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Retablo de la Cárcel de Manifestados. Jerónimo Cosida. Museo Provincial de Zaragoza.


Desde el nacimiento del reino de Aragón, el derecho se convirtió en una parte importantísima de su historia. La semilla de lo que posteriormente será nuestro Derecho Foral, fue plantada en Jaca, al recibir el primer fuero conocido en el año 1063 por parte del rey Sancho Ramírez. Posteriormente en 1247 Jaime I convocó Cortes Generales del Reino en Huesca aprobándose los Fueros de Aragón, que fueron confirmados en 1283 por Pedro III. En 1325 el rey Jaime II aprobó la “Declaratio Privilegii generalis”, en la que se prohibía en el Reino de Aragón la tortura de personas aforadas (ricos hombres, caballeros, ciudadanos y hombres honrados), antes de dictar sentencia definitiva.


En el derecho aragonés existieron algunas disposiciones que protegían la libertad de los naturales del reino frente a la opresión de los poderes de la monarquía y sus oficiales públicos, como fue el Privilegio de la Manifestación. Por él, cualquier aragonés que se acogiera a este prerrogativa, era protegido por El Justicia de Aragón hasta que no se le realizase un juicio justo. Todos los reos aragoneses que hubieran incurrido en alguna falta (a excepción de algunos hechos, como la herejía, defraudación, deudas..), podían recurrir a él diciendo: “avi, avi: fuerza, fuerza”, prestando juramento del agravio y testificándolo ante el Justicia. Desde ese momento quedaban bajo su custodia, pasando a la Cárcel de la Manifestación (situada en Zaragoza en lo que hoy es calle de la Manifestación, cerca de la Plaza del Mercado y de la antigua Puerta de Toledo). Esta cárcel estaba custodiada por un carcelero y un alcaide nombrados por el rey. Pero al preso solo lo podía visitar el Justicia o algún lugarteniente nombrado por él, hasta que se resolviese su caso, tal y como se puede leerse en el Privilegio General redactado por Pedro III en 1283: “En la cárcel de los manifestados no puede entrar, el señor rey, ni el primogénito, ni el regente de la administración general, ni los oficiales del rey”.


Fotografía: Vidal Mayor (finales del siglo XIII. Versión romance de los Fueros de Aragón.

En ese sentido podemos decir que Aragón puede ser considerado el primer lugar que puso freno al poder real, como dice la frase famosa “en Aragón antes hubo leyes que reyes”. El Justicia Mayor de Aragón se convirtió en una figura sin parangón en otros “ordenamientos jurídicos penínsulares o europeos”. Sus pronunciamientos eran respetados incluso por el rey. El proceso de manifestación era en donde se “ponía de relieve la función tanto jurisdiccional como política del Justicia Mayor de Aragón”. Esta figura sufrió un gran daño debido al enfrentamiento acaecido en 1591, en el que el Justicia Juan de Lanuza se enfrentó al monarca Felipe II, defendiendo al secretario real Antonio Pérez, quien se había acogido al Privilegio de la Manifestación. Lanuza pagó con su vida la defensa del derecho aragonés y el enfrentarse al poder real, siendo decapitado el 20 de diciembre de 1591. Fue sustituido por Juan Campi en 1592. Pero desde entonces la figura del Justicia ya no tendrá la independencia que tenía con anterioridad al enfrentamiento con el rey.


Este privilegio se mantuvo hasta que los Fueros aragoneses fueron abolidos por Felipe V por los decretos de Nueva Planta de 1707 y 1711.


Fotografía: Escultura del Justicia Juan de Lanuza y Urrea, realizada por Félix Navarro y Francisco Vidal y Castro en la Plaza de Aragón de Zaragoza.

Este es el Aragón en el que vivió Jerónimo Cosida Vallejo, uno de los pintores más importantes del Aragón del siglo XVI. Su nacimiento se establece hacia 1510, desconociéndose el lugar (quizás en Zaragoza); pero si se sabe que murió en esta ciudad en 1592, un año más tarde de la ejecución del Justicia de Aragón Juan de Lanuza.


El pintor fue asesor y protegido del arzobispo don Hernando de Aragón, último prelado de la Casa Real de Aragón que desempeñó ese cargo, por el cual obtuvo numerosos encargos. El teórico y pintor zaragozano Jusepe Martínez destaca sus cualidades, advirtiendo que “su Ilma. (el arzobispo Hernando de Aragón) no hacia cosa, así de fábrica como de pintura y cosas tocantes al dibujo, que no la nicase con él; y en esto acertó, porque este autor era hombre de mucha capacidad e ingenio…

En 1534 ya se tiene la certeza de que tenía taller abierto en Zaragoza en el barrio de san Pablo. Su etapa más fructífera se sitúa entre los años 1540 y 1575, a partir de ese año, en el que murió su mecenas don Hernando, su carrera se ralentilizó. Entre sus obras más relevantes, podemos nombrar: el retablo mayor del monasterio de Veruela, la capilla del mencionado arzobispo en La Seo zaragozana, el retablo mayor de la catedral de Tarazona y el retablo y sagrario mayor de la Cartuja de Aula Dei de la misma ciudad.


Hoy vamos a comentar una de sus obras más carismáticas: el retablo de la antigua cárcel de la Manifestación, el edificio no se conserva hoy en día, aunque se conoce que se ubicaba en la calle de la Manifestación próximo al Mercado Central. Este retablo hoy se conserva en la sala dedicada al segundo Renacimiento (1550-1600), una de las dos salas que se abrieron el 17 de abril de 2019 en el Museo Provincial de Zaragoza con obras renacentistas (salas que se cerraron al comenzar la construcción del parking de la calle Moret).


La obra fue encargada al pintor en 1569, quien realizó un retablo al óleo sobre tabla, en el que podemos vislumbrar la influencia del arte de Rafael, de Leonardo, y elementos del primer manierismo. No se conoce que hubiera estado en Italia, por lo que parece más probable que en su paso por Valencia, al lado de Vicente Masip y Juan de Juanes, conociera el estilo de los grandes maestros italianos.


En su obra combinó lo italiano y lo nórdico (conocimiento de los grabados de Durero, Raimondi, etc.). Como podemos leer en los escritos de Jusepe Martínez, éste afirma que Cosida “Valióse en sus obras de las estampas de Alberto Durero (que amó mucho á este autor), imitándolas con mucha dulzura y amabilidad, por lo cual fue tenido en mucha estimación…” En su pintura vemos una gran delicadeza y minucioso tratamiento en la técnica utilizada. Los rostros son muy refinados, con una paleta brillante con ocres, asalmonados, azules, verdes y violáceos, tan característicos de este gran pintor.


La mazonería del retablo también pudo ser diseño del pintor. Presenta una estructura arquitectónica de pilastras planas y frisos con fina decoración. La ornamentación es plateresca, a base de amorcillos sobre tritones, pequeños centauros, grutescos, róleos, veneras, seres fantásticos, candelieri, etc. Consta de un ancho basamento; un banco con tres escenas cuadrangulares; el cuerpo central de un piso y dividido en tres calles, la central terminada en arco de medio punto más ancha que las laterales sobre las que se abren dos tondos, rematando el conjunto en un ático cuadrangular.


Las escenas que presenta el retablo están muy vinculadas con la historia de Aragón, en él podemos contemplar a los santos más importantes de la corona, temas de la Pasión de Cristo, presididas por la figura central que no es otra que la intercesora de los humanos ante Cristo: María. No hay que olvidar el destino de la obra, que no era otro que la capilla de la cárcel de la Diputación General del Reino de Aragón o de la Manifestación (de la que ya hemos hablado).

En el ancho basamento vemos las armas del Reino de Aragón representadas por tres escudos acolados. El central con el Señal de Aragón, flanqueado por dos ángeles mancebos que sostienen entre sus manos dos escudos, el de la izquierda con la Cruz de Iñigo Arista; y el de la derecha con la de Alcoraz. Esta composición está inspirada en las piedras armeras de la Diputación del Reino conservadas también en el patio del Museo Provincial de Zaragoza, y que ya tratamos en otro artículo.

El escudo central tiene cuatro palos de gules rojos sobre campo de oro, timbrado con corona real abierta. Las cuatro barras de gules que, desde Alfonso II en el S. XII, fueron el identificativo del rey de Aragón, del linaje de la Casa de Aragón, como rey de amplios territorios.


Documentalmente el Señal de Aragón aparece por vez primera en la conocida “Crónica de San Juan de la Peña” (hacia 1370) o Historia General de Aragón (según Zurita) en donde hablando de la ayuda de Alfonso II, hijo de la reina Petronila y del conde de Barcelona Ramón, al rey de Castilla Alfonso VII para liberar la ciudad de Cuenca, dice lo siguiente: “Como buen cavallero remedio al sitio, do partió con grant honor e vitoria e mudó las armas e senynnales de Aragón e prendió bastones”. Así, según esta Crónica, Alfonso II después de liberar Cuenca ayudando al rey castellano cambio su escudo y adoptó las barras como emblema real. Hay otras crónicas, más tardías, en las que se comenta que las barras fueron tomadas al establecerse las capitulaciones matrimoniales que firmaron Ramiro II el Monje y Ramón Berenguer, conde de Barcelona, para su casamiento con Petronila. Hoy en día nada se puede asegurar, pero sí que las barras representaban a una casa no a un reino. Para Guillermo Fatas y Álvaro Capalvo, las barras eran de la familia real de Aragón y fueron utilizadas por Alfonso II.


Si os interesa el tema, muy controvertido e interesante, os remito al librito de Fatas y Capalvo el Escudo de Aragón (ver la bibliografía).

El ángel de la izquierda, con larga cabellera rizada, porta el escudo con la cruz de Ïñigo Arista, la cual fue utilizada por primera vez en 1373 como blasón del Aragón antiguo por el rey Pedro IV el Ceremonioso, quien envió un paño al monasterio de san Victorián, cerca de Ainsa en Huesca, para cubrir la tumba de Íñigo Arista diciendo: “Sabet que nós por ornamento de la sepultura del rey Enyego Ariesta, qui fue Rey d’Aragón e de Navarra, vos enviamos…un panyo d’oro…con senyales d’Aragón antigos, yes a saber, el campo cárdano e las cruzas bancchas, segund que antigament los reyes d’Aragón los solian fazer” (lo que indica que anteriormente a Pedro IV ya se usaba este blasón).


Ïñigo Arista, originario del condado de Bigorra, fue un antiguo rey de Pamplona. El nombre del emblema lo puso el historiador Jerónimo Zurita, ya que afirmaba que de Arista eran descendientes los reyes de Aragón desde Ramiro I, hijo del rey de Navarra Sancho III el Mayor, el cual se convirtió en 1035 en el primer rey de Aragón, recordando de esa forma la vinculación entre los territorios de Aragón y de Navarra.


La cruz es patada y en su brazo inferior apuntada. Según cuenta la leyenda una cruz de plata apareció sobre el cielo mientras Ïñigo Arista luchaba contra los musulmanes. Fue el primer escudo de Aragón según la leyenda.


El ángel de la derecha, también representado con grandes bucles rizados, sostiene el escudo con la cruz de San Jorge y las cuatro cabezas de los reyes musulmanes que murieron en la batalla de Alcoraz. Esta batalla tuvo lugar entre el 15-25 de noviembre del año 1096 en las cercanías de la ciudad de Huesca. A ella dice la leyenda que acudió San Jorge montado en su caballo para ayudar al ejército cristiano comandado por el rey Pedro I. Gracias a su intervención fue reconquistada la ciudad de Huesca. Para otros historiadores fue el hermano de Pedro I, el futuro Alfonso I el Batallador, el que dio muerte a los cuatro caudillos moros.


La primera vez que se utilizó la Cruz de Alcoraz fue a finales del siglo XIII en los sellos de plomo de Pedro III. Pero será en el reinado de Pedro IV cuando este rey explica cómo tiene que ser el sello que quiere usar para firmar documentos (bulas): “…la bulla deu esser…de l’altra part un escut en lo qual sien les armes d’Aragó, que son aytals (la bula ha de ser.. de la otra parte un escudo en el cual estén las armas de Aragón que son así): una creu per mig del escut (una cruz en medio del escudo) e cascun carte un cap de sarray" (y en cada cuartel una cabeza de sarraceno). La Cruz de Alcoraz fue utilizada en las bulas reales de los siglos XIII y XIV y usada solamente en Aragón, y distinguida como señal del “Aragón más moderno”, para diferenciarla de la Cruz de Arista, señal del “Aragón más antiguo”.

Sobre el basamento, el banco en el que se han representado escenas de la Pasión de Cristo.


A la izquierda aparece Cristo portando la cruz, mientras san Pedro se arrodilla ante él. Puede tratarse del perdón de Jesús a Pedro por negarle dos veces.


La escena central con el Ecce Homo. Cristo fue llevado ante el Sumo Sacerdote Anás, posteriormente ante Caifás y ante el Sanedrín o el más alto gobierno de Judea (integrado por los Sumos Sacerdotes, ancianos y escribas), esta asamblea lo envió ante el gobernador romano Poncio Pilatos, Herodes Antipas (gobernador de Galilea) y finalmente nuevamente ante Pilatos.


En la escena aparece Jesús, descalzo, maniatado, le han colocado la corona de espinas y una túnica violácea y es presentado ante la multitud que lo menosprecia y pide su muerte.

A la derecha, se representa el pasaje de Jesús y la mujer adúltera: Juan 7:53-8:11: “…por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra…”


En la calle lateral izquierda, en la parte inferior, la imagen de san Jorge, patrón de Aragón. San Jorge es un santo de leyenda, cuya historia simboliza la lucha del bien y del mal. El santo es tenido como oriundo de Capadocia y de familia acomodada. Fue militar de la legión romana, de ahí que aparezca como un hombre joven vestido de militar, con coraza, casco y capa, en este caso montado en un caballo blanco y lanceando a un dragón que se encuentra en la parte inferior. En la parte posterior, sobre un montículo, aparece la princesa (a la que está defendiendo), con gesto de oración.


La leyenda cuenta que Jorge llegado a la ciudad de Silca, la comunidad aterrorizada por un dragón que devoraba a personas y ganado, le entregaban a una doncella para que les dejara en paz. En el día que una princesa había sido elegida para el sacrificio, Jorge habría llegado al pueblo, luchando contra el dragón y dándole muerte. Con lo que los habitantes agradecidos se habían convertido al cristianismo.


Como ya he comentado su historia es más bien legendaria. La fuente más antigua conservada sobre el santo es la llamada "Passio Georgii", cuya primera redacción se encuentra en el códice Palimsesto griego 954 de la Biblioteca Nacional de Viena. Según la tradición san Jorge murió en el siglo IV y su culto se extendió por todo el mundo. En las cruzadas es nombrado patrón de caballeros y militares. Su patronazgo en la Corona de Aragón proviene de la Batalla de Alcoraz en 1096, que acudió en ayuda del ejército de Sancho Ramírez en su conquista de la ciudad de Huesca.


Cosida se pudo basar para realizar esa tabla en un grabado realizado por Marcoantonio Rainaldi, conservado en el Rijksmuseum.


En la calle central la imagen de la Virgen con el Niño, encerrados en una hornacina avenerada. En ella podemos observar el estilo propio del artista: un estilo exquisito. La alargada figura de María tiene un porte elegante, adoptando una postura que expresa una languidez delicada.


María, representada en pie y de cuerpo entero, sostiene a su hijo en su brazo derecho, mientras en su mano izquierda lleva una flor. Está vestida con amplios ropajes, lleva al Niño en su brazo derecho, mirando hacia el espectador con una sonrisa en su rostro. El rostro muestra gran dulzura y elegancia. Tiene el cabello rubio recogido, con raya en medio, sobre el que se observa una corona y un nimbo dorado.


El Niño está desnudo (solo cubierto por una transparente gasa), mirando fijamente al espectador. En su mano izquierda sostiene el globo terráqueo (símbolo de la salvación del mundo a través de su sacrificio), y bendice con la mano derecha. Su rostro es sonriente y sonrosado, su pelo es rubio sobre el que se distingue un nimbo dorado.

En la calle lateral derecha, en la parte inferior, santa Engracia, la mártir por excelencia de Zaragoza, muy venerada en la ciudad. No olvidemos que Santa Engracia fue la patrona de Zaragoza antes que la Virgen del Pilar. Encratis era una joven noble cristiana nacida en Bracara Ausgusta (actual ciudad portuguesa de Braga), quien camino de las Galias para contraer matrimonio, pasó por Caesaraugusta en abril del año 303. Enterada de las persecuciones que estaban sucediendo en la ciudad, intentó detener la orden del pretor Daciano, pero fue apresada y martirizada. Según cuenta la tradición, Engracia fue atada a una columna donde fue azotada, le cortaron un pecho y rasgaron su cuerpo con garfios. Posteriormente fue arrastrada por caballos por toda la ciudad. Al no morir a pesar de tales tormentos, le clavaron un clavo en la frente que fue lo que finalmente le causó la muerte.


La joven mártir está representada, en ligero contrapposto, sobre un paisaje realizado con la técnica del sfumato. Va vestida con ropas de la época: un lujoso vestido verde que, a pesar de su amplitud, nos hace vislumbrar su elegante cuerpo. La alta gorguera blanca le da un toque de distinción, así como la vistosa capa rosa de satén que la envuelve. Su cabello está recogido con una redecilla y sobre su cabeza brilla el nimbo de santidad. En su frente aparece el clavo que simboliza su muerte, mientras en su mano izquierda porta la palma de martirio y en la derecha un libro en el que fija la mirada.


Su rostro es de gran finura, el pintor ha plasmado, como en otras obras en las que trata el tema femenino, una belleza idealizada, muy del estilo de Rafael. También son de destacar la delicadeza en el tratamiento de las manos, la expresión en la actitud de la santa, bajando su mirada hacia el libro que porta en su mano derecha, con un gesto de timidez.

Sobre la representación de san Jorge, en un medallón, flanqueado por dos angelitos, se ha pintado parte de la escena de la Anunciación. Vemos al arcángel san Gabriel dando la buena Nueva a la Virgen, que encontramos en otro medallón en la parte derecha. El ángel con bellas alas levanta su mano derecha, mientras en la izquierda porta un estrecho bastón.


Sobre la figura de santa Engracia, el otro medallón que forma parte de la Anunciación. En él vemos a la Virgen leyendo, y recibiendo la noticia que le trae el arcángel san Gabriel (que ya hemos visto en el medallón de la izquierda). María levanta su mano derecha y se la lleva al pecho, mientras abre su mano izquierda demostrando la sorpresa de la visita. A la izquierda de la escena un jarrón de azucenas, símbolo de la pureza, mientras en el ángulo superior izquierdo aparece una paloma en representación del Espíritu Santo.


Separado por una cornisa, profusamente decorada, vemos el remate con el clásico Calvario, sostenido por dos ángeles, en el que se representa a Cristo en la Cruz, a la derecha la Virgen y a la izquierda la Magdalena. Inspirado en grabados de Durero. Sobre el Calvario dos ángeles desnudos sostienen El Señal de Aragón.


Jerónimo Vicente López de Vallejo o Jerónimo Cosida, fue el pintor más influyente del renacimiento en Aragón, introductor de los modelos de Leonardo y de Rafael en este reino. Fue lo que podemos denominar un artista “polifacético”, trabajó la miniatura, el dibujo, la pintura, la escultura, la arquitectura, la orfebrería, los bordados, la rejería y los tapices.


Era un hombre de carácter difícil, orgulloso de su valía y de su hidalgo linaje, hasta tal punto que ordenó que se le enterrara con espada, como un caballero. Tal y como nos comenta en su obra el pintor Jusepe Martínez: “tuvo pocos discípulos, porque no podían soportar su rígida condición…”. En 1565 incorporó a su nombre el apellido de Cosida, sustituyendo el de López Vallejo, comenzando a utilizar el título de infanzón. Pero a pesar de ello fue respetado por todos sus contemporáneos y por la historiografía posterior.


El retablo fue restaurado en el año 1997 por Albarium, conservación y restauración S.L. (Encarnación Ripollés y Mercedes Núñez).



Espero que os haya gustado. Os espero en el próximo vuelo.



BIBLIOGRAFÍA:


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