muchos tienen devoción, realizado por uno de los grandes imagineros del siglo XVI, cuyos restos reposaban en el claustro de la catedral de Pamplona, cerca del Santo Cristo de la Barbazana que inmortaliza su nombre. De su lápida y epitafio nos da noticia el erudito ilustrado Ceán Bermúdez: “Aquí yace Anchieta que sus obras no alabó ni las de otros despreció”.



Espero que os haya gustado y sobre todo que visitéis esta preciosa iglesia, tan desconocida para muchos zaragozanos y visitantes.

Hasta el próximo vuelo.




BIBLIOGRAFÍA:


-GARCÍA GAINZA, Mª Concepción: DOLOR Y AMOR: LAS IMÁGENES DEL CRISTO DE ANCHIETA Y LA DOLOROSA DE NOBAS. El Santo Cristo de la Catedral de Pamplona. Una de las imágenes de devoción de la Catedral de Santa María la Real.


-GARCÍA GAINZA, Mª Concepción: El escultor Juan de Anchieta en su cuarto centenario (1588-1988): file:///C:/Users/Lupe/Downloads/RPVIANAnro-0185-pagina0443.pdf


-TORANZO VASALLO, Luis: Juan de Anchieta, aprendiz y oficial de escultura en Castilla (1551-1571), Valladolid, Universidad de Valladolid, 2012.


- CAMÓN AZNAR, J: El escultor Juan de Anchieta. Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1943.


- SAN VICENTE PINO, A.: La capilla de San Miguel del Patronato Zaporta en la Seo de Zaragoza A.E.A. (1963), pp 98-118.


-Guía Histórico-Artística de Zaragoza, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico»-Ayto. de Zaragoza, 2008, 4ª ed.


-Domus Pvcelae.blogspot.com.

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