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Retablo de san José de la iglesia parroquial de Albalate del Arzobispo (Teruel). Museo de Zaragoza.


En el Museo Provincial de Zaragoza, podemos contemplar este curioso retablo, realizado al temple sobre una sarga o tela clavada a una tabla de pino, procedente de la iglesia parroquial de la localidad turolense de Albalate del Arzobispo. La villa de Albalate, junto con su castillo, fue donado en 1149 a don Bernardo de Zaragoza, obispo de la ciudad, por el conde de Barcelona y esposo de la reina Petronila de Aragón, don Ramón Berenguer IV, en agradecimiento por la ayuda prestada en las campañas en la conquista de Lérida y Fraga.


No hay que olvidar que Zaragoza fue gobernada por obispos hasta 1318, año en que fue erigida la archidiócesis, por ese motivo la villa de Albalate fue donada al Obispo de Zaragoza, llamado Bernardo y no a un arzobispo.


Estamos ante un retablo, pintado al temple sobre sarga con el dibujo en grisalla. Consta de dos cuerpos, con tres calles verticales, divididas a su vez en dos niveles, y sobre la central el ático, de mayor altura. Rodeando todo el conjunto una gran polsera, decorada con motivos renacentistas.


Esta obra fue atribuida al Maestro Hearst, aunque en realidad no se conoce su autor. El estilo está dentro de un gótico que muestra la influencia de pintores como Bartolomé Bermejo o Jaime Huguet, y ya anuncia el renacimiento. Se fecha hacia 1510.


La obra está dedicada a san José, mostrando varios episodios de su vida. En la calle central, se representa al padre putativo de Jesús, sentado en un trono dentro de una hornacina avenerada, sobre la que se pintó un doselete imitando las calidades de la madera, dentro de un estilo más renacentista. En la parte superior el tradicional Calvario que culmina los retablos de la época.


Flanqueando la calle central, cuatro escenas con pasajes de la vida de san José: El anuncio del ángel y la Anunciación, los Desposorios, el Nacimiento y la Epifanía.


La figura de San José ha tenido gran importancia dentro del culto cristiano, aunque en las obras de arte no siempre le dieron el lugar que le correspondía. En la Edad Media se le relegó a un segundo plano, representándolo como un anciano y casi oculto en las escenas en las que aparecía, pero nunca como protagonista de su propia historia, sino en relación con la vida de la Virgen o la infancia de Jesús.


El redescubrimiento de la figura de san José fue gracias al canciller de Paris y teólogo francés Jean Gerson, quien a través de sus escritos (como el poema Josephina) y sus discursos, como el pronunciado en 1416 en el Concilio de Cosntanza contribuyó a elevar a san José a un rango mayor que el de los apóstoles y próximo al de la Virgen. Su importancia creció posteriormente tras la publicación del dominico milanés Isidoro de Isolano, de “La Suma de los dones de san José”. La devoción al santo también tuvo gran relevancia gracias a Santa Teresa de Jesús, ya que la santa abulense tuvo gran admiración por él y propagó su imagen y la devoción hacia su figura, siendo figura importante en las comunidades religiosas de los siglos posteriores. Todo ello trajo consigo el que la presencia de san José se hiciera más patente en la iglesia, en la devoción del pueblo, en la literatura religiosa y en el arte, hasta tal punto que en el año 1870 fue proclamado por el Papa Pio IX, Patrono de la Iglesia Universal.

En cuanto a las fuentes escritas, San José es mencionado solo en los dos primeros capítulos del Evangelio de san Mateo y en el de san Lucas, pero siempre relacionado con la infancia de Jesús y la vida de la Virgen. Mateo comenta que José era esposo de María, de la cual nació Jesús el llamado Cristo (Mt 1, 16). Curiosamente, Jacobo de la Vorágine, en la Leyenda Dorada, trata la figura de san José muy someramente, sin relatar ninguna historia de su vida.


A causa de la falta de datos sobre el santo, los artistas tuvieron que acudir a otras fuentes, no admitidas por la iglesia como fueron los Evangelios Apócrifos: sobre todo los conocidos como “Evangelios de la Infancia”, y el texto copto de la Historia de san José el carpintero, en los que dan una imagen del santo como un anciano, huraño siempre en un segundo plano, que será la base de la imagen que en la Edad Media se tuvo de él. A partir del siglo XVI ya podemos encontrar imágenes de un san José más joven, aunque pervivió la representación del santo como un venerable anciano.

El símbolo de la vara lo encontramos en los Evangelios Apócrifos, donde se relata que María vivía en el Templo de Jerusalén y a la edad de doce o catorce años, los sacerdotes consideraron prudente el encontrarle marido. Por ese motivo fueron convocados al templo un hombre de cada tribu de Israel en disposición de contraer matrimonio. Entre ellos estaba José, representante de la tribu de Judá (y según algunos textos viudo y ya con hijos). Cada uno debía llevar una vara y dejarla sobre el altar; la vara que floreciera sería la elegida y su propietario desposaría a la joven María. Según los escritos El Espíritu Santo descendió sobre la de san José y fue la que floreció. Así se cumplió lo narrado por el Profeta Isaías: “Y saldrá una rama de la raíz de Jesse, y una flor saldrá de su raíz”. (Is 11,1).


En este retablo, José aparece nimbado con aureola poligonal, es el único personaje al que han representado con ese nimbo estrellado. El motivo es para diferenciarlo de otros personajes considerados más “sagrados”, como María, el Niño y los ángeles que lo llevan redondo. Viste un amplio manto rojo sobre una túnica negra. En su mano izquierda porta un báculo y en la derecha la vara florida, símbolo de pureza y castidad. En el Evangelio de San Mateo (SM 1:19) es considerado como un hombre justo, que aparece en varios momentos de la vida de Jesús y de María, pero que tras la Presentación de Jesús en el Templo no vuelve a ser nombrado.

El retablo culmina con el Calvario, que sigue la iconografía tradicional, con Cristo crucificado con tres clavos flanqueado por las figuras de María y Juan Evangelista. Cristo ha muerto, su cuerpo manifiesta las huellas de su Pasión. El fondo presenta un paisaje árido en grisalla.

En la tabla inferior izquierda se representan dos escenas distintas en una misma estancia, es el hogar que José comparte con María. La sala se cubre con una curiosa bóveda de arista y en el fondo podemos observar un rosetón gótico. En la parte izquierda se desarrolla la conocida como “Duda de San José sobre la pureza de María”; mientras a la derecha está María, arrodillada, que levanta su mirada del libro que está leyendo; y juntando sus manos, en actitud de oración, observa la escena que se desarrolla a la izquierda.

La Duda de san José, realmente es una de las pocas escenas en las que san José tiene papel protagonista. Según el evangelio de san Mateo (Mt, 1, 28-24) José al enterarse del embarazo de María, pensó repudiarla en secreto, pero un ángel se le apareció en sueños. El árcangel san Gabriel (el mismo de la Anunciación) se presentó ante José y le comunicó que María era pura: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, pues su concepción es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás el nombre de Jesús; porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 20-21).


En la tabla que nos ocupa se presenta el hecho de manera diferente. San José está despierto y atendiendo con gran interés lo que el ángel le está explicando. José es un hombre ya maduro, que se apoya en un bastón.

La representación de María es muy similar a la que en muchas ocasiones podemos ver en el tema de la Anunciación. María está en sus aposentos leyendo y ante la presencia del ángel, que le viene a comunicar la Buena Nueva, suspende la lectura y dirige su mirada hacia la aparición. En este caso lo hace hacia el ángel y san José, que están situados a su derecha. María es una mujer joven con una larga melena ondulada. Su ropa es típica de principios del siglo XVI.


En esta tabla podemos contemplar los Desposorios de la Virgen y san José. La escena se desarrolla en el interior del templo, en donde se encuentran las figuras colocadas en un friso horizontal con una composición simétrica y piramidal. En el centro se sitúa el sacerdote, flanqueado por José Y María, tras ella, a la derecha las mujeres (las doncellas que vivían con María en el templo); y a la izquierda, detrás de José, los hombres (quizás los varones no aceptados para casarse con María). José porta en su mano izquierda el bastón florecido, símbolo de que es el elegido para desposarse con María. Tanto los caballeros como las damas, incluida María, van ataviados con ropajes del siglo XVI, no así José, que lleva el mismo manto y túnica con los que aparece en todas las escenas del retablo, vestimentas mucho más humildes que el resto de los personajes.

Detalle del grupo principal de los Desposorios. En donde se representa la ceremonia de la unión de las manos de los contrayentes y el sacerdote Zacarías les da la bendición. En esta escena también podemos observar la diferencia de forma de los nimbos de María y José, quién porta en su mano el símbolo que le caracteriza: la vara florecida.


La siguiente escena que vamos a comentar se sitúa en la parte inferior derecha: la Epifanía, Los evangelios canónicos no mencionan la presencia de san José en el episodio de la Epifanía, en cambio en los Apócrifos si aparece.


El pintor ha plasmado el momento en el que los Reyes de Oriente han llegado al portal de Belén, representado como un modesto cobertizo hecho de troncos de árbol con cubierta de paja a doble vertiente, sobre el que brilla la estrella que ha conducido hasta Belén a estos Magos para rendir pleitesía a Jesús y entregarle sus presentes. Jesús, ya mayorcito, los recibe sentado sobre las rodillas de su madre, vestida con una saya rosada sobre la que porta un manto azul ribeteado en dorado. A su derecha está José en actitud humilde, apoyado en su bastón, contemplando, con mirada ausente, la escena.

La Sagrada Familia, detalle de la escena de la Epifanía. Podemos observar que san José está pintado de menor tamaño que la Virgen, poniendo en evidencia la importancia de cada uno de los representados.

El Niño lleva la bola del mundo dorada en su mano izquierda y con su mano derecha bendice al Mago que arrodillado le adora; mientras María, que observa la escena con gesto serio, porta en su mano izquierda el presente que le ha entregado el Rey.

Los tres Reyes repiten las actitudes tradicionales popularizadas a través de los teatros religiosos representados en las iglesias durante la Baja Edad Media. El más anciano ya lo hemos visto postrado a los pies del Niño; los dos restantes, llevando sus presentes en sus manos, se sitúan a la izquierda conversando. El de mayor edad señala hacia la estrella que brilla encima del portal.


La siguiente escena podemos ver el Nacimiento y el Anuncio a los Pastores. En el evangelio apócrifo del Pseudo-Mateo se dice: “Tres días después de nacer el Señor, salió María de la gruta y se aposentó en un establo. Allí reclinó al niño en un pesebre, y el buey y el asno le adoraron. Entonces se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “El buey conoció a su amo, y el asno el pesebre de su señor. Y hasta los mismos animales entre los que se encontraba le adoraban sin cesar”.

En la escena vemos al Niño escoltado por pequeños ángeles adoradores, flanqueados por María, que arrodillada cruza sus brazos sobre el pecho en actitud de adoración; mientras en la parte izquierda san José, con su bastón, también arrodillado, sigue manteniendo una mirada ausente y está representado, asimismo, de menor tamaño y de edad mucho más avanzada.


En la parte posterior y tras una pared de obra aparecen dos figuras, una de ellas señala la escena, mientras la segunda junta sus manos en actitud de oración; tal y como podemos leer en el evangelio de Lucas: Lc 2,16: los pastores tras el anuncio del ángel “fueron de prisa y encontraron a María, a José y al Niño reclinado en el pesebre”.

Detalle de la figura de la Virgen arrodillada en el lado derecho. Es una mujer joven que se muestra en actitud de recogimiento, cruzando sus brazos sobre el pecho mirando hacia su hijo y entregada a sus pensamientos.

Grupo de los Ángeles adoradores que sonríen ante el Niño.

En la parte superior se observa muy desdibujado el Anuncio a los Pastores. Según el Evangelio de san Lucas, única fuente en la que menciona el hecho, en los alrededores donde nació Jesús, se encontraban unos pastores con sus rebaños. Un ángel se les presentó y les dijo: “No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre... Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre” (Lc 2, 8-16).


En la fotografía vemos un ángel que sobrevuela sobre el grupo de pastores, quienes, portando sus cayados y vestidos con pobres atavíos, huyen ante la celestial presencia.


Espero que visitéis el Museo, la sección del Renacimiento ya está inaugurada y es un verdadero placer visitar y admirar estas obras de nuestro patrimonio aragonés.


Hasta el próximo vuelo.




BIBLLIOGRAFÍA:


-VV.AA.: El retablo aragonés del siglo XVI. Estudio evolutivo de las mazonerías. Zaragoza, DGA, 1992.


-MORTE GARCÍA, Carmen: El esplendor del Renacimiento en Aragón. Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2009.


-MORTE GARCÍA, Carmen: La pintura del Renacimiento. Zaragoza del 9 de octubre al 30 de noviembre de 1990, Museo e Instituto "Carmen Aznar", Obra social de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja


-CANTERA MONTENEGRO, Jesús: La figura de san José en el Arte: https://www.revistamirabilia.com/sites/default/files/ars/pdfs/01-03ars_0.pdf


-DE ARRIBA CANTERO, Sandra: San José: https://www.ucm.es/data/cont/docs/621-2013-12-14-07.%20San%20Jos%C3%A9.pdf

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