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El retablo mayor de la catedral de Huesca, una magnífica obra de Damián Forment.

“No todo es oro lo que reluce”. Este dicho nos va de perillas para comenzar nuestra historia. Hoy vamos a estudiar uno de los retablos importantes en el siglo XVI en Aragón: el retablo mayor de la catedral de Huesca, realizado por uno de los escultores más notables de ese momento: Damián Forment, un afamado artista cuyo taller le dio algún que otro disgusto.


Nos encontramos en la ciudad de Huesca en el siglo XVI, concretamente en el año 1520. La ciudad está inmersa en una época de gran esplendor económico. El obispo don Juan Alfonso de Aragón y de Navarra ha conseguido que las obras de la catedral de Santa María se terminen. Una catedral que se levantó donde anteriormente se ubicaba la antigua mezquita consagrada en 1096 por Pedro I. Años más tarde, en 1273, una nueva catedral se comenzó a erigir gracias al apoyo del obispo Jaime Sarroca y del mismísimo rey Jaime I el Conquistador.

Una vez terminadas las obras de la catedral, don Juan Alfonso de Aragón consiguió el consentimiento del cabildo oscense para sustituir el grupo escultórico del Descendimiento, ubicado en el presbiterio, por un gran retablo. Su anhelo era seguir los pasos del cabildo del Pilar de Zaragoza, que en 1509 había encargado a uno de los escultores más importantes del momento: Damián Forment, la hechura de su retablo mayor. El empeño de Juan Alfonso de Aragón tuvo su merecido premio, al conseguir contratar a este mismo escultor para labrar el retablo mayor de la catedral oscense. No hay que olvidar el empuje que supuso en el mundo artístico la llegada a Zaragoza de Forment, punto de partida para el renacimiento aragonés.

La capitulación de este retablo se llevó a efecto el 7 de septiembre de 1520, y en ella, entre otras cláusulas, se estipulaba que el nuevo retablo debía seguir las pautas llevadas a cabo en el retablo mayor de la basílica del Pilar de Zaragoza. Que en él, Forment, debía conciliar “lo romano o ytaliano” y “lo flamenco”; es decir debía realizar el retablo con una arquitectura gótica pero introduciendo en la parte figurativa las nuevas corrientes del Renacimiento italiano. También se estipulaba en el contrato que debía establecer su taller en Huesca, y que por su trabajo recibiría 110.000 sueldos jaqueses (5.000 ducados de oro), siendo entregado en el periodo de tres años. La realidad fue que el maestro tardó trece años en terminarlo. El 24 de julio de 1534 fue visado por los maestros Miguel de Peñaranda, por parte del Cabildo, y por Nicolás de Orliens, por parte de Forment.


Al igual que el maestro se retrasó en entregar el encargo, el Cabildo hizo lo propio en el pago de la obra. Una serie de pleitos provocó que el abono se dilatara en el tiempo. Forment murió en 1549 sin haberlo cobrado. Años más tarde sus hijas Isabel y Esperanza recibieron del Cabildo de Huesca el pago final del retablo.


En este momento abrimos un paréntesis en el estudio del retablo de la catedral de Huesca, que luego retomaremos, para centrarnos en una serie de sucesos en la vida de nuestro artista que le supusieron más de un quebradero de cabeza. Damián se instaló en Huesca en 1521 en la plaza de Pedro Fernández muy cerca de la catedral, en donde también abrió su taller. A la ciudad llegó con su esposa Jerónima Alboreda y sus cuatro hijas: Úrsula, Magdalena, Isabel y Esperanza. También vino acompañado por alguno de los integrantes del taller abierto en Zaragoza, entre ellos: Nicolás de Urliens, Miguel de Peñaranda, Esteban de Solórzano y Sebastián Ximénez. La estancia de Forment en Huesca fue, como decimos ahora, algo estresante, ya que debido a sus trabajos en el Pilar de Zaragoza y en Huesca su fama se había ido extendiendo por toda la Corona de Aragón, lo que le supuso la contratación de nuevas obras que le obligaron a ausentarse de la ciudad en numerosas ocasiones. En su ausencia su mujer Alboreda era la encargada de inspeccionar el trabajo realizado en el taller. Éste contaba con unos 10 ayudantes, número insuficiente para realizar el retablo mayor oscense en el plazo acordado con el cabildo, como ya hemos visto.

El taller de Forment muy pronto se convirtió en un nido de rencillas, robos, envidias y en consecuencia pleitos que amargaron la vida del gran maestro. Pero el hecho más doloroso de todos fue el intento de violación de su hija mayor Úrsula por parte de su criado Esteban Solorzano. Éste entró a formar parte de la vida de Forment el 23 de junio de 1520 como “mozo aprendiz en el arte de la imaginería”. Úrsula, era la favorita del maestro. Fue la única de sus hijas inmortalizada en una de sus obras (en el sotabanco del retablo que vamos a estudiar hoy). Solorzano abandonó el taller en 1521 sin especificar el motivo de su huida tan precipitada; dedicándose desde entonces a la pintura y casándose con Catalina, hija del pintor Pablor Reg.


Otro desagradable trance que tuvo que sufrir Forment fue el proceso llevado a cabo en 1548 contra su ayudante Sebastián Ximénez, al cual le imputaron el robo de varios dibujos del maestro, así como defraudar al también escultor Gil de Brabante, y maltratar a su propia esposa Mari Pérez. Tuvo que ser un golpe duro para Forment, aunque no llegó a declarar (hubiera sido interesante haber conocido su opinión sobre el asunto) ya que murió antes de terminar el juicio (en 1549). Finalmente, Ximénez fue absuelto de todos los cargos.


En cuanto a Úrsula, su vida no fue tan feliz como su padre hubiera querido. Se casó el 19 de agosto de 1527 con Juan de Osso, infanzón de Calaceite y domiciliado en La Codoñera, pero poco le duró la felicidad, ya que éste fue asesinado en 1534. La última noticia que tenemos de la hija mayor de Forment es que se volvió a casar, en este caso con un rico mercader de Alcorisa llamado Bartolomé García.


En ese ambiente tan enrarecido se fue labrando el retablo que hoy estamos presentando. Estamos ante un magnífico retablo expositor o manifestador, realizado en alabastro de las canteras de Gelsa (Xalca). Estos retablos se caracterizan por el óculo de la calle principal, para exponer al Santísimo. Es típico de Aragón y tiene su modelo en el retablo mayor de La Seo de Zaragoza (siglo XV), y en el de la basílica del Pilar.


Consta de sotabanco, doble banco, y cuerpo de tres calles separadas por pilares entre los que podemos ver numerosas figuras de santos y profetas cubiertas con doseletes. La calle central es más elevada que las laterales, en cuyo centro se coloca el óculo.


Rodea el retablo una vistosa polsera realizada en madera por Sebastián Ximénez, apoyada en dos esculturas de alabastro que representan a dos profetas. En la parte intermedia un ángel, uno a cada lado, portan escudos del cabildo, y entre la mazonería podemos ver esculturas de diversos tamaños. En el contrato se refleja que debía realizarla con “fullages”, como la del Pilar de Zaragoza.


En cuanto al punto de vista iconográfico en el retablo se representa la vida de Jesús (temas preferidos en los grandes retablos del primer tercio del siglo XVI), y pasajes del Antiguo Testamento.


El banco es de grandes dimensiones. Consta de sotabanco, con decoración renacentista, siguiendo el modelo zaragozano. En él podemos ver los retratos del escultor y de su hija Úrsula, casetones con grifos, grutescos y cartelas separados por columnas abalaustradas, demostrando una gran técnica. En el retablo del Pilar de Zaragoza se representó así mismo y a su esposa Alborada.


El banco propiamente dicho consta de dos pisos, y en un principio en él debían representarse escenas de la creación del mundo, pero Forment no se ajustó a lo capitulado, y representó escenas de la Pasión, y un apostolado.

En los extremos del banco se abren dos puertas de madera, de traza gótica, con arcos conopiales, más en consonancia con el retablo de La Seo zaragozana, que dan acceso al expositor del Santísimo Sacramento. En el lado izquierdo san Pablo, sobre él la escultura de San Lorenzo sentado; en el lado derecho: San Pedro, y en la parte superior la imagen de San Vicente, también sentado. Según acordaron “dichas imágenes an de estar asentadas porque no pueden estar de pies porque el lugar no lo sufre”. En los pilares de las puertas se representan las esculturas de los evangelistas de dos en dos.


En este retablo el artista ha vuelto a representarse, al igual que ocurrió en el retablo del Pilar y en el de Santo Domingo de la Calzada. El aparecer en sus obras es un “claro culto a la fama”. Quizá la idea la tomo de Gil Morlanes el Joven, el cual, en 1516 se representó en la portada de la iglesia de Santa Engracia.


Forment aparece rodeado de una guirnalda de flores y frutos, de perfil, tocado con gorra y cofia de red, muy en boga en aquella época (se puso de moda hacia 1520). Lo podemos contemplar en el lado derecho del sotabanco. En la parte inferior tres animales, un gato intentando cazar a un ratón que muerde una espiga de trigo, enfrente otro ratón trata de aproximarse para llevarse un bocado. La espiga de trigo puede estar relacionada con el apellido del artista Forment, que en valenciano quiere decir trigo.


En el lado izquierdo del sotabanco, el artista ha esculpido a su hija mayor Úrsula Forment. Ésta representada de perfil y con un tocado a base de trenzas, sigue la misma pauta decorativa que el medallón de su padre, rodeada por una guirnalda de flores y frutos; y en la parte inferior un gato y un ratón, pero en este caso el ratón no muerde la espiga de trigo. La simbología no se ha terminado de descifrar.

Ya hemos comentado que el banco se divide en dos zonas. En la parte inferior se representan escenas de la Pasión, inspiradas en grabados de Alberto Durero. Cada una de ellas está separada por columnas abalaustradas y cubiertas con doseletes con excelente decoración (guirnaldas, monstruos, vegetales, etc.). Estas escenas del ciclo de la Pasión son de excelente técnica, realizadas con gran detallismo y personalidad. El programa iconográfico se basa en la Pasión de Cristo y el Antiguo Testamento (profetas). Los relieves son los siguientes: Última Cena, Oración en el Huerto, Beso de Judás, Flagelación, Coronación de Espinas, Ecce Homo y Jesús ante Pilatos.


En el piso superior del banco encontramos a los apóstoles en composición de a dos, separados por columnillas torneadas y cubiertos por doseletes góticos. Este apostolado es magnífico. Cada uno está individualizado, en ellos vemos multitud de actitudes y expresiones, algunos conversando entre sí. El tratamiento de los rostros y de los paños es extraordinario. En el centro se representa al Salvador, rodeado de una mandorla de querubines, y en un claro contraposto.


Separando el banco del cuerpo principal corre un entablamento con filigrana siguiendo el modelo del Pilar, con decoración gótica (cardinas, caracoles, arcos conopiales…)


El cuerpo del retablo sigue la estructura del retablo del Pilar, con tres grandes escenas que se leen de izquierda a derecha: a la izquierda Camino del Calvario; en el centro la Crucifixión; y a la derecha, el Descendimiento. Por encima de éstas debían ir otras tantas escenas pero fueron sustituidas por los doseletes góticos y esculturas de santos. En ellas podemos observar un claro avance con respecto al retablo del Pilar, no solo en el tratamiento de las figuras, sino también en la técnica del relieve.


Los tabernáculos y pilares del cuerpo del retablo fueron realizados por Juan de Landermain.

En la escena de la izquierda del retablo podemos ver a Jesús con la cruz a cuestas. En primer plano Jesús portando la cruz, al que ayuda el Cireneo y un soldado romano, tras pasar por la puerta Justiciaría de Jerusalén. En segundo plano un grupo de romanos con palos y cuerdas conducen a los ladrones que van a ser crucificados junto con Jesús. En esta representación los planos están superpuestos para conseguir dar sensación de profundidad.


En la escena destaca el realismo de los rostros, mostrándonos emociones y sentimientos. Las figuras de gran tamaño visten ropajes de la época de Forment (turbantes, cofias, cascos). La disposición de las figuras está más cercana al gótico.


Cubren la escena numerosos doseletes góticos, llenos de esculturas de santos (San Agustín, San Gregorio, Santa Catalina).

Detalle de la escena de Jesús con la cruz a cuestas. Vemos la expresión de los rostros, con gran realismo, incluso en segundo término un grupo de tres figuras en animada conversación. Al fondo, en menor tamaño, los ladrones son conducidos al martirio.


De una calle a otra se pasa a través de grandes pilares con santos y profetas bajo doseletes. En la calle central se esculpió el Calvario, realizado de una manera clásica. Por encima de ella se dispone el expositor u óculo, con el Padre Eterno.

En el centro la figura de Cristo en la cruz, verdadero eje central de la escena. Cubierto por un amplio paño de pureza muestra la anatomía de su torso, brazos y piernas. En su representación podemos observar un realismo dramático. Su rostro muestra el sufrimiento de su pasión. Está acompañado en su suplicio por el ladrón Bueno y el ladrón Malo (Dimas y Gestas), ambos en claros escorzos y un gran dramatismo. Por encima de los brazos de Jesús se representan el sol y la luna (estos dos símbolos realizados en madera).


En la zona intermedia los soldados romanos, a la izquierda Longinos con la lanza que posteriormente clavará a Cristo en el costado; en la parte inferior, a la izquierda, el grupo de San Juan y las tres Marías, que con gran dolor acompañan a Cristo en su muerte; a la derecha otro grupo formado por soldados romanos que llevan símbolos de la pasión (lanza, hacha) y el primero de ellos porta un escudo con una cara monstruosa.


La técnica es clásica pero muy naturalista, y con un excelente tratamiento de los paños.

Detalle del Expositor del Santísimo Sacramento, típico de los retablos aragoneses. Formado por un óculo rodeado por una orla con cabezas de querubines, a ambos lados ángeles músicos; y sobre él la figura de Dios Padre que eleva sus manos, rodeado de cabezas de ángeles. En la parte inferior la pequeña figura del Espíritu Santo.


El óculo se abre a un pequeño camarín construido tras el retablo, al que se accede mediante una escalera de caracol que parte de la sacristía nueva. Este camarín fue encargado en 1543 a Esteban Solorzano y a Nicolás de Urliens.

En la parte derecha se representa el Descendimiento, inspirado en el grabado realizado por Marco Antonio Raimondi siguiendo una obra de Rafael. La composición es piramidal. El centro lo forma el grupo de la Virgen, la Magdalena y las santas mujeres.


En la parte superior vemos las esculturas de San Jerónimo, Santa Ana Triplex, y Santa Isabel de Aragón

La Virgen ha sufrido un desmayo y está atendida por la Magdalena, la cual grita de dolor. En los extremos, a la izquierda San Juan; y a la derecha san Juan de Arimatea. Los judíos que recogen el cuerpo de Cristo muestran actitudes muy realistas y excelentes escorzos.



El retablo de la catedral de Huesca, restaurado en 1996, representa el cenit de la obra de Damián Forment, en él supera el estilo del retablo del Pilar de Zaragoza. Fue el escultor más avanzado de Aragón en esa época, sin haber visitado Italia, asimiló las “tendencias cuatrocentistas y cinquecentistas italianas”, a partir de los grabados y estampas que empezaban a circular por la Corona de Aragón.



Espero que os haya gustado a todos. Hasta el próximo vuelo.



BIBLIOGRAFÍA:


-DURAN GUDIOL, Antonio: Proceso criminal a Maestre Sebastián Ximénez, escultor (1548), Huesca, Instituto de Estudios altoaragoneses, Diputación de Huesca, 1992.


-VV.AA.: El retablo mayor de la catedral de Huesca. Restauración 1996, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1996.


-Catálogo Exposición “Damián Forment , escultor renacentista”, Zaragoza, Palacio de Sástago desde el 15 de marzo al 5 de mayo de 1996.


- CARDESA GARCÍA, Mª Teresa: La escultura del siglo XVI en Huesca 1. El ambiente histórico-artístico, Huesca, Diputación “Instituto de Estudios Altoaragoneses”, 1996.


-CARDESA GARCÍA, Mª Teresa: La escultura del siglo XVI en Huesca 2. Catálogo de obras, Huesca, Diputación “Instituto de Estudios Altoaragoneses”, 1996.


-MOLINER ESPADA, Emilio: Alcorisa. Lugar de nacimiento de la familia de Damián Forment, escultor del Renacimiento (1479/80-1540), Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”, Diputación de Zaragoza, 2013.


-ALONSO ÁLVAREZ, Raquel: El camarín del Santísimo Sacramento de la catedral de Huesca (1543) y la herencia litúrgica medieval, 2016.



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