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Frontal de altar de la Vida de la Virgen. Iglesia de Santa María de Iguacel. Hoy en el Museo Diocesa


Nuevamente estamos en el Museo Diocesano de Jaca (Huesca); un museo, como ya os he comentado en varias ocasiones, impresionante. Podemos decir que estamos ante uno de los museos de pintura medieval más importantes del mundo. Hoy vamos a conocer una magnífica obra de arte mueble que se encontró oculta en la iglesia de Santa María de Iguacel (Huesca): el Frontal de altar dedicado a la Vida de la Virgen. Conservado en el segundo piso del museo, en los ámbitos 12 y 12-B. Gótico, Renacimiento y Barroco.


En la fotografía la catedral de Jaca. Entrada al Museo Diocesano.


Pero primero vamos a hacer una pequeña reseña sobre el templo para el que fue realizado: La iglesia de Santa María de Iguacel, situada en la comarca de la Jacetania, en pleno Pirineo de Huesca. Este lugar era conocido antiguamente como “Iguazar” o ”bozar” y el valle en el que se asienta, es “La Garcipollera”, deformación del topónimo medieval Vallis Cepollaria, o Valle de las Cebollas.


La construcción del templo se realizó entre 1040 y 1050 por orden del conde Galindo; su hijo, Sancho Galíndez, consejero de Ramiro I y tutor (“ayo”) de Sancho Ramírez; y su esposa Urraca, llevaron a cabo una ampliación en 1072. En 1080 lo donaron al monasterio benedictino de San Juan de la Peña, siendo vendido por el monasterio pinatense en 1203 a Pedro II de Aragón, quien lo cedió a la abadía de Morimond (Alto Marne), que trasladó allí una comunidad de monjas cistercienses que permanecieron en él hasta 1213, volviendo nuevamente en 1245 a manos de San Juan de la Peña.

Fue una de las primeras iglesias en Aragón con cabecera semicircular, tipología que, posteriormente, se extendió por toda la Jacetania. Situada en un emplazamiento difícil, en una zona deshabitada y de climatología extrema, sufrió un paulatino deterioro, lo que trajo consigo la necesidad de numerosas restauraciones. Una de las más drásticas fue en 1850, momento en el que además de diversas reformas estructurales, se enlucieron los muros, ocultando la pintura medieval que recorría el templo; también pudo ser el momento en el que colocaron delante del altar, como si de una tarima se tratara, un magnífico frontal de altar (colocado al revés por lo que no se podía ver la pintura y pasó desapercibido durante muchos años).


Posteriormente, desde 1976 a 1983, se realizaron labores de restauración en la iglesia, llevadas a cabo por el arquitecto Antonio Almagro Gorbea y el restaurador Liberto Anglada. En la primera fase de la misma, se descubrieron las pinturas medievales, datadas hacia el siglo XV, y el mencionado frontal de altar. Éste, junto a una escultura de la Virgen sedente con el Niño, se conserva desde entonces en el Museo Diocesano de Jaca.

En la segunda mitad del siglo XX, en las diversas restauraciones llevadas a cabo en una serie de iglesias románicas del Alto Aragón, se descubrieron pinturas murales que estaban ocultas, hecho que permitió “hablar de una escuela pictórica aragonesa”. Entre ellas se encuentra este magnífico frontal de altar de Iguacel.


El frontal de altar o antipendium se colocaba delante del altar, donde se pintaban imágenes con un contenido didáctico, moral y decorativo. En el de Iguacel podemos observar una influencia de la orfebrería prerrománica, a la que imita, lo podemos ver en sus fondos dorados, muy entroncados con lo bizantino.


Se trata de una pintura al temple sobre madera de pino, dedicada a la vida de la Virgen María. El fondo aparece decorado con finos motivos vegetales y geométricos, realizados en estuco dorado. Las escenas están distribuidas en dos niveles horizontales, siguiendo la estética bizantina. Se podría datar en la primera década del siglo XIII (cuando estaba ocupada por las monjas cistercienses), dentro de un inicial estilo gótico lineal, con evidentes convencionalismos que recuerdan el mundo románico, así como cierto bizantinismo.Pero al mismo tiempo se observa un paso hacia el gótico, en cierta expresividad en las figuras. Estilísticamente tiene mucho que ver con el taller que realizó la pintura de la cabecera de la ermita de San Juan Bautista de Ruesta; en definitiva muy relacionado con los pintores altoaragoneses de principios del siglo XIII.


La tabla fue dada a conocer en 1928 por el profesor norteamericano A. Kingsley Porter. Posteriormente desapareció, parece que fue escondida, puesta al revés en la zona del presbiterio y usada como tarima por el sacerdote cuando hacía la misa, lo que le produjo importantes daños en la parte inferior, como podemos ver en las fotografías.


El frontal aparece dividido en registros, reservando la zona central al tema principal, a su alrededor temas relacionados con él. En todas las escenas encontramos inscripciones epigráficas que identifican a los personajes; los colores están bien definidos, son colores puros sin gradación. Cada figura está silueteada mediante líneas dibujadas en negro. Los personajes que portan aureolas, indican que estamos en presencia de seres marcados por Dios.


En el ángulo superior izquierdo se representa la Anunciación. El arcángel san Gabriel bendice a María que levanta sus manos con gesto de sorpresa ante tal aparición. Si nos fijamos en todos los rostros de los personajes aparecen las mejillas sonrosadas para dar cierta sensación de volumen.


Al lado derecho, bajo un arco de medio punto, el artista ha pintado los Desposorios de la Virgen o la Duda de San José. La representación de esta escena, que procede de los Evangelios Apócrifos, es muy original, ya que no es un tema que se utilizara en aquella época.


Detalle del arcángel Gabriel y María, encima de ellos podemos leer textos identificativos de los personajes. En esta escena los sentimientos se reflejan en el movimiento de las manos, que nos muestra la sorpresa de María, lo que ya refleja un cierto anticipo del gótico lineal.

En el pasaje de la Duda de San José, vemos a San José y la Virgen conversando bajo un arco de medio punto que representa una arquitectura. José levanta sus manos y María se lleva la mano izquierda a su abdomen. Ambas figuras están muy hieráticas, sus rostros no reflejan ningún tipo de sentimiento, pero en sus gestos se observa más naturalismo.


En el centro, y rodeado por una mandorla de Gloria sostenida por seis ángeles, Jesús acoge en su regazo a su madre que acaba de “fallecer” en el cuadro inferior (Tránsito de la Virgen). María está representada como una niña que dirige sus ojos totalmente abiertos hacia el espectador levantado sus manos.

Detalle de Jesús y María. En esta escena podemos observar frente al hieratismo de la figura de María, con un rostro inexpresivo, a Jesús moviéndose hacia la izquierda con un gesto natural levantando su mano derecha para bendecir.

La lectura continúa con la Visitación, en donde aparecen abrazadas Santa Isabel y la Virgen María bajo una estructura arquitectónica; y a la derecha el Nacimiento de Jesús.


En la escena de la Visitación podemos observar rasgos del gótico lineal, ya que la representación se aleja del hieratismo románico. El abrazo de María e Isabel denota una mayor humanidad; así como en el gesto de la comadrona que arropa a la Virgen, en la escena de la Natividad.


A continuación, separada por una columna y en una composición en dos niveles superpuestos, el Anuncio a los pastores, en la parte superior; y el Nacimiento de Jesús, representado también en dos alturas. En la superior el Niño acompañado del buey y la mula; en la inferior, a la izquierda, San José sentado da la espalda a la escena, sin participar en ella, y representado en un tamaño menor. A la derecha el lecho donde se encuentra María descansando, acompañada por las dos comadronas Zelomí y Salomé, citadas en el Evangelio apócrifo del Pseudo Mateo (XIII, 3-5).

En la parte izquierda inferior la Presentación de Jesús en el templo. Este tema aparece en el Evangelio de Lucas 2:21-40. Tal y como establecía la Ley de Moisés tras cumplirse los “días de la Purificación”, había que presentar a todo varón primogénito en el Templo de Jerusalén y allí ofrecer en sacrificio dos tórtolas o pichones.


La escena está basada en este texto. Como bien podemos ver, a la izquierda aparece San José llevando las dos Tórtolas. En el centro la Virgen con Jesús entre los brazos lo presenta al anciano Simeón, quien es llamado en el evangelio “justo y piadoso”, acompañado por otro personaje (no identificado) que contempla la escena. Simeón al que el Espíritu Santo le había revelado que no moriría hasta no haber visto al Salvador, al ver entrar en el templo a Jesús le dedicó su cántico llamado Nunc dimittis: “Ahora, Señor, tu promesa está cumplida: ya puedes dejar que tu siervo muera en paz. Porque he visto la salvación que has comenzado a realizar…” (Lucas 2:29-32).


Esta escena está muy deteriorada, se ha perdido parte de la pintura.

San José, en un segundo plano, sigue a María que sostiene a su hijo entre sus brazos y lo presenta al anciano Simeón. Mientras, Jesús, llevando un libro en su mano derecha, eleva la izquierda en actitud de bendecir.

Detalle de San José con las tórtolas que va a entregar al Templo según la Antigua Ley Judía.

En este detalle podemos ver el fondo dorado, sobre el que se ha proyectado una decoración de relieve de estuco.

En la parte inferior central vemos el Tránsito de la Virgen. María colocada en su lecho mortuorio está rodeada de los apóstoles; San Juan se inclina sobre María, San Pedro es representado casi siempre a la cabecera, y San Pablo a sus pies.


Es bien sabido que no existen datos históricos ni referencias bíblicas sobre este acontecimiento de la vida de María. Por ese motivo hay que acercarse a los escritos apócrifos en los que se refieren a este hecho. He elegido el evangelio apócrifo de Juan el Teólogo (siglo IV), en el que relata la presencia de los apóstoles alrededor del lecho en que se encuentra la Virgen: "...y el Espíritu Santo dijo a los apóstoles: Venid todos en alas de las nubes desde los (últimos) confines de la tierra y reuníos en la santa ciudad de Belén para asistir a la madre de Nuestro Señor Jesucristo, que está en conmoción: Pedro desde Roma, Pablo desde Tiberia, Tomás desde el centro de las Indias, Santiago desde Jerusalén. Andrés, el hermano de Pedro, y Felipe. Lucas y Simón Cananeo, juntamente con Tadeo, los cuales habían muerto ya, fueron despertados de su sepulcros por el Espíritu Santo..." (Juan el Teólogo, XII-XIII: 587-588), y cómo María en su Tránsito es recibida por Jesús rodeado de ángeles y resplandores.


Las primeras representaciones de este tema, también conocido como la koimesis, son de los siglos X-XII en Bizancio.

Los apóstoles mostrando su dolor con gestos muy expresivos ante la “muerte” de María.

En el lado inferior derecho, la Epifanía. La escena se desarrolla en tres partes, bajo una serie de arcos angulares separados por columnas. A la derecha sentada en un trono, María sostiene a Jesús en su regazo. El Niño se dirige hacia el rey Melchor, proporcionando movimiento a la escena, al cual bendice; éste, arrodillado, le presenta su regalo, en la parte superior la estrella de Belén. Tras él Baltasar y Gaspar llevando sus ofrendas en alto, esperan su turno para rendir homenaje al Niño. Cada personaje identificado con la inscripción de su nombre.

Los rostros son inexpresivos, pero podemos ver un rasgo de humanidad en María, al coger la mano izquierda de su hijo, estableciéndose entre ambos una cierta relación de complicidad.



Hasta aquí este pequeño estudio del frontal de altar de Iguacel, realizado por un pintor de “la escuela pictórica altoaragonesa de principios del estilo gótico lineal o franco gótico, relacionable con la miniatura y la pintura mural de talleres locales en torno al año 1200 ” (Carmen Lacarra).




BIBLIOGRAFÍA:


-GUDIOL RICART, J. (1971): Pintura medieval en Aragón, Institución Fernando el Católico, Zaragoza.


-LACARRA, Carmen: La pintura románica en el Antiguo Reino de Aragón. Intercambios estilísticos e iconográficos.


-LACARRA DUCAY, Mª C.: Catedral y Museo Diocesano de Jaca, IberCaja, Ediciones Ludion y Marot, Bruselas, 1993.


-DE SANTOS OTERO, Aurelio: Los Evangelios Apócrifos, Biblioteca de Autores cristianos. 2005.


-SALVADOR GONZÁLEZ, José María: Icoografía de la Dormición de la Virgen en los siglos X-XII. Análisis a partir de sus fuentes legendarias. 2011.


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