Retablo mayor de la catedral de san Salvador. Zaragoza.
- Guadalupe Ferrández Sancho
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La catedral de san Salvador o La Seo, está situada a orillas del Ebro, cerrando la emblemática Plaza de las Catedrales por su costado oriental. Estamos ante una magnífica construcción que a veces pasa desapercibida para los visitantes de la ciudad.
El obispo zaragozano Pedro Torroja, inició entre 1153 y 1184 la nueva catedral, la de San Salvador, construida en el mismo lugar que ocupaba la antigua mezquita (anteriormente foro romano), después de la conquista de Alfonso el Batallador en 1118 de Zaragoza.

Tras la conquista de la ciudad por Alfonso I, comenzó una larga historia constructiva en la que el templo se fue configurando. Entre los siglos XII-XIV se construyó un templo románico de tres naves con crucero y ábsides semicirculares (se conservan dos). La actual catedral gótica se inició en 1313, con tres ábsides, una nave central y dos laterales de menor altura.
La Seo tuvo un gran papel en la historia de la ciudad y de Aragón, en ella los reyes de Aragón eran ungidos, coronados y juraban los fueros, un lugar sagrado, a lo largo de los tiempos. Este templo reúne diversos estilos artísticos desde el siglo XII al siglo XVIII: románico, gótico, zagrí, mudéjar, renacimiento y barroco, que se funden en perfecta armonía.

En el arzobispado de don Pedro López de Luna (1317-1345) se erigió como sede arzobispal (1318), motivo que impulsó la ampliación del edificio, transformando el templo románico en una catedral gótica, de tres naves y bóvedas de arista.
En el siglo XVI fue ampliada de nuevo, gracias al arzobispo don Alonso II de Aragón, quedando una iglesia de cinco naves de idéntica altura, de seis tramos, cubiertas con bóvedas de crucería estrellada sustentadas por pilares fasciculados coronados por capiteles con tracería vegetal.
En el centro del crucero encontramos el cimborrio, realizado entre 1505-1520. El cimborrio de la catedral ha sufrido diversas remodelaciones. El primero fue edificado en en 1376 por Juan de Barbastro y Domingo Serrano. Al amenazar ruina, entre 1403-1405 el Papa Luna encargó un nuevo cimborrio, decorado por Mahoma Ramí. Pero nuevamente el cimborrio estaba en un estado lamentable, motivo por el cual entre 1505-1520 se erigió el tercer cimborrio, que es el que vemos en la actualidad, siendo dirigidas las obras por Juan de Botero. En el interior se sostiene mediante trompas y nervaduras entrecruzadas formando una estrella de ocho puntas que envuelven la linterna central.
Entre todas las joyas que se conserva en su interior sobresale su retablo mayor, considerada como una de las obras más importantes de la escultura gótica europea. Lo encontramos en el centro del actual templo, en la capilla mayor, de profundo presbiterio, cubierta con suntuosas bóvedas nervadas.
Este magnífico retablo fue el resultado del mecenazgo de tres arzobispos que ocuparon la sede zaragozana: Dalmau de Mur (1431-1456), Juan I de Aragón (1458-1475), y Alonso de Aragón (1478-1520), hijo natural del rey Fernando el Católico. En palabras del viajero alemán Jerónimo Münzer (1494-1495): "Tiene esta iglesia un altísimo y ancho retablo decorado de abajo arriba con muy buenas imágenes, talladas en blanquísimo alabastro, doradas allí donde conviene. No hay en toda España retablo de alabastro más precioso. Fue comenzado por cierto alemán de Flandes, a quien, una vez muerto, sucedió otro alemán de Gmunda, en Suabia, que fue el que la terminó".

Retablo mayor
Se inició en 1434, fecha en la que el arzobispo Dalmau de Mur y Cervellón (1431-1456), gran mecenas del arte, que anteriormente había ocupado las sedes de Gerona y Tarragona, contrató al escultor nacido en Vallfogona, Pere Johan (con el que había tenido relación en las obras de la catedral de Tarragona), para realizar un retablo en alabastro para el altar mayor de la catedral gótico-mudéjar de Zaragoza. El "proyecto inicial comprendía un sotabanco y bancho realizados en piedra de alabastro policromada y un cuerpo de tres calles con escenas talladas en madera, separadas por entrecalles, también de alabastro, terminadas en pináculos y dos puertas de madera que se mantendrían abiertas en las grandes fiestas del calendario litúrgico". La primera fase, que comprendía el sotabanco y el banco, se terminó en 1440, iniciándose una segunda, en la que se talló las escenas del cuerpo principal en madera.
En 1445 Pere Johan se ausentó de Zaragoza, es el momento en el que entre 1457 y 1459 otro escultor catalán, Francí Gomar, que estaba realizando en la catedral la sillería del coro, esculpió algunas partes del retablo, ubicadas en las entrecalles del cuerpo del retablo.

Pere Johan, realizó el elevado basamento, en alabastro policromado de Gelsa, subdividido horizontalmente en sotabanco y banco. Ambos ya estaban terminados en 1440. En el sotabanco, encontramos los escudos del arzobispo Dalmau de Mur (de gules con muro de oro de cinco almenas), y del cabildo (el Agnus Dei coronado por una cruz), sostenidos por ángeles mancebos de sonriente rostro.
En el banco se tallaron cuatro relieves con escenas de santos aragoneses, bajo las cuales se colocaron filacterias con textos identificativos; y tres hornacinas para albergar los bustos relicarios de plata y esmalte de san Vicente, san Valero y san Lorenzo, regalados por Benedicto XIII, el Papa Luna, que los envió desde Aviñón en 1405.
Los cuatro bustos de los evangelistas, identificados por sus símbolos, reposan sobre ménsulas adosadas a los pináculos de separación de cada escena del banco, y un fondo vegetal con animales se observa en jambas y enjutas de las dos puertas que se abren en los laterales, delante de las cuales hoy podemos ver las esculturas de san Valero y san Vicente. Estas puertas bajas, que daban acceso a una pequeña sacristía situada en el ábside, se repetirán en los grandes retablos góticos del siglo XVI.
En esta primera fase son característicos las amplias vestimentas, y gruesas telas con efectos de claroscuro.

En el banco, como ya hemos mencionado, representó cuatro relieves con escenas de santos aragoneses: el martirio de san Lorenzo en la parrilla; la recepción de la cabeza de san Valero en La Seo procedente de la catedral de Roda de Isábena en 1170, y la milagrosa curación de la endemoniada.

Se representa a san Valero y a san Vicente interrogados por el prefecto romano Daciano, con una posible vista de la ciudad de Valencia; y la "invención" del cuerpo de san Vicente arrojado a un muladar en las afueras de Valencia, y adorado por animales salvajes.
También el maestro Pere Johan realizó un bellísimo marco de alabastro que encuadraba al Padre Eterno en actitud de bendecir, centro de la escena principal. Juan de Aragón, arzobispo entre 1458 y 1475, retiró esta imagen —expuesta en el Museo Nacional de Arte de Cataluña— para transformar el hueco, en óculo expositor, en marzo de 1473. Así mismo, talló en madera tres grandes composiciones centrales, que se perdieron con el tiempo. Los pináculos que coronaban el retablo los realizó en madera en 1457, el maestro Francí Gomar, como ya hemos comentado.

El anterior cuerpo principal lo inició Pere Johan, en madera, en 1440, terminándolo en diciembre de 1445.
A la muerte de Dalmau de Mur en 1456, le sucedió al frente de la diócesis, don Juan I de Aragón (1458-1475), hijo natural de rey Juan II, quien prosiguió como mecenas del templo. En 1467, contrató al maestro escultor de origen alemán Ans Piet Danso o Dantzer (Hans de Suabia) para que sustituyera las tres escenas principales del retablo que Pere Johan había realizado en madera, pero esta vez encargó que el escultor alemán las realizara en alabastro. El retablo se dedicó al Salvador en su Epifanía, advocación de la catedral, entre la Transfiguración y la Ascensión. También firmó una capitulación para hacer la parte superior con grandes doseletes góticos.
En ello trabajará el maestro alemán hasta su muerte en 1478, cobrando por cada una de ellas ciento cincuenta florines.

La escena principal es la central, que representa a la Epifanía, la de la izquierda nos presenta la Transfiguración, y la de la derecha la Ascensión. Estos tres paneles, tallados por Hans de Suabia y que sustituyeron a los de madera, destacan por su grandiosidad y su gran calidad técnica. Son obras naturalistas con tipos de claro carácter germánico. La más cuidada es la central, dedicada a la Epifanía, advocación de la catedral. Esta escena emplea una estampa como modelo compositivo y gozó de gran popularidad entre la población aragonesa del siglo XV. Las otras escenas, dedicadas a la Transfiguración y a la Ascensión, son casi simétricas. Estilísticamente "resultan muy decorativas por su profundo naturalismo de carácter septentrional europeo".
En los frentes de los pilares, sobre las ménsulas que esculpiera Pere Johan se colocaron las imágenes de bulto de santa Tecla, san Pedro, san Pablo, santa Catalina de Alejandría, san Agustín, san Juan Bautista, Santiago y san Ambrosio. También aparecen figuras más pequeñas de otros santos: san Miguel Arcángel, san Jorge, san Sebastián, san Juan Evangelista, san Esteban...; y el grupo de la Anunciación en el doselete central.
Estilísticamente se aprecian las diferentes manos de los escultores que tomaron parte de su construcción, unos más en consonancia con el gótico, como en el caso de Hans; y otros, como Morlanes, más hacia la transición renacentista.

La Epifanía es la representación de los tres Reyes Magos en el momento de adorar al Niño en Belén y ofrecerle sus regalos. Es uno de los episodios más reproducido en el Ciclo de la Infancia de Cristo, porque en él se simboliza la idea de salvación para toda la humanidad, plasmada por los tres reyes que llegan a adorar al Niño desde lejanos lugares.
En la Adoración de los Magos se sigue el relato del Evangelio de San Mateo: “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”. Evangelio de Mateo (2, 11), versión Reina-Valera, 1960.
La acción se desarrolla dentro de un edificio suntuoso con elementos arquitectónicos clásicos y medievales. A la izquierda y en la parte superior aparecen los Reyes Magos, acompañados de su séquito (con camellos que más bien parecen caballos con el cuello alargado, detalle que pone en evidencia el escaso conocimiento de estos animales para el escultor), así como los pastores, con su rebaño, en el ángulo superior derecho; mientras en la parte inferior derecha, y bajo un porche, donde se observa la dorada estrella de Oriente, se sitúa la Sagrada Familia, el Niño sedente en el regazo de su madre, mientras el rey Melchor, ricamente vestido, le besa los pies. "Destaca el especial sentido del espacio peculiar de la perspectiva, donde indica que lo lejano está arriba, y ahí coloca la aldea formada por casas y una torre fortificada, sobre rocas, un pastor y animales. Esta escena evangélica está tratada con la iconografía habitual en las obras flamencas y borgoñonas".
En la iconografía se evidencia la utilización de una estampa como modelo compositivo. Cada uno de los reyes se ha representado de diferente edad: Melchor, anciano; Gaspar: adulto; y Baltasar, joven y de raza blanca (no es hasta el siglo XVI cuando se popularizó la presencia de un rey negro en las Epifanías).
Sobre la escena de la Epifanía se sitúa el sagrario-expositor sobre el que cuelgan unas cortinas que sostienen seis ángeles mancebos.

Detalle de la Epifanía
"El niño con cara sonriente indica con el dedo índice la medalla que sujeta en la mano izquierda para llamar la atención ya que en ella aparece la efigie del rey de Aragón, Juan II a la que se conocía como un «juanín»", a la derecha san José, serio y contemplando la escena, tras ellos asoman el buey y el asno.

En la parte superior de la Epifanía se sustituyó el original marco con el Padre Eterno, realizado por el maestro Pere Johan, en tiempos del arzobispo Juan de Aragón, por un óculo expositor, realizado por el escultor natural de Daroca, Gil Morlanes el Viejo, durante los años 1487-1488.
El retablo expositor tuvo gran éxito en Aragón, desde su utilización en este retablo, alcanzando su esplendor en el siglo siguiente. En realidad se desconoce si su uso se debió a un privilegio otorgado por el Papa Luna a los templos aragoneses, o simplemente se puso de moda la utilización de un uso litúrgico para custodiar y exponer al Santísimo. En la parte trasera existía una pequeña cámara donde se custodiaba el sagrario.

En el lateral izquierdo: la Transfiguración, que al igual que la escena principal, está dividida en dos niveles, el celestial en la parte superior con Jesucristo entre Moisés y Elías, que se apoyan en unas nubes; y en la parte inferior, San Pedro, San Juan y Santiago en el monte Tabor, que elevan sus miradas hacia lo alto.
Tanto en esta escena como en la de la Ascensión sorprende la expresividad en las fisonomías de los personajes representados.

Este episodio es uno de los cinco principales en la vida de Jesús, junto al bautismo, la transfiguración, la crucifixión y la resurrección.
La imagen se divide en dos partes, la terrenal, situada en el Monte de los Olivos, cerca de Jerusalén. Sobre el monte están situados María y los apóstoles, que con sus gestos expresan su sorpresa ante el hecho que están contemplando. Dirigen sus miradas hacia lo alto en donde se puede ver los pies de Jesús que está ascendiendo a los cielos, flanqueado por dos ángeles con filacterias.

La inesperada muerte de Hans de Suabia motivó que el arzobispo Alonso de Aragón (1478-1520), contratara a uno de sus discípulos, Gil Morlanes el Viejo, para realizar las figuras del guardapolvo. Este mismo maestro, también fue el encargado, junto con el escultor Megas, tras un incendio fortuito en 1481 (debido a un descuido de un ministro que "dexo una candela encendida"), de restaurarlo, ayudado por los afamados pintores de retablos Bartolomé Bermejo, Miguel y Bartolomé Vallés, Martín Bernat y Miguel Jiménez.
En el guardapolvo figuran las armas de los benefactores del retablo, portadas por ángeles: la de los tres mencionados arzobispos, las del Cabildo metropolitano y el escudo del Papa Luna, en la zona superior central. El guardapolvo se decora con motivos vegetales y animales, con ángeles, erguidos y sedentes, como hemos mencionado portando las armas de los arzobispos zaragozanos que contribuyeron a su construcción, y las del cabildo catedralicio.
El retablo mayor de La Seo sirvió de modelo a numerosos retablos posteriores.
Hasta aquí nuestro vuelo por la catedral de san Salvador, un templo que hay que visitar para deleitarnos con su historia y su belleza. Espero qué os haya gustado. Hasta el próximo vuelo.
BIBLIOGRAFÍA:
-LACARRA DUCAY, Mª Carmen: el retablo mayor de La Seo de Zaragoza, Zaragoza, Excma. Diputación General de Aragón, 1999.
- MORTE, Carmen: https://ge-iic.com/files/RetablosValencia/C_Morte.pdf
- DÍAZ DÍAZ, Teresa: Las emociones plasmadas en el retablo mayor de La Seo de Zaragoza: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/8642644.pdf
- MÜNZER, J., Viaje por España y Portugal (1494 y 1495), Madrid 1991.
- VV.AA.: Guía histórico-artística de Zaragoza. Zaragoza, Excmo. Ayuntamiento, 2008.
- VV.AA.: las catedrales de Aragón, Zaragoza, CAI, 1987.
-VV.AA.: La Seo de Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1998.
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