"San Valero, San Vicente Martir, San Pedro Arbués y Sto Dominguito de Val, en la Gloria". José Luzán
En el museo Provincial de Zaragoza se conservan cuatro obras de este gran pintor, maestro de maestros. Ya que bajo su tutela estuvieron, entre otros, José Beratón, Antonio Martínez y sobre todo Francisco de Goya, y los hermanos Bayeu; siendo considerado uno de los pintores más importantes del siglo XVIII en Aragón.
José Luzán nació en el seno de una familia de pintores, ya que su padre, Juan Luzán, también era pintor. Gracias a la ayuda de la familia Pignatelli viajó a Nápoles, donde aprendió el oficio en el taller del maestro Giuseppe Mastroleo, quien le puso en contacto con el barroco italiano. En 1730 regresó a Zaragoza donde abrió una escuela de dibujo por la que pasaron, como ya hemos comentado, los pintores más importantes del momento, como es el caso del genial Francisco de Goya y los hermanos Bayeu, en especial Francisco, otro referente de la época. En 1741 fue nombrado por Felipe V pintor de la Casa Real. Trabajó para la iglesia, y para los grandes personajes de la época, sobre todo en Zaragoza, donde fue profesor de la Academia de Pintura y Escultura hasta su fallecimiento en 1785. (Para ver su biografía más amplia os remito a la bibliografía, en la que podréis ver los enlaces de otros artículos anteriores sobre este pintor aragonés).
El 7 de agosto del año 1756 el Cabildo zaragozano ante la gran cantidad de piezas de orfebrería y relicarios que la catedral de La Seo había ido atesorando, tomó la decisión de construir un gran armario en la sacristía de la catedral con el fin de albergar todas las "jocalías" que el templo poseía. El armario fue encargado al maestro de obras de La Seo, Julián Yarza y Lafuente, trabajando también en esta obra los carpinteros Silvestre del Rey y Manuel Rueda. Una vez terminado se planteó la decoración exterior del mismo, encargando su ornato al pintor, que por aquel entonces era el más famoso de la ciudad, José Luzán.
Este pequeño óleo sobre lienzo que hoy podemos contemplar en el Museo de Zaragoza, es un boceto de la obra encargada por el Cabildo para el mencionado armario de las reliquias, que el coleccionista Félix Palacios, su actual propietario, entregó en depósito, en el año 2008, al Museo zaragozano. Si lo comparamos con la obra principal, vemos que el pintor realizó algunos cambios, pero el tema, en general, sigue las pautas que marcó en el boceto que hoy vamos a estudiar.
La iconografía que el maestro Luzán tuvo que pintar fue determinada, con toda la seguridad, por el propio Cabildo. Debía ser un homenaje a cuatro de los santos más representativos de la primera comunidad cristiana de Caesaragusta: san Valero, san Vicente, san Pedro Arbués y a santo Dominguito de Val.
La composición se divide en dos zonas, la inferior, en donde se ubican los santos acompañados por ángeles portadores de los diversos símbolos que los identifican; y la superior, ocupada por la Santísima Trinidad acompañada por la Corte Celestial. Como comenta en su estudio sobre esta obra, el historiador Arturo Ansón, Luzán se inspiró para realizarla en "la Glorificación de Santa Cecilia", de Sebastiano Conca (en la iglesia de Santa Cecilia in Trastévere de Roma); en "la Venida de Nuestra Señora del Pilar" que Antonio González Velázquez, pintó en la cúpula sobre la Santa Capilla del Pilar de Zaragoza; así como en la obra del pintor italiano Corrado Giaquinto. No olvidemos que Conca y Giaquinto pertenecieron a la Escuela Napolitana, escuela que tanto influyó en la pintura de Luzán.
En esta obra podemos ver plasmada la calidez tan característica en su pintura, aprendida en sus años de estudio en Napoles. Luzán ha aplicado la pintura libremente, con pinceladas empastadas para dar mayor volumen a las formas. Los tonos son verdosos, grises, rosados y verdosoamarillentos. El rompimiento de cielo es el resultado, asimismo, de la pintura napolitana, sobre todo del pintor Corrado Giaquinto, a través del pintor madrileño Antonio González Velázquez.
Parte superior.
La Santísima Trinidad, está representada con la tipología "clásica" en horizontal: Dios Padre y Dios Hijo entronizados sobre nubes, con forma humana individualizada; mientras el Espíritu Santo, en el centro de ambos, revolotea con forma de paloma, tal y como apareció en la escena del Bautismo de Cristo: “Después de ser bautizado, Jesús salió del agua. De repente los cielos se abrieron, y él vio al Espíritu de Dios descender en forma de paloma y se posó sobre él. Y una voz que venía del cielo decía: Este es mi Hijo bienamado” (Mt. 3,16-17).
Esta forma de representar a la Trinidad está asociada a escenas marianas, que tienen relación con la Virgen María; o hagiográficas, en las que se representan a santos, como es el caso de esta obra. Toda la escena se desarrolla rodeada de un gran resplandor de luz dorada.
Santísima Trinidad.
El concepto de Trinidad (por el que existen Tres Personas distintas en una misma Esencia) es una construcción que se origina en el cristianismo primitivo tardío y cuya representación se realizó, de forma tosca, desde el principio del cristianismo. Aunque la creencia en Dios “Uno y Trino” se estableció oficialmente con Silvestre I en el Concilio de Nicea (325) en donde quedó fijado “El Credo” y la “Profesión de Fe”, tal y como la conocemos actualmente.
No fue hasta el año 1334 cuando el Papa Juan XXII instauró el Misterio como fiesta oficial, pese a que la piedad popular lo asimiló mucho antes. Los artistas para representar este Misterio lo hicieron siguiendo dos planteamientos, por el modelo abstracto (por medio de símbolos: triángulo, mano, letras); o por el modelo antropomorfo, representando a figuras (tres humanos, tres ángeles, tres cabezas, dos humanos y una paloma). La iglesia, ante estas imágenes solventó el problema para representar a la Trinidad en 1752, mediante la Bula dictada por el Papa Benedicto XIV, por la que se aceptaba la figura de un anciano, o Dios Padre; un hombre joven, Dios Hijo; y una paloma, símbolo del Espíritu Santo; las demás representaciones se definieron como no apropiadas: "Así pues, las imágenes de la Santísima Trinidad comúnmente aprobadas y que se han de permitir en absoluto son aquellas en las que o la Persona de Dios Padre se muestra en la forma de un varón anciano, tomada de Dan, Cap. VIL Vers. 9, en las que se sienta un Anciano de días, y en su seno a su Hijo Unigénito, es decir, Cristo Dios y hombre, y entre los dos al Espíritu Santo como paloma, o se representan las dos Personas separadas un breve espacio, una de un varón anciano, es decir, el Padre, la otra de Cristo, y en medio de las dos el Espíritu Santo en forma de paloma", en el mismo Edicto aprueba la figura de Cristo muerto en el seno del Padre y una paloma sobre ellos (Trono de Gracia).
Dios Padre.
A la derecha del espectador, se sitúa Dios Padre, representado como un anciano vigoroso, de poblada barba y cabellos blancos sobre los que luce un nimbo triangular, símbolo de la divinidad, armonía y proporción. Se halla sentado y sostenido por un robusto ángel mancebo, que adopta una postura forzada. Dios Padre va ataviado con amplias vestiduras. Reposa su brazo derecho sobre la esfera celeste, representación de todo el universo, para plasmar su Omnipotencia; apoyando, asimismo, en su antebrazo el cetro de oro, que simboliza su poder; mientras eleva su mano izquierda, y la abre (la mano de Dios), dirigiendo al mismo tiempo su mirada hacia la parte inferior donde se sitúan santos y ángeles.
Si comparamos esta obra con la Anunciación de la iglesia de san Miguel de los Navarros de Zaragoza, que ya os he mencionado (ver la bibliografía) realizada por el mismo pintor hacia 1765, vemos que Luzán ha utilizado la misma representación de Dios Padre para ambas obras.
Dios Padre aparece tal y como narran las Sagradas Escrituras: "un anciano de días", siendo san Agustín quien dio pie a representarlo de esa forma. El primer Papa que emitió un edicto para representar a Dios Padre fue Alejandro VIII, en el "Decreto del Santo Oficio del 7 de diciembre de 1690": "Es lícito al cristiano colocar en el templo la imagen de Dios Padre sentado".
Grupo de ángeles.
El movimiento y jugueteo de los ángeles, sus inestables y simpáticas maneras provocan, pese a cierto aire severo en sus rostros, un relajamiento que descarga la grave solemnidad argumental de la composición; contribuyendo a dinamizar la escena.
Dios Hijo y Espíritu Santo.
A la izquierda de la parte superior, Luzán ha colocado a Dios Hijo. Tal y como Jesús dijo al Sumo Sacerdote en el Sanedrín (Mateo 26:64): "Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo".
Cristo aparece sentado, a la derecha de Dios Padre sobre unas algodonosas nubes, apoyando sobre su hombro izquierdo uno de los símbolos de su martirio, la cruz. Es un joven de treinta y tres años, con rostro grave y barba recortada. Aparece semidesnudo, cubriendo la parte inferior de su cuerpo y la espalda con una vaporosa tela ocre. Jesús dirige su mirada hacia la parte inferior; sujetando con su mano izquierda la cruz con la que salvó al mundo, mientras extiende su mano derecha hacia la parte inferior, donde se sitúan los ángeles y santos.
En el centro de Padre e Hijo aparece una paloma blanca, que simboliza al Espíritu Santo. De ella parten una serie de rayos dorados. Su aparición en el centro no es casual, ya que con ello se quiere indicar que procede del Padre y el Hijo, es decir que forman una unidad, un solo Dios.
Ángeles músicos y turiferarios.
En la obra vemos una serie de ángeles, que forman parte de la Corte celestial, que glorifican, alaban y arrojan incienso a Dios, rindiéndole pleitesía. Son representados como ángeles niños, y ángeles mancebos, destacando por su belleza y juventud. Sus alas simbolizan el movimiento y su función de mensajeros celestes.
En el centro de la composición, separando la zona donde se sitúan los santos y la Trinidad, vemos un grupo con tres ángeles mancebos turiferarios, portando un incensario y un "quemaperfumes", que elevan su mirada hacia lo alto; a la izquierda un grupo de ángeles con instrumentos musicales de viento; y a la derecha ángeles niños con ramos de flores.
Ángeles músicos.
En el ángulo superior derecho podemos ver un grupo de ángeles con instrumentos de cuerda, el primero toca el violín, el que se encuentra en el centro la viola, y el tercer ángel, el arpa.
Ángel mancebo
Situado en el mismo centro de la composición, es el hilo conductor de la zona superior con la inferior. Su mirada se dirige directamente hacia los santos que se sitúan en la parte inferior.
Zona inferior.
En ella, en actitud de adoración, se sitúan cuatro santos importantes de la iglesia Caesaraugustana, muy vinculados a la historia de la ciudad y a la sede catedralicia. De izquierda a derecha: san Vicente, san Valero, san Pedro Arbués y santo Dominguito de Val. Todos ellos pintados minuciosamente, llevando cada uno el símbolo que le identifica.
Destaca su dibujo "preciso y seguro" de figuras de modelado "blando y delicado", impregnado por una paleta cromática en tonos verdosos, grisáceos y amarillos de gran luminosidad, con lo que se transmiten ambientes cálidos e inspiración napolitana.
Es una obra de una gran belleza, en donde el pintor ha estudiado detalladamente la composición de cada uno de los personajes que podemos ver en el lienzo.
A la izquierda, san Vicente y san Valero.
San Valero fue obispo de la entonces Caesaraugusta, actual Zaragoza. Su actividad pastoral coincidió con las persecuciones del emperador Diocleciano. Esta persecución no disuadió al obispo, que junto con su diácono Vicente de Osca, actual Huesca, no cejó en su empeño de difundir la fe cristiana y socorrer a los perseguidos. Ambos fueron capturados y llevados a Valentia (Valencia) para ser juzgados. Al parecer, San Valero tenía algún problema en el habla, quizás fuera tartamudo; y fue San Vicente Mártir quien se encargó de la defensa de ambos, recibiendo las peores consecuencias. Mientras Vicente fue torturado y ajusticiado, Valero solo fue desterrado.
San Vicente Mártir.
También conocido como Vicente de Huesca nació en la romana Osca, en la segunda mitad del siglo III. Fue clérigo y diácono del obispo san Valero en Caesaraugusta (Zaragoza), con quien comenzó su actividad apostólica. Durante la persecución de Diocleciano (en el 303), fue denunciado por predicar el cristianismo; y, junto a san Valero, fue encarcelado por orden del gobernador Publio Daciano; ambos fueron llevados a Valentia (Valencia). Vicente fue martirizado, muriendo hacia el 22 de enero de 304-305, en la ciudad del Turia, de donde es santo Patrono, así como de Portugal.
Se le ha representado con las vestimentas de su rango, con la roja dalmática y coronado con nimbo en cuyo centro, al igual que el resto de los santos, se inscribe una estrella dorada, símbolo de la luz divina que les ha concedido la santidad. Vicente vuelve su rostro hacia san Valero, situado a su izquierda, llevándose la mano al pecho.
San Valero.
Valero nació en el seno de una familia ilustre de Caesaraugusta. Aunque no se conoce su fecha de nacimiento si se sabe que fue obispo de la ciudad desde el año 290 hasta el 29 de enero de 315, fecha de su muerte en Enate, cerca de Barbastro (Huesca), donde había sido desterrado en tiempos del emperador romano Diocleciano, por el gobernador tarraconense Daciano al defender la fe cristiana. Fue enterrado en el castillo de Estada; encontrándose su cuerpo en el siglo XII, cuando el obispo Arnaulfo de la Ribagorza atestiguó que se lo había indicado una revelación divina. El obispo trasladó el cuerpo de San Valero a Roda de Isábena. Tras la conquista de Zaragoza en 1118 por parte de Alfonso I la nueva Iglesia Caesaraugustana decretó a Valero su protector y patrono, reclamando a Roda sus restos, que finalmente entregó en dos veces, el brazo en 1121, y la cabeza en 1171.
Luzán lo ha pintado con vestiduras que se usaban en el siglo XVIII, destacando su preciosa capa pluvial de vistoso color amarillo. Con gesto grave señala, a su diácono san Vicente, la presencia de la Santísima Trinidad en la parte superior.
Ángeles portadores de símbolos.
En la parte inferior de la figura de san Valero vemos el báculo, insignia simbólica del obispo como pastor de la comunidad cristiana; mientras unos angelotes portan la mitra, ricamente ornamentada con piedras preciosas y el libro de las Sagradas Escrituras.
San Pedro Arbués y santo Dominguito de Val.
Podemos ver como el pintor ha distribuido los diversos grupos de forma equilibrada. Todos ellos están suspendidos sobre algodonosas nubes, indicando que participan de la Corte Celestial. Dando un "sentido ascensional a la composición", incluso con los ademanes de los santos y ángeles.
San Pedro Arbués.
Este santo aragonés, nació en la localidad de Épila en 1441, y tras estudiar en la Universidad de Zaragoza, en 1469 se fue a Bolonia, donde fue nombrado catedrático de filosofía moral de la Universidad de esta ciudad italiana. En 1474, ya estaba nuevamente en Zaragoza, siendo elegido canónigo de La Seo zaragozana y en 1484 primer Inquisidor de Aragón por el temible Inquisidor General Torquemada. El cargo de Inquisidor era muy temido en aquella época, sobre todo por parte de la población judeoconversa.
Un grupo compuesto por las familias conversas más importantes de la ciudad: los Montesa, los Sánchez, los Santángel, los Paternoy..., encabezaron una conspiración que trajo como consecuencia la muerte de Arbués en el mismo templo de La Seo. Era la noche del 14 al 15 de septiembre de 1485, cuando El Inquisidor asistía a maitines en la catedral zaragozana, ocho sicarios pagados por estas familias judeoconversas de la ciudad, le asestaron dos puñaladas en la garganta y en el brazo, hiriéndole de muerte. Arbués murió dos días después, el 17 de septiembre, que es cuando se celebra su fiesta.
Pero Pedro Arbués era conocido por la gran amabilidad que tenía y en general era querido por la mayor parte de la ciudadanía. Esta muerte trajo consigo un duro castigo para los conversos, como bien dice el cronista Jerónimo Zurita: hubo "nueve ejecutados, en persona, aparte de dos suicidios, trece quemados en estatua y cuatro castigados por complicidad". San Pedro Arbués, fue canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Se representa al santo arrodillado y vestido de canónigo, con la profunda herida del cuello, que le infringieron sus asesinos, por la que aún mana un reguero de sangre, que le cae por el lado izquierdo de su muceta. Eleva su mirada hacia lo alto. El pintor supo plasmar una imagen que moviese a la devoción de los fieles.
Santo Dominguito de Val.
Dominguito de Val fue uno de los "infanticos" (niños que atienden el culto en el coro y en el altar de las dos catedrales zaragozanas: La Seo y el Pilar), del coro de La Seo de Caesaraugusta, quien, un 31 de agosto de 1250, a la edad de siete años fue entregado por el judío Albayuceto a un grupo de judíos. Estos, para vengarse de los cristianos, lo clavaron a una pared con tres clavos y le abrieron una herida en su costado, tal y como murió Jesucristo. Ya muerto le cortaron la cabeza y los pies, tirándolos a un pozo, y el resto del cuerpo lo enterraron secretamente en la ribera del Ebro. Tiempo después unos barqueros guiados por unas luces misteriosas descubrieron su sepultura. Desde entonces sus restos se veneran en La Seo zaragozana.
Santo Dominguito de Val, aparece vestido con la tradicional vestimenta de los infanticos: sotana roja sobre la cual lleva un blanco roquete. En el boceto el santo niño mira hacia la parte superior donde se encuentra la Gloria, en cambio en la obra ya acabada mira directamente hacia el espectador, siendo sus rasgos más infantiles (pudiera ser el verdadero retrato de un monaguillo que ayudaba en la catedral; o incluso, como bien dice Arturo Ansón, se trata del mismo hijo del pintor: Ignacito Luzán, por entonces de seis años de edad). En sus manos podemos ver las huellas de los clavos que perforaron sus palmas al ser martirizado. Detrás de él, dos ángeles portan la cruz, símbolo de su crucifixión, y la palma de mártir.
Ángeles portadores de símbolos.
Un ángel mancebo lleva en su mano derecha la espada con la que asesinaron a san Pedro Arbués; mientras en su mano izquierda muestra una rama de olivo, símbolo de paz; y una cruz. A la derecha, un angelote porta la antorcha de la verdad.
Estamos ante una de las obras cumbres del pintor, en la que ha sabido dar perfectamente el ritmo adecuado a toda la composición. Ante una preciosa obra llena de emotividad religiosa, favorecida por el ligero claroscuro y el juego de la luz y de los colores, que nos ponen en contacto con la "sensibilidad delicada y ornamentalista del más fino gusto rococó", como bien nos dice Ansón en su magnífico estudio sobre el pintor.
Otra visita al Museo de Zaragoza. Un gran desconocido para muchos zaragozanos. Os recomiendo su visita. Siempre hay algo que aprender, algo que te sorprende. El poder pasear por nuestra historia y nuestro patrimonio histórico-artístico es un verdadero lujo. El relax está asegurado.
Espero que os haya gustado. Hasta el próximo vuelo.
BIBLIOGRAFÍA:
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-PELÁEZ MALAGÓN, J. Enrique: Modelos iconográficos de la representación de la Trinidad en el arte: docs.google.com/document/d/1Wm3mPzdtGoAdp298ax_fvU53skF5V-3r2lNFkJUVakA/edit#heading=h.3znysh7
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-Anunciación de José Luzán en la iglesia de san Miguel de los Navarros de Zaragoza: https://www.elviajedelalibelula.com/single-post/2019/01/03/La-Anunciaci%C3%B3n-Una-delicada-obra-del-pintor-aragon%C3%A9s-Jos%C3%A9-Luz%C3%A1n-Mart%C3%ADnez
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