Trasagrario de la iglesia de san Miguel de los Navarros. Zaragoza.
La Contrarreforma fue un movimiento surgido en la segunda mitad del siglo XVI como respuesta a la Reforma Protestante de Martín Lutero. Entre los años 1543 y 1563 la iglesia católica se reunió en Trento (Italia) para realizar, así mismo, las reformas para contrarrestar las ideas protestantes. En este Concilio se reconocieron siete sacramentos, entre ellos la Eucaristía, en el que se afirmaba la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo bajo la apariencia del pan y del vino (la Transustanciación).
Tras la Contrarreforma se estableció la adoración eucarística de “Las Cuarenta Horas”, es decir la adoración del Santísimo Sacramento durante cuarenta horas, como recuerdo del tiempo que el cuerpo de Jesucristo permaneció en el Santo Sepulcro desde que fue bajado de la Cruz hasta su Resurrección. Esto trajo consigo la aparición de las cofradías que promovían la adoración a la Sagrada Forma (Cofradías de la Minerva, la primera instituida en Aragón fue en 1557 en la iglesia parroquial de san Felipe y Santiago de Zaragoza).
Todo este movimiento religioso trajo consigo el deseo de adecuar los templos antiguos pre-existentes, muchos de ellos de tiempos medievales, a la nueva liturgia que impuso la reforma del culto; y como veremos hoy la exaltación de uno de los pilares fundamentales de la Contrarreforma: la Eucaristía.
Fotografía: Interior Iglesia de san Miguel de los Navarros. Zaragoza. Retablo Mayor dedicado a san Miguel, obra de Damián Forment (https://www.elviajedelalibelula.com/single-post/2018/11/30/Retablo-Mayor-de-san-Miguel-de-los-Navarros-Zaragoza-Obra-de-Dami%C3%A1n-Forment)
El retablo expositor tuvo gran éxito en Aragón desde que se utilizó en el retablo mayor de La Seo Zaragoza a finales del siglo XV. Estos retablos tenían un óculo en la parte superior en donde se custodiaba y adoraba al Santísimo. Tras estos óculos se abrían capillas, pero al estar en alto, eran algo incómodas para realizar los ritos religiosos. Por ese motivo los sagrarios se bajaron a la altura del altar. A finales del siglo XVI y principios del XVII se comenzaron a construir las capillas sacramentales o trasagrarios, situadas a nivel del suelo en la parte posterior del retablo mayor, comunicándose con la iglesia a través de éste.
Estos recintos o trasagrarios fueron las fórmulas más originales de la arquitectura barroca hispánica de la Contrarreforma. En ellos se custodiaba la Sagrada Forma, cuando ésta no recibía culto público. El único trasagrario que ha llegado completo en Aragón es el que hoy os presento: el de la iglesia de san Miguel de los Navarros de Zaragoza.
Fotografía: Museo de la iglesia de san Miguel de los Navarros, al que se accede a través de la sala Capitular y la sacristía. Al fondo podemos ver la entrada al trasasgrario.
Los precedentes de estas “capillas” los encontramos en los óculos expositores eucarísticos, que en algunos casos presentaban pequeños habitáculos en el reverso de los retablos mayores. En Aragón el uso del trasagrario comenzó en 1567 en la cartuja de Aula Dei, pero en este caso como capilla independiente detrás de la cabecera y en “estrecha relación con el retablo mayor”.
En el caso de la iglesia de san Miguel de los Navarros de Zaragoza, se utilizó el pequeño espacio cuadrado que quedaba entre el muro del ábside y el propio retablo, y según consta en los libros parroquiales de san Miguel de los Navarros, el trasagrario y la sacristía se estaban construyendo en 1604 a cargo del maestro Jerónimo Gastón. En la construcción de estas dos estancias colaboraron los feligreses, entre los que sobresalió la familia de los Climentes, de la casa de Gurrea, cuyos blasones podemos ver en los muros del oratorio que se finalizó en 1607. Tras su construcción la iglesia y el trasagrario se comunicaron a “través del compartimento central del banco del retablo”, conservándose actualmente el mecanismo interior.
En la fotografía podemos ver la entrada al trasagrario a través del museo parroquial, que según consta en la puerta que comunica con la sacristía fue consagrada el 11 de julio de 1621. En este reducido habitáculo encontramos cuatro paredes cubiertas con seis lienzos, sobre un zócalo de cerámica, con episodios del Antiguo Testamento en concordancia con la Eucaristía, dos por cada lado; y un retablo que se corresponde con la parte posterior del retablo mayor de la iglesia. Las pinturas que podemos ver en este recinto son atribuidas al pintor Juan Felices de Cáceres el Viejo, feligrés de la parroquia, fallecido en 1618, y que trabajó en varias obras en la misma (entre ellas, las puertas que cerraban el retablo mayor y que desgraciadamente no se conservan).
Este espacio, hasta la rehabilitación del año 1994, estuvo dividido en dos pisos. El inferior, quizás fue utilizado como desván; el superior, como nos comentan Ibáñez y Criado, tenía su propio altar y un vano en la linterna que permitía el acceso al expositor del retablo mayor en la parte superior del retablo de Forment (donde se sitúa la Adoración de los Veinticuatro Ancianos que tuvo que ser reubicada para dejar hueco para el nuevo expositor).
En el retablo del trasagrario se representa la Adoración de los pastores. Se trata de una pintura realizada en las hojas de las puertas que cerraban la parte posterior del retablo mayor realizado por Damián Forment en 1519. Cuando se abrían se podía ver la ceremonia de la exposición eucarística que se estaba realizando en el altar mayor.
La Adoración de los Pastores se popularizó a partir del siglo XV. El tema es tomado del Evangelio de Lucas, capítulo 2:8-12; capítulo 2:15-20, en los que relata como un coro de ángeles anuncia a unos pastores el nacimiento de Jesús. Estos se dirigieron al lugar donde había nacido el Niño, para adorarlo.
En la pintura que podemos ver en este retablo, los personajes principales, María con el Niño entre sus brazos, están rodeados por un grupo de pastores en la parte derecha, formando un amplio semicírculo en el que también está integrado san José, sentado a la izquierda, acompañado por unos ángeles que elevan su mirada hacia lo alto. En la obra vemos un juego de luces y sombras, siendo la figura de la Virgen el punto más iluminado. En la parte inferior un cordero atado, que simboliza el propio sacrificio de Cristo.
En el banco de este pequeño retablo podemos ver, en la parte inferior, dos ángeles que flanquean la Sagrada Forma (detrás de la sacra central). Sobre ellos cuatro cuadritos en los que se representan, de izquierda a derecha: san Juan Bautista; Jesús, María; y San Francisco de Asis, también realizados entre 1604-1605 por Felices de Cáceres. Delante de ellos sacras y un cáliz (siglo XVIII).
A la izquierda del retablo de la Adoración, el profeta Jeremías, pintado al fresco. Jeremías es uno de los llamados profetas mayores, que fueron los que redactaron escritos más extensos (52 capítulos del Libro de Jeremías en el Antiguo Testamento). Su nombre significa “Dios me eleva”. En Jerusalén predicó a los israelitas para que cumplieran la ley de Dios, profetizando la destrucción del templo. Posteriormente fue a Egipto donde fue apedreado hasta morir. En sus sufrimientos y persecución fue el que más se pareció a Jesús y tras su muerte la gente se dio cuenta que era verdadero profeta. Jeremías anuncia en sus escritos una nueva alianza.
A la derecha del retablo, el profeta Isaías, también pintado al fresco. Isaías es también uno de los profetas mayores, el primero del Antiguo Testamento. Fue el profeta que vio claramente al futuro redentor. El cristianismo estima que Isaías en sus escritos anunció el nacimiento, sacrificio y la gloria de Jesús el Salvador del mundo. Se le ha considerado el “Príncipe de los Profetas”.
En el muro septentrional vemos dos temas que forman parte de la serie de seis pinturas de temas bíblicos relacionados de algún modo con la Eucaristía. El estilo de las pinturas es muy académico, siguiendo las corrientes de la pintura zaragozana de principios del siglo XVII. Uno de ellos “Elías y el Ángel”; y el otro el “Banquete de Eliseo”.
Representación de un episodio en la vida del profeta Elías (I Reyes 19, 1-18). El profeta se halla en el desierto de Judá, tras huir de la cólera de Jezabel, esposa del rey Acab, que quería matarlo al enterarse de que Elías había asesinado a los sacerdotes de Baal. Está acostado a la sombra de un árbol, y un ángel se le aparece trayéndole pan y agua, alimentos que le permitirán caminar durante cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al monte Horeb en donde se le apareció Dios. El ángel apoya su mano izquierda sobre el hombro de Elías que abre los ojos. El ángel le presenta el pan en su mano derecha. En la parte inferior vemos un cántaro con agua, que también le ha traído el ángel.
En el siguiente lienzo se presenta el milagro que realizó el discípulo del profeta Elías, Eliseo, cuyo nombre significa "Dios es salvación”, cuando llegó a Gilgal. En este lugar había una gran hambruna, por ese motivo Eliseo mandó a su criado Guejazi que fuera a coger vegetales para dar de comer a la gente. El criado recogió un fruto silvestre sin darse cuenta de que era venenoso, y preparó un guiso con él. Cuando estaban comiendo se dieron cuenta de que no era comestible y gritaron a Eliseo: “Varón de Dios, hay muerte en esa olla”. Él cogió un poco de harina y lo echó al guiso, haciéndolo comestible.
Posteriormente llegó un hombre de Baal-salisa, con veinte panes. Eliseo le dijo a su criado que lo repartiera entre los cien hombres que estaban comiendo; el criado le dijo que con esos panes no tenían ni para empezar, Eliseo le dijo: “Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehova. Comerán, y sobrará”. Y así sucedió. (2 Reyes 4:38-41-44).
En el muro oriental, el pintor plasmó las escenas de la “Mesa de los Panes de la Proposición”; y “Abraham y Melquisedec”.
La Mesa de la Proposición estaba colocada al norte en el primer tramo del santuario, a la derecha de la entrada del Tabernáculo. Era un lugar santísimo, donde la presencia de Yhavé era constante. En este espacio santo había tres objetos sagrados: la Mesa del Pan de la Proposición; el candelabro de oro de los siete brazos; y el altar del incienso.
La mesa, de madera de acacia, estaba recubierta de oro, tenía también a su alrededor una moldura, y cuatro anillos de oro, uno en cada ángulo, por los que pasaban dos barras cuando la tenían que transportar. La mesa medía dos codos de largo, por uno de ancho y uno y medio de alto(Éxodo 25: 22-30). Su estructura era la misma que la del Arca de la Alianza.
Esta mesa era utilizada para colocar los “Panes de la Proposición o Presencia“. Todos los sábados los Levitas o qohatitas tenían que hacer doce panes (como las doce tribus de Israel) de masa sin fermentar, y eran colocados aún calientes sobre la mesa de oro en dos hileras de seis, donde quedaban toda la semana enfrente del rostro de Jehová, como una ofrenda constante a Él, encendiendo incienso para perfumarlo todo, ya que el incienso tipificaba la fragancia divina. Sobre la mesa se colocaba un paño azul y carmesí, y sobre ellos se colocaban los utensilios de oro, platos, tazones, etc. Finalmente se cubría todo con piel de tejones.
Al sábado siguiente los sacerdotes descendientes de Aaron lo comían en el mismo lugar santo, y los qohatitas volvían a elaborar nuevos panes. (Levítico 24: 5-9; RVA). El único que comió pan sagrado sin ser descendiente de Aaron, fue David, cuando el sacerdote Ajimelec se lo ofreció, cuando fue a visitarlo al lugar de Nob.
Los habitantes de las “ciudades de la llanura” (Sodoma, Gomorra, Adma…), se rebelaron contra Quedorlaómer, rey de Elam, señor de esas tierras. Éste reclutó a otros cuatro reyes para que le ayudaran a castigar a los sublevados. Abraham, que residía en el encinar de Mamre, se enteró de que su sobrino Lot, residente en Sodoma, había sido capturado por el rey de Elam, por ello reunió a otros reyes para que le acompañaran y liberar a los sodomitas y a su sobrino.
Una vez liberados, Abraham volviendo a Canaán se detuvo en el valle de Save o del Rey, (uno de los valles que rodean Jerusalén), donde le salió al encuentro el rey de Salem (Jerusalén) y “sacerdote del Dios Altísimo”, al que identifican con Melquisedec. Éste ofreció a Abraham pan y vino, diciéndole: “Bendito sea Abraham del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra… Y le dio Abraham los diezmos de todo” (Génesis, 14, 18-21). Se presenta a Abraham como guerrero, pero también se ensalza su generosidad hacia el rey, ya que Abraham donó a Melquisedec un diezmo (una décima parte) de todos los bienes que había obtenido.
Algunos autores identifican a Melquisedec como una figura alegórica que representa la paz y es considerado como una figura profética de Cristo, ya que como Jesucristo, ofreció pan y vino
En el lado meridional podemos ver la recogida del Maná; y al sacerdote Ajimelec entregando a David los panes de la Proposición y la espada de Goliat.
Se narra el episodio del Éxodo 16, en el que Dios alimentó a su pueblo durante su caminar durante cuarenta años por el desierto en busca de la Tierra Prometida con el llamado "Maná" o "Pan del Cielo". El Maná cayó por primera vez cuando los israelitas estaban en el desierto de Sin, seis semanas después de su salida de Egipto, en respuesta a las protestas por las privaciones de la vida en el desierto. Los judíos al ver este alimento que parecía más bien copos blancos (Ex 16, 14), preguntaron ¿Man-hu?, y de ahí proviene la palabra Maná, que significa: ¿Qué es esto? Moisés les explicó las normas para coger el alimento divino: solo debían coger cada uno lo necesario para comer una persona, no debían guardar nada para el día siguiente, exceptuando la víspera del Sábado, día que se descansaba.
Desde ese momento, Dios hacía caer diariamente, excepto en el Sabbath, este alimento, hasta que el Pueblo Elegido llegó a Guilgal en Jericó. Durante estos años el Maná fue su principal alimento, aunque también tenían leche y carne, aceite y harina, pero en pequeñas cantidades. El Maná es identificado como el “pan del cielo”, símbolo de la Eucaristía.
Vemos el momento en el que David, huyendo de la envidia que el rey Saúl sentía hacia él, llegó a un pueblo llamado Nob para ver al sacerdote Ajimélec; éste le recibió y le preguntó porqué venía solo. David le contestó que el rey Saúl le había enviado secretamente, cosa que era mentira, ya que en realidad se escondía del monarca. David le pidió que le diera de comer cinco piezas de pan o lo que tuviera, ya que tenía hambre. El sacerdote le dijo que no tenía pan común, que solo tenía pan sagrado de la Mesa de los Panes de la Proposición. Este pan solo lo podían comer los descendientes de Aarón. David no lo era, pero Ajimélec le dijo que si estaba puro lo podía comer. También David le pidió una espada, ya que no tenía con qué defenderse, el sacerdote le dio la espada de Goliat, el filisteo que David había vencido en el valle de Ela, y que la guardaba Ajimélec (Samuel 1-1-2).
Sobre los lienzos corre un entablamento en el cual podemos leer en letras capitales doradas sobre fondo azul la siguiente inscripción: “ VICENT/TI DABI/TUR MAN/NA ABS/CONDI/TVM IN/APO./CA 2. 1607”: “Al que salga vencedor le daré el maná escondido” (Apocalipsis 2, 17). Palabras escritas por san Juan en la iglesia de Pérgamo al ángel. La fecha se tiene como la finalización de la obra. En este entablamento podemos ver dos angelotes sosteniendo el escudo de los Climent.
La estancia se cubre con un cimborrio octogonal con linterna, en cuya clave podemos ver también el escudo de los Climent. En la linterna se representan las figuras de las Virtudes teologales, realizadas por Felices de Cáceres en 1607.
La parte inferior de las paredes, por debajo de las pinturas se cubren con arrimaderos de azulejos de arista (restaurados en 1994), en verde y blanco, fechados hacia 1600.
Hasta aquí este pequeño estudio sobre un lugar totalmente desconocido para muchos zaragozanos. Espero que os haya gustado.
Hasta el próximo vuelo.
BIBLIOGRAFÍA:
-IBÁÑEZ FERNÁNDEZ, Javier; y CRIADO MAINAR, Jesús: “El trasagrario de la parroquia de San Miguel de los Navarros de Zaragoza, (1604-1605)”, Aragonia Sacra, XIV, Zaragoza, Comisión Regional del Patrimonio Cultural de la Iglesia en Aragón, 1999, pp. 101-114.
https://www.academia.edu/20266617/El_trasagrario_de_la_parroquia_de_San_Miguel_de_los_Navarros_de_Zaragoza_1604-1605_
-DE LA SALA VALDÉS, Mario: Estudios históricos y artísticos de Zaragoza. Zaragoza, Imprenta del Hospicio Provincial, 1933.
-CRIADO MAINAR, Jesus; e IBÁÑEZ FERNÁNDEZ, Javier: Manifestaciones artísticas de la contrarreforma en Aragón. el trasagrario del convento de san Francisco de Tarazona (Zaragoza):
http://www.ceturiasonenses.org/content/files/articulof_17_04_TVRIASO-XV-Parte-4.1.pdf
-CRIADO MAINAR, Jesús: Arte y arquitectura en Tauste. Tauste en su Historia. Actas de las VII Jornadas sobre la Historia de Tauste. Tauste, agua y vida. IX centenario de la incorporación de la Villa al Reino de Aragón. Asociación Cultural El Patiaz, 2005, pág. 155.
-ALONSO ÁLVAREZ, Raquel: El camarín del Santísimo Sacramento de la catedral de Huesca (1543) y la herencia litúrgica medieval, 2016.
- ROJO PUEYO, Sofía: El retablo expositor en Aragón: desde el Gótico final al Romanismo. Trabajo Fin de Grado: http://zaguan.unizar.es/record/56989/files/TAZ-TFG-2016-2963.pdf