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La Esperanza del Grito.


SIEMPRE callada para no molestar. SIEMPRE cabizbaja para no observar. SIEMPRE sonriendo para no llorar.

Llora sentada en su silla de triste anea frente a una triste ventana color verde manzana.

Un triste horizonte. Esperando, esperando. En silencio, en silencio.

En silencio se levanta y arroja la silla con ira, al suelo triste y solitario.

Triste y solitario como su rostro.

Como su pelo. Como su aliento. Como su sexo. Como su boca.

Esa boca que en la fría mañana abrió de par en par, con las mandíbulas tensas y los ojos desorbitados, clavando sus uñas en las palmas de las manos, sangrando lágrimas de impotencia y desesperación.

Con desesperación y con una nueva energía empujó la ventana verde manzana y GRITÓ.

GRITÓ su tristeza. GRITÓ su soledad. GRITÓ su locura.

Pero sobre todo GRITÓ su esperanza de convertir su triste GRITO en una carcajada de felicidad.

NUNCA más callada. NUNCA más cabizbaja. NUNCA más el miedo. NUNCA más el silencio.

Ni la triste locura ni la soledad.

Fotografía: image.

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