Trasaltar de la Santa Capilla de la basílica de Nuestra Señora del Pilar. Zaragoza.
“Y llevándose los apóstoles el precioso cuerpo de la gloriosísima madre de Dios, señora nuestra y siempre virgen María, lo depositaron en un sepulcro nuevo (allí) donde les había indicado el Salvador. Y permanecieron unánimemente junto a él tres días para guardarle.
Mas, cuando fuimos a abrir la sepultura con intención de venerar el precioso tabernáculo de la que es digna de toda alabanza, encontramos solamente los lienzos. (pues) había sido trasladado a la eterna heredad por Cristo Dios, que tomó carne de ella.
(Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica, XIV.).
Cuando hablamos de la Santa Capilla de la basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza:
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comentamos que en ella trabajaron diversos artistas dirigidos por el arquitecto Ventura Rodríguez. La llegada en 1750 del arquitecto real a Zaragoza, motivó que el templo experimentara un profundo cambio. En un primer momento su idea era crear un espacio diáfano entre los pies de la iglesia y la Santa Capilla, sin ningún obstáculo. Con lo cual suprimiría el coro, ubicado en esa época en el centro de la nave; y el retablo mayor de Damián Forment lo trasladaría al testero del Coreto. Todo ello traería consigo la ubicación del nuevo retablo mayor en la parte posterior del presbiterio de la Santa Capilla. Finalmente esa idea no se llevó a cabo; pero sí se realizó el fantástico retablo del trasaltar de la Capilla del Pilar.
En la fotografía la planta de la Santa Capilla. Proyecto de V. Rodríguez. He señalado con una flecha roja la ubicación del trasaltar de la Asunción.
En la construcción de la Santa Capilla podemos observar dos etapas diferenciadas, la primera en la que se realizó el interior de la misma, los altares, la decoración de la cúpula, y los medallones ovalados en las sobrepuertas interiores y exteriores (podéis ver la historia en el post de la Santa Capilla cuyo enlace he puesto en la fotografía primera); y una segunda, en la que se realizó el trasaltar de Carlos Salas Viraseca (1767-1768), y la decoración del Coreto de la Virgen (1771-72).
Ya vimos, en el pasado post de la Santa Capilla, que el escultor Salas durante el año 1763 realizó las medallas de mármol de las sobrepuertas de la misma. En ese año se trató la necesidad de realizar un gran medallón que adornara el trasaltar de la mencionada capilla. La elección del artífice que tenía que realizarlo resultó muy complicada.
En un primer momento se pensó en el escultor Felipe de Castro, incluso en José Ramírez de Arellano o Manuel Álvarez (el cual rechazó el realizarlo), escultores los dos últimos que realizaron parte de la Santa Capilla. Pero el asunto se pospuso hasta el año 1766, un año después de inaugurada la Santa Capilla. El 7 de septiembre de ese mismo año, Carlos Salas presentó su proyecto a la Real Academia de San Fernando (consistente en un modelo de barro), siendo aprobado. El escultor cobró por esta obra la cantidad de 5.760 libras jaquesas. El escultor firmó finalmente el contrato con el cabildo de la basílica el 12 de enero de 1767.
El relieve situado en la parte central del trasaltar, está flanqueado por dos columnas corintias de mármol rojizo, terminando en un entablamento coronado por un frontón triangular, sobre el que se apoyan ángeles mancebos. A ambos lados del relieve dos grandes tarjetones de mármol blanco sustentados por cabezas de querubines.
En la fotografía podemos observar a la izquierda el conocido Humilladero, lugar en el que se puede besar el Pilar que la Virgen entregó al apóstol Santiago.
El retablo realizado por Salas en alabastro, está dedicado a la Asunción de la Virgen; la misma advocación que el retablo mayor de Damián Forment. Estamos ante una de las obras barrocas más importantes dentro de la escultura marmórea en España. Consta de dos partes diferenciadas. La parte inferior, magnífica, que representa la zona terrenal, en la que están representados los apóstoles y San Pablo rodeando el sepulcro vacío de la Virgen. Y la parte superior, la celestial, en donde podemos contemplar a la Virgen rodeada de nubes y ángeles.
Si bien es cierto que es una obra que sigue el academicismo imperante en ese momento en España, a la vez se nota la influencia de obras italianas y francesas.
En la parte superior, con un tratamiento más de bajorrelieve, la Virgen, sentada en un trono de nubes sostenido por un grupo de querubines, puttis y ángeles de aire rococó, dirige su mirada y su mano derecha, hacia lo alto.
María está representada como una bella joven vestida con una larga túnica que cubre con un amplio manto; dirige su mirada con una expresión casi de éxtasis. Esta parte superior está labrada de una manera más idealizada y espiritual que la inferior, como luego veremos.
Detalle del ángel de la izquierda, tratado con gran minuciosidad. Luce grandes alas y una túnica de grandes pliegues. Su rostro es bello y tratado de forma muy academicista. Con su mano izquierda sujeta el manto que lo cubre, mientras su hombro derecho está iniciando un giro hacia delante, para poder sujetar con su mano derecha las nubes que forman parte del trono de la Virgen.
Si observamos el retablo de perfil podemos ver las diversas formas de tratar a las figuras, desde el bajorrelieve, pasando por el altorrelieve, hasta llegar a figuras de bulto redondo. Es en la parte inferior en donde encontramos una serie de novedades que influirán en obras posteriores. Con ella se entra en una etapa barroco-academicista que ya anuncia el neoclasicismo.
En la parte inferior se halla el sepulcro donde estaba enterrada la Virgen, dispuesto en una línea diagonal para ganar profundidad visual. En el tratamiento de las figuras de los apóstoles vemos una clara influencia del Renacimiento italiano (escuelas veneciana y romana). La escena está formada por dos grupos separados por el sepulcro de líneas muy clásicas, cubierto por un gran paño que suaviza la composición y enlaza a los dos grupos. Los apóstoles representados en diferentes actitudes, unos sorprendidos, otros curiosos por encontrar el sepulcro vacío. Los ropajes están tratados minuciosamente, con grandes y profundos pliegues.
Todas las figuras están tratadas con gran detalle, son verdaderos retratos. Cada uno de los personajes demuestra sus sentimientos ante el sepulcro vacío. En él vemos influencias del grupo marmóreo de la Santa Capilla realizado por José Ramírez de Arellano: “Santiago y los Convertidos”.
San Pedro está representado de perfil y arrodillado al lado del sepulcro, eleva su triste mirada hacia lo alto. Detrás de él la figura de San Juan, imberbe, de mirada tranquila, muy academicista, inspirada en las esculturas clásicas. A su lado, otro apóstol lo mira fijamente, su “porte pausado evoca cierto aire miguelangelesco”.
En las miradas que algunos apóstoles dirigen hacia la parte superior se establece el nexo de unión entre la parte inferior y la parte superior. A la derecha uno de los apóstoles (quizás Santiago), de bulto redondo, levanta su rostro hacia el cielo, con gesto de curiosidad, mientras apoya su mano derecha en el sepulcro y con la otra se sujeta su amplio manto.
Cada rostro está tratado de forma individualizada, resaltando los apóstoles más importantes con altorrelieves o bultos redondos. En la fotografía la imagen de San Pablo, con los ojos casi cerrados y rostro apesadumbrado se acerca hacia el sepulcro, a su lado otro apóstol más anciano cubre su cabeza con el manto y frunce el ceño en un gesto de preocupación.
Hasta aquí la historia de este magnífico retablo, desgraciadamente bastante desconocido para muchos zaragozanos y visitantes. Su ubicación no favorece para nada su visión, ya que pasa desapercibido en la gran basílica de Nuestra Señora del Pilar.
BIBLIOGRAFÍA:
-ANA MARÍA MUÑOZ SANCHO: “Aportación documental al proceso de ejecución del ornato escultórico de la Santa Capilla del Pilar de 1757- (1768): ://www.unizar.es/artigrama/pdf/29/3varia/05.pdf
-BELÉN BOLOQUI LARRAYA: “Escultura zaragozana en la época de los Ramírez, 1710-1780”, Granada, Ministerio de Cultura, 1984.
-BELÉN BOLOQUI; Y ARTURO ANSÓN: “La Santa Capilla del Pilar”, Ed. Zaragoza, 1998.
-ARTURO ANSÓN NAVARRO; y BELÉN BOLOQUI LARRAYA: «Zaragoza barroca», en Guillermo Fatás Cabeza (coord.), Guía histórico-artística de Zaragoza, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico»; Ayto. de Zaragoza, 2008.
-V.V.A.A.: "El Pilar de Zaragoza", Zaragoza, CAI, 1984.
-AURELIO DE SANTOS OTERO: “ Los evangelios apócrifos”, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2005, pág. 342:
https://elmundobiblicodigital.files.wordpress.com/2014/01/136873481-de-santos-otero-aurelio-los-evangelios-apocrifos.pdf