Parque Natural del Monasterio de Piedra. Nuévalos (Zaragoza). El Monasterio del Agua.
Nuévalos, localidad situada en la Comarca de Calatayud, provincia de Zaragoza, se erige sobre un promontorio en la confluencia de los ríos Piedra y Ortíz, cerca de las Sierras del Sistema Ibérico, junto al embalse de la Tranquera. La sorpresa es grande para el viajero que visita por primera vez la zona, ya que en medio de un paisaje árido, puede disfrutar de un verdadero oasis. Un lugar en el que se puede admirar uno de los conjuntos histórico-artísticos más impresionantes de España, donde el arte, la historia y la naturaleza se unen: el Monasterio de Piedra.
El Parque del Monasterio de Piedra tiene unos cinco kilómetros y representa uno de los ecosistemas de mayor riqueza biológica del país. En él, encontramos diversas especies de animales y plantas. Está situado en un terreno muy accidentado y con grandes desniveles, resultado de la erosión que el río Piedra ha producido a través de los tiempos a su paso por el mismo. Esto, unido a la reforma llevada a cabo en él en el siglo XIX, ha dado como resultado este maravilloso oasis, en el que el agua tiene un papel protagonista. El Monasterio de Piedra está formado por el Parque Natural, un hotel y los restos del monasterio cisterciense de Piedra. Un conjunto de visita obligada si pasáis por Zaragoza, ya que está apenas a 103 kilómetros de la capital.
En este vuelo nos centraremos en el Parque Natural. ¿Preparados para refrescaros un poco? Pues vamos, entremos en este verdadero paraíso.
El parque no estaba en su origen como hoy lo podemos contemplar (lo iremos viendo poco a poco). Cerca de este vergel existía el denominado “Castrum Petrae” (propiedad de la familia Malavella ), que en 1186 el rey Alfonso II de Aragón y su esposa doña Sancha de Castilla donaron a los monjes del monasterio de Poblet con objeto de repoblar la zona y fundar a orillas del río Piedra un nuevo monasterio cisterciense . En 1195 el rey Alfonso II volvió a ratificar la donación a los monjes. Tras la renuncia de don Juan de Malavella a la propiedad del antiguo castillo de Piedra, los monjes quedaron como únicos propietarios de un señorío de unos treinta kilómetros, que abarcaban los actuales términos de Nuévalos, Ibdes y Monterde. Los monjes construyeron su monasterio aprovechando el curso del río Piedra, transformando el entorno para poder regar sus huertas, tierras y para su propio disfrute.
Los años pasaron y tras una serie de avatares históricos, con la Desamortización de Juan Álvarez de Mendizabal entre 1835 y 1837 todo el conjunto monacal y las tierras, fueron adquiridas, entre 1839-47 en pública subasta, por el industrial textil barcelonés Pablo Muntadas Campenuy por la cantidad de 1.250.000 reales de vellón.
En la entrada del parque podemos ver la escultura del verdadero artífice de este parque, el hijo de Pablo Muntadas: Juan Federico Muntadas y Jornet, abogado, escritor y dramaturgo, que llegó a ser diputado en las Cortes entre 1858 y 1864, quien, apoyado por su mujer Carmen Muntadas Mariñosa, lo transformó en un jardín impresionante, siguiendo las tendencias de los jardines paisajistas ingleses del siglo XIX consiguiendo la unión de paisaje natural y jardín.
En un principio el parque estaba ideado como explotación agrícola, pero en el año 1860 Juan Federico Muntadas descubrió la Gruta Iris, lo que motivó un cambio de orientación. Transformó las viejas celdas del monasterio en una hospedería, a la que acudían personajes ilustres de la cultura española de la época, amigos de Muntadas, artistas e intelectuales como Sagasta, Pi y Margall, Castelar, Madoz, Madrazo, Francisco Pradilla, Benlliure, Julián Gayarre, Pablo Sarasate, Chapí, Bofill, Carlos de Haes, quienes dejaron sus experiencias en escritos y obras. En él estableció su hogar, donde falleció en 1912.
Como ejemplo, las palabras del gran fotógrafo Jean Laurent Minier (1816-1886) que dijo de este lugar en su segunda visita acaecida entre finales de julio y principios de agosto de 1862: “He pasado dos días en este lugar encantado. Me llevo algunos recuerdos debidos a mi arte. Darán por medio de la reproducción una muy endeble idea de las bellezas de este sitio. Serían menester mil fotografías para dar un bosquejo de esta sublime naturaleza”.
La idea de Muntadas fue hacer accesible al público este magnífico paisaje natural, por ese motivo lo rehabilitó como parque de recreo. Se crearon cascadas, se abrieron grutas, se construyeron puentes y caminos para facilitar la visita a este magnífico jardín paisajista. El plano en donde aparecen reflejadas las cascadas y grutas fue firmado en Calatayud el 23 de junio de 1846 por el agrimensor Eugenio Rubio. El “jardín de Muntadas” se terminó hacia 1871 y es considerado como el “primer jardín histórico de la Comunidad de Aragón”.
Desde 1945 fue declarado Paraje Pintoresco Nacional; desde 1983 monumento histórico-artístico de carácter nacional; y en el 2010 el Gobierno de Aragón le otorgó el título de “Conjunto de Interés Cultural, en la categoría de Jardín Histórico”.
En la zona baja del parque encontramos el “Vergel de J. Federico Muntadas”, antigua huerta del monasterio, junto al río Piedra, que discurre tranquilo, dando entrada a la zona de arroyos y cascadas. En este valle encontramos plataneros, nogales, fresnos, almeces, moreras, sauces, álamos y olmos, y las hermosas flores de los saucos. Las hiedras cubren las rocas y los troncos de los árboles, formando una serie de tonalidades verdes que nos ponen en contacto con la pura naturaleza. Muchos rincones de este lugar parecen sacados de la pintura romántica del siglo XIX.
La zona que se sitúa en el Vergel y frente a la cascada del Baño de Diana ha sido llamada “Plaza de Carlos de Haes”, en honor al pintor belga del siglo XIX. Haes tenía una gran amistad con Federico Muntadas y visitó en más de trece ocasiones el monasterio, en donde pintó numerosos rincones de este precioso parque. Sus vistas, sacadas de los parajes del parque del Monasterio de Piedra, tuvieron tanta aceptación en la época, que se estableció en España, obteniendo la cátedra de Paisaje de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid en 1857.
El “Lago de los Patos” está situado en el Vergel, alimentado por la cascada Solitaria, enfrente de la Cascada del Baño de Diana. Se trata de un lago artificial que en su parte central tiene una pequeña isla.
En el parque vamos a encontrar numerosas especies de aves, se han contabilizado por lo menos veinte especies distintas y que utilizan el entorno para invernar, descansar de sus viajes migratorios o reproducirse. Entre ellas: el jilguero; el verderón, con su plumaje verdoso; el mirlo, de color negro; la oropéndola con su vistoso plumaje la encontraremos en primavera y verano; el carricero común, que viene desde el Sahara todas las primaveras; y el ruiseñor, de hermoso canto, que vive en el Parque durante la época de cría. También podemos encontrar buitres leonados, garzas reales, abubillas, tórtolas, etc.
También dentro del parque se realizan exhibiciones de vuelo libre de aves rapaces desde mediados de marzo hasta el 2 de noviembre.
El Vergel es una amplia zona donde abundan los plataneros, nogales, fresnos, sauces, álamos blancos, chopos y olmos; y por donde puedes pasear y disfrutar de la naturaleza a orillas del río Piedra. Río que nace en Rueda de la Sierra (Guadalajara), y que en su cauce medio, a su paso por el Monasterio de Piedra, debido al alto contenido de carbonato cálcico de sus aguas y a la composición geológica del suelo, a base de calizas, conglomerados y areniscas, se forma uno de los parajes naturales más singulares de España.
Hay varios tramos que son naturales, como la zona de los Vadillos, que luego veremos, por donde entra el río en el parque de forma escalonada. Hay que tener en cuenta que tanto los Vadillos, como hemos comentado, y las cascadas de la Cola de Caballo y de la Caprichosa son fruto de la erosión del agua del río Piedra. Las demás se realizaron de forma controlada eligiendo puntos estratégicos cuando Muntadas reformó el parque.
Del río Piedra, nada más entrar en el parque, se derivan dos ramificaciones, uno forma las cascadas de los Fresnos Altos y Bajos y la Cascada Iris; y se subdivide formando los Chorreaderos Altos y Bajos. El otro ramal, es el cauce principal del río, formando las cascadas Caprichosa, Baño de Diana y Cola de Caballo, y los diversos cauces y pequeños saltos que podemos ver a lo largo del recorrido. También en la zona alta el agua se derivó hacia un lado para crear las cascadas Solitaria, Sombría y Trinidad.
La primera cascada de nuestro recorrido es el “Baño de Diana”, situado en el brazo central de la orilla del Vergel. Se trata de un pequeño salto de agua que cae a través de una serie de rocas en declive.
Nos acercamos a la Cascada de Diana y podemos vislumbrar en la parte posterior otro salto de agua y a través de altos álamos blancos, se trata de la Cascada La Caprichosa.
Cascada de Diana, de cinco metros de altura por cinco de anchura ,es llamada así en honor a la diosa de la caza y de los bosques. Diana, según relata el poeta romano Ovidio en la “Metamorfosis”, era la diosa de la caza. Un día bañándose con sus ninfas en un río descubrió al cazador Acteón que las estaba espiando. Diana enfurecida transformó al cazador en venado e hizo que sus propios perros lo matasen.
Otra vista de la cascada de Diana y el río Piedra, llamado en este tramo el torrente de los mirlos. Donde el río Piedra se dirige hacia la Cascada Iris rápido y alegre bajando por una serie de escalones que provocan que el agua al chocar suavemente contra la roca emita sonidos relajantes. Se denomina de los mirlos, porque en este tramo se acercaban estas aves a beber y llenaban el ambiente con sus alegres trinos.
Cascada de Diana, al fondo la cascada La Caprichosa. Os aseguro que es una verdadera delicia.
Nos encaminamos hacia la cascada la Caprichosa y encontramos en nuestro camino la “Cascada Trinidad”, llamada así por las tres formas en las que se produce su caída.
Otra vista de la Cascada Trinidad.
Detalle del agua y de la variedad de musgo que tapizan las rocas, produciendo junto a la espuma del agua al romper contra la superficie rocosa una gran variedad de tintes verdes.
La “Gruta del artista”, llamada así aunque se desconoce a quien va dedicada. En ella podemos leer en un cartel, con un pensamiento de Tagore: "No es el martillo el que deja perfectos los guijarros, sino el agua con su danza y su canción". A la derecha de la gruta podemos ver las otras dos, la de la Pantera y la de la Bacante, y a la derecha de éstas la Cascada La Caprichosa.
“La Cascada la Caprichosa” tiene más de 30 metros de altura, de la que se desprende desde una repisa superior, rodeada de sauces, como una gran cortina de agua.
Los rayos del sol en contacto con el agua se convierten en un precioso arco iris. Todo el conjunto provoca un instante de admiración por lo maravillosa que es la naturaleza.
El estruendo del choque del agua contra las rocas nos envuelve. Alrededor de la base de la cascada podemos ver diferentes hierbas acuáticas y musgos que contrastan con la blanca espuma que se forma al caer el agua a plomo.
Al lado de la cascada de La Caprichosa se encuentran las escaleras para subir a la parte superior del parque. Las escaleras y los accesos a los diferentes espacios fueron planificados por Juan Federico Muntadas cuando realizó la remodelación del parque, para facilitar el recorrido del mismo.
El propio Muntadas planeó la distribución de los lugares donde debían abrirse las galerías, los túneles, los puentes y miradores para que todo aquel que quisiera visitar el nuevo parque pudiera admirar el oasis de agua, flora y fauna en el que había convertido el antiguo parque monacal. Las obras fueron llevadas a cabo por ingenieros contratados por el mismo.
Cuando llegamos a lo alto de las estrechas escaleras y pasamos por el túnel que comunica con la zona superior, nos encontramos a la izquierda el “Mirador de la Caprichosa”, en donde podemos ver el inicio del salto de esta cascada.
Siguiendo a la derecha encontramos la zona conocida como “Parque de Pradilla”, lugar al que acudía el afamado pintor para plasmar en alguna de sus obras estos maravillosos paisajes. (entre ellas: “La Lectura del Anacreonte” o “Pasando el arroyo”). Este parque se convirtió en fuente de inspiración para numerosos artistas (Carlos de Haes, Pradilla, Degrain, Jaime Morera, Augusto Comas y Blanco); así como para fotógrafos, novelistas, poetas, músicos, todos acudían a menudo a la propiedad de los Muntadas en busca de inspiración.
Ya en el siglo XX, el parque fue escenario de varias películas, la primera de ellas “Nobleza Baturra” de Vilá y Dicenta en 1925; en 1988 “el hombre del traje marrón” de Carlos Moncín; también rodó alguna escena Johnny Depp en la película “el hombre que mató a Don Quijote”, de Terry Gilliam en octubre de 2000 (Depp se retiró del film y las escenas solo se pueden ver en Youtube, ya que la película cambió de protagonistas y se estrenó en 2018).
Por esta zona entra el río Piedra al parque, cuyo cauce forma una serie de pequeñas terrazas escalonadas con pequeños saltos de agua conocidos como los “Vadillos”, también llamados “los Argadiles”. Esta zona, la cascada Cola de Caballo y La Caprichosa surgieron de manera natural, formadas por la erosión del propio cauce. Las demás cascadas fueron más o menos creadas por la actuación de Muntadas.
Los Vadillos son un verdadero remanso de paz. Junto al río Piedra encontramos un denso bosque de ribera, sauces, chopos y olmos. Es una pequeña laguna desde donde se distribuyen las aguas del río Piedra, parece que es un lugar natural realizado por la propia erosión del río Piedra. Es un lugar que invita al descanso y a la meditación.
Antiguamente existía un estanque en esta zona que ha desaparecido. Zona muy representada en las obras de los pintores que visitaron el monasterio.
Siguiendo el cauce del río Piedra vemos una serie de terrazas escalonadas, formando un precioso rincón de la naturaleza.
En esta parte del parque encontramos preciosos rincones en los que juegan el agua, los árboles y las rocas, los contrastes de luces y sombras proporcionan hermosas sensaciones.
Remanso en los Vadillos. En esta zona hay un ambiente de relajación que te permite disfrutar del espacio natural.
Pequeño salto de agua en los Vadillos.
Zona donde el cauce se divide y hacia la derecha forma la repisa por donde cae el agua a la cascada La Caprichosa.
En todo el curso del río predominan las especies de ribera, como el fresno, el almez, castaños de Indias con sus racimos de flores blancas…Todo un vergel.
Terrazas escalonadas en el sector de los Vadillos.
“Cascada de los Fresnos Altos”. Se le denomina de los Fresnos, por los árboles que podemos ver a su alrededor. Es una cascada escalonada cubierta de musgo.
En la “Cascada de los Fresnos Bajos” el agua discurre por varios escalones naturales.
La “Cascada Iris” está situada sobre la famosa gruta con el mismo nombre. En frente podemos pararnos en un puente rústico para poder contemplarla en todo su esplendor. Vemos serpentear el agua entre los árboles y caer por las rocas dispuestas de forma escalonada.
Irisaciones que provoca el agua y la luz en la Cascada Iris.
Curso del río Piedra. A la derecha parte de la Cascada Iris.
La Cascada Iris vista lateralmente.
La “Gruta Iris” fue descubierta por Muntadas, como podemos leer en la inscripción en su entrada “DESCUBIERTA EN ABRIL DE MDCCCLX POR EL EXCMO. SR. D. JUAN FEDERICO MUNTADAS ARTÍFICE DE ESTE PARQUE Y FUNDADOR DE ESTA PISCIFACTORÍA”. Al descubrirla comenzó a acondicionar el lugar para hacerlo visitable, hecho que ocurrió en abril de 1860. El acceso a la Gruta Iris se realiza por medio de escaleras acondicionadas para ello. La apertura de esta gruta se realizó “a fuerza de pico y pólvora”, para que todo visitante pudiera sentirse muy cerca de la naturaleza.
Mientras bajas por las escaleras, desde el mirador de la Gruta Iris, se pueden contemplar preciosas vistas de la cascada Cola de Caballo. Es un lugar donde te adentras en la propia naturaleza. Es una sensación indescriptible. Las gotas que se filtran a través de la piedra te van empapando lentamente mientras con cuidado sigues bajando para llegar al interior de la Cueva.
En nuestro camino hacia el interior de la cueva podemos observar el tranquilo cauce del río, que contrasta con el ensordecedor sonido del agua golpeando la piedra.
Una cortina de agua cubre la cueva a la izquierda. La luz tamizada hace que surjan irisaciones y contrastes que emocionan, mientras el sonido del agua nos acompaña todo el descenso.
La “Cascada Cola de Caballo” es la que más altura tiene del parque, mide unos 53 metros de altura. El agua cae en compacto chorro, estrellándose contra la roca y rompiéndose en espuma, vapor y agua cristalina. El espectáculo es fantástico.
La cueva Iris se descubrió por el arrojo de Muntadas quien al ver que no se podía acceder a la cueva por medio de cuerdas, pensó en cómo poder llegar por otros medios. Y llegó a la conclusión que se debía de taladrar la montaña, y así se hizo. Construyéndose la escalera que nos conduce a las entrañas de la montaña.
La unión de la Cola de Caballo con el río Piedra.
Llegamos a la “Cueva iris”. La erosión del agua ha ido modelando la cueva natural y la humedad ha ido tejiendo un manto de musgo verde en sus paredes. En la parte posterior de la Cueva podemos ver suspendidas estalactitas cubiertas de plantas “criptógamas” de diferentes tonalidades que, junto con lago color turquesa que se ha formado en la parte inferior de la cueva, dan un aspecto mágico al lugar.
Parece ser que se le denominó Gruta del Arco Iris, por la irisación que se forma cuando la luz del sol incide en las gotas de agua que salpican por doquier. El interior de la Gruta Iris es una maravilla de la naturaleza. El estruendo del agua al golpear las rocas, el agua que te empapa y la luz y la oscuridad te hacen participe del poder de la naturaleza.
En tiempos medievales este lugar se le conocía como Despeñadero de los Demonios. Según cuenta la leyenda una legión de demonios se presentó en la zona para impedir la consagración de la abadía en 1218. Los monjes lucharon contra ellos. Intercediendo a la Virgen de Piedra, convirtiendo a todos los demonios en piedra.
En el siglo XVIII se le llamó “Chorro Palomero”, por la cantidad de palomas que se posaban en su parte superior. A partir del siglo XIX se la conoce como “Cola de Caballo”.
Vista de la Cascada Cola de Caballo desde el Paseo que conduce a la Piscifactoría, siguiendo el curso del río Piedra.
Seguimos el camino hacia la piscifactoría, siguiendo el curso del río Piedra. La naturaleza nos envuelve totalmente. Antiguamente se le conocía con el nombre del “Valle de La Hoz”.
Juan Federico Muntadas construyó hacia 1867 la “Piscifactoría de Piedra” (de Las Pesqueras), considerada una de las más antiguas de España. En ella se criaban truchas comunes, truchas arco-iris, cangrejos y posteriormente salmones. El conjunto se vio favorecido por la llegada del ferrocarril desde Madrid hasta Alhama de Aragón en 1863, así como por la nueva carretera que se abrió y que unía Piedra con Alhama de Aragón entre 1868 y 1870. En el año 1886 la piscifactoría fue arrendada al Estado, siendo la más importante repobladora de peces de los ríos españoles, siendo gestionada por la administración Central o la Autonómica hasta el año 2016.
Uno de los lugares idílicos es el “Lago del Espejo”, situado junto a la Peña del Diablo, que divide el valle de La Hoz en dos. Primeramente fue llamado Lago de la Peña del Diablo hasta que el humanista Pi i Margall sugirió el llamarlo Lago del Espejo. Sus aguas, procedentes del manantial de la Fuente de la Salud, son como un inmenso espejo que produce un doble efecto óptico, ya que se refleja el impresionante paisaje exterior del lago y a la vez el interior del mismo.
La Peña del Diablo tiene una curiosa leyenda publicada por el escritor Victor Balaguer en 1842: Martín de Ponce, hijo bastardo de Guevara, amaba a Eladia, hija del barón de Pomares, quien impedía el amor de ambos jóvenes. Eladia fue obligada a casarse con el señor de Lizana, al que no amaba. La misma noche del desposorio Don Ponce desapareció y nadie supo dónde había ido. Pasados tres años en el Monasterio de Piedra apareció un nuevo monje, que a pesar de no hablar ni sonreir nunca, su buen corazón le valió el ser el monje más querido y respetado del cenobio, lo conocían con el nombre del “monje inspirado”; era el perdido Ponce que había cogido los hábitos. Ponce era un hombre de fe inquebrantable y todas las noches salía a rezar al exterior del convento. Una noche el demonio hizo aparecer a la misma Eladia ante Ponce, tentándole para que se fuera con ella. Ponce se negó y Eladia murió de frío en la entrada del monasterio. Ante el fracaso de hacer pecar al monje, el diablo para vengarse cogió la piedra más grande que encontró y la lanzó contra el cenobio para destruirlo, en ese mismo momento la campana del cenobio empezó a sonar y al demonio se le escapó la gran roca, cayendo directamente a donde hoy la podemos contemplar. En esa misma noche el pobre Ponce también entregó su alma. Desde entonces a la peña se la denominó “La Peña del Diablo”.
En este lago se descubrió en el año 1869 un manantial, siendo sus aguas declaradas minero-medicinales en 1883, construyéndose un balneario, que desgraciadamente fue clausurado en 1932. Es un lugar tranquilo, en el que solo se oye el silencio de la naturaleza. En la orilla del lago podemos contemplar fresnos, almeces, cambroneras, al fondo los sauces se acercan al agua cristalina para bañar sus ramas.
Esta fotografía me la hicieron en el año 1994 (antes de ayer) En este mismo lago del Espejo, sobre uno de los alces que están al fondo del lago. El Monasterio de Piedra siempre te deja muy buenos recuerdos.
Fotografía: José A. Almería.
El lago recibe el nombre del Espejo, por su superficie, que asemeja un espejo. La transparencia de sus aguas permite ver el fondo lleno de plantas acuáticas, así como las numerosas truchas y barbos que en él habitan.
La paleta de colores que podemos contemplar, los tonos rojizos y anaranjados de las rocas contrastan con los verdes, azules, marrones del agua y de la vegetación.
En su fondo gran número de algas y plantas acuáticas de colores intensos llenan de matices el tranquilo espejo.
Tras contemplar el impresionante lago del Espejo, vamos saliendo del parque, volviendo por el Valle de La Hoz, teniendo como telón de fondo la Peña del Diablo.
Nos encaminamos hacia el monasterio, pero aún nos quedan dos cascadas por admirar, la primera la de “los Chorreaderos”, el agua baja por la ladera entre la verde vegetación.
Detalle del salto de agua de los Chorreaderos.
La “Cascada Sombría” tiene una altura de doce metros, está ubicada en la zona sombría y alejada de la luz solar, por ese motivo se la conoce con ese nombre.
Otra vista de la Cascada Sombría.
La última gruta antes de salir del parque se le conoce con el nombre de “Gruta Carmela”.
Hasta aquí nuestro vuelo por la naturaleza. Ya os he comentado que el parque está íntimamente ligado al monasterio cisterciense de Piedra, al que nos referiremos en un próximo vuelo.
Como colofón os pongo lo que el político y escritor Juan Antonio Cavestany escribió en el álbum de Piedra, donde los ilustres visitantes plasmaban sus sentimientos hacia este maravilloso lugar: “Suma tal de prodigios encantados pródiga derramó naturaleza por cascadas, por grutas y por prados, que al mirarla, los ojos, espantados, resístense á creer tanta belleza. Mil veces he soñado algo imprevisto y juzgué verdadera mi ventura: hoy á creerlo cierto me resisto, porque al abandonar esta hermosura, parece que he soñado lo que he visto”.
BIBLIOGRAFÍA.
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-HERNÁNDEZ LATAS, José Antonio.: El monasterio de Piedra y los orígenes de la fotografía de paisaje en España: https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/33/42/03hernandezlatas.pdf
-BALAGUER, Victor: El monasterio de Piedra. Las leyendas de Montserrat. Las cuevas de Montserrat. Tomo VIII de la col. Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1885.: http://rima.uv.es/ajax/file/oid/850/fid/1759/elmonasteriodepi00bala.pdf
-Especial del Heraldo sobre el Monasterio de Piedras:https://www.heraldo.es/especiales/monasterio-de-piedra/
-Web del Monasterio de Piedra: https://monasteriopiedra.com/parque/