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Retablo de la Piedad. Capilla de san Miguel. Iglesia de Santa María La Mayor. Sangüesa (Navarra).


Vista del río Aragón a su paso por Sangüesa. Iglesia de Santa María La Mayor.


En origen, la localidad de Sangüesa (Sangüesa la Vieja), se emplazaba sobre la actual villa de Rocaforte; fue en tiempos del rey de Navarra y Aragón, Alfonso I el Batallador, cuando se originó, en el llano, una nueva población, "Sangüesa la Joven", a la que le fue concedida en 1122 el Fuero de Jaca, con lo que fue creciendo, convirtiéndose en una importante villa. La ciudad nació y se desarrolló en torno al Camino de Santiago, a ambos lados del puente que cruza el cauce del río Aragón.


Sangüesa conserva un rico patrimonio histórico-artístico de origen medieval, consecuencia, entre otros hechos, de ser un punto importante en el Camino de Santiago, ya desde el siglo XI. La Ruta Jacobea favoreció la llegada de gentes y de influencias artísticas de toda Europa a la ciudad (mazoneros, imagineros, plateros, pintores franceses, flamencos, aragoneses, etc.).


La villa llegó a tener cinco iglesias, cuatro conventos (franciscanos, dominicos, mercedarios y carmelitas), doce hospitales (donde se atendían a los peregrinos), y un castillo-palacio, en el que se hospedaron los reyes y nobles. No hay que olvidar que Sangüesa fue sede de celebración de las Cortes y residencia habitual de los primeros monarcas navarros.


Iglesia de santa María la Real de Sangüesa.


En la calle Mayor, antigua Rúa de Peregrinos, encontramos, en la zona noroeste, al lado del puente sobre el río Aragón, la iglesia de Santa María la Real, verdadera joya dentro del románico de transición al gótico, declarada Monumento Nacional en 1889.


Es la parroquia más antigua de la localidad. Documentalmente se tiene noticia de su existencia en un documento de 1131, en donde el rey Alfonso I, donaba su capilla y palacio a la Orden Hospitalaria de san Juan de Jerusalén; edificios que había mandado construir, con anterioridad, su padre el rey Sancho I Ramírez. En el siglo XIV pasó a pertenecer a la diócesis de Pamplona.


Destaca su impresionante portada, verdadera joya del románico hispánico, y muy ligada, en su iconografía, al Camino de Santiago, con su Juicio Final, según el Evangelio de san Mateo. Por el interior es templo de tres naves y cabecera con tres ábsides semicirculares.


Capilla de san Miguel. Iglesia de santa María.


Junto al ábside lateral izquierdo de la cabecera, en el flanco norte de la iglesia, encontramos la capilla de san Miguel, de estilo gótico, construida en el siglo XIV. Fue capilla real donde los reyes, cuando residían en Sangüesa, acudían a los cultos religiosos. Durante el siglo XVI perteneció a los marqueses de Cortes y posteriormente a los condes de Javier.


En la capilla se conservan varios retablos. Uno de ellos, a la derecha de la fotografía, el conocido como retablo de las lamentaciones por la muerte de Cristo. Presenta tres lienzos y una escultura que pertenecían al retablo de la Piedad, encargado hacia 1533 por el gremio de pelaires o tejedores de lienzos de Sangüesa, para su capilla del convento de Nuestra Señora del Carmen. Las pinturas le fueron encargadas al pintor Pedro Sarasa y Navardún (C. 1512-1544) por el precio de 130 ducados.


Según el documento conservado, Sarasa se comprometía a realizar la obra "conforme a la dicha traça y forma a la capilla de alto y de avaxo y la ha de hazer al romano conforme a la muestra, con el grupo titular de la Piedad de bulto y todo lo demás del dicho retablo será de pinçel al olio y toda la fusta será al romano".


Hace unos años se ha colocado el retablo en su mazonería original del XVI, y la podemos admirar en todo su esplendor. En tiempos presidiendo el retablo se colocó una escultura del arcángel san Miguel, talla renacentista del segundo tercio del siglo XVI, que fue sustituida por el grupo de las lamentaciones que hoy podemos contemplar.


Retablo de la Piedad de la capilla san Miguel.


En la calle central del retablo, bajo el Calvario se sitúa el grupo de las lamentaciones o llanto por el Cristo muerto; y flanqueando la escultura de bulto redondo, a la izquierda, Santa Ana, con la Virgen y Jesús; y a la derecha, el arcángel san Miguel llevando en su mano izquierda la balanza con las almas y lanceando con la derecha al demonio, que se retuerce a sus pies. El retablo culmina con el mencionado Calvario. Las pinturas están dentro de un estilo manierista, expresivo y dinámico con vivos colores.


Llanto por Cristo muerto o Grupo de la Lamentación.


En el centro del retablo destaca el grupo escultórico, dorado, estofado y policromado, que representa las lamentaciones por Cristo muerto. Una obra que nos recuerda al grupo de la misma temática que se conserva en la iglesia de la Magdalena de Zaragoza, del imaginero picardo Gabriel Yoly, al que ha sido atribuido por Carmen Morte. Escultor francés, afincado en Aragón, y documentado entre 1515 y 1538, año que muere en Teruel. El escultor trabajó con escultores renacentistas tan importantes como Gil de Morlanes, Damián Forment, etc., convirtiéndose en uno de los artífices más reputados de Aragón, con clara influencia de Pedro Berruguete. A su muerte, dejó un notable legado artístico, aunque desgraciadamente muchas de sus obras se han perdido.


Desde mediados del siglo XV hasta el siglo XVI, en la iconografía cristiana, aparece una predilección por representar el tema del Entierro de Cristo, o el llanto o lamentaciones sobre el cuerpo de Cristo; en cierto modo derivado del "Threnos" bizantino o llanto de la Virgen ante su hijo muerto, acompañada por los diversos personajes, en este caso por su madre, san Juan y María Magdalena.


Detalle del Grupo de La Lamentación.


El tema es muy emotivo, fruto de la piedad popular. La escena no aparece en los Evangelios, solo se nombra a un rico discípulo de Jesús, llamado Nicodemo, que reclamó su cuerpo para darle sepultura. Si, encontramos referencias a este hecho, en textos devocionales, como en las Meditationes Vitae Christi, atribuidas al Pseudo Buenaventura. En el capítulo 81 se lee: "Cuando se le quitaron los clavos de los pies, José de Arimatea lo descendió; todos rodearon el cuerpo del Señor y lo pusieron en tierra. Nuestra Señora cogió su cabeza contra su seno, y Magdalena a sus pies..." En resumen este tema, desconocido en el arte cristiano primitivo, es una creación de la imaginación mística que surgió en el siglo XII, eclosionando a principios del siglo XIV , junto con otros temas como la Virgen de la Piedad y del Varón de Dolores, gozando de gran popularidad durante el barroco, por su perfecta adaptación a las normas emanadas del Concilio de Trento encaminadas a mover a la devoción y despertar la piedad entre los fieles.


En la escena que contemplamos, el artista nos presenta el momento anterior al entierro de Jesús, tema que forma parte del ciclo de la Pasión de Cristo, intercalándose entre el Descendimiento (en la parte posterior se ve la cruz vacía) y el Santo Entierro, de ninguno de estos pasajes existe registro en los evangelios. La escultura que nos ocupa relata el momento en el que se deposita, sobre un sudario, el cuerpo de Jesús, que domina el conjunto situado en diagonal en el centro, acompañado por María, san Juan y María Magdalena (en este caso, ya que en otras representaciones podemos ver a José de Arimatea, Nicodemo, María Salomé...).


La Virgen, en el centro, cerca de su hijo; mientras que san Juan sostiene la cabeza inerte de Jesús, como el discípulo más querido; a la derecha, la Magdalena, a los pies de Cristo, en conmemoración de la Unción en casa de Simón (Lc 7, 38) o en Betania (Jn 12,3).


Detalle del grupo de La Lamentación.


María de pie, cubierta con un gran manto y toca dorados, que le ocultan el cabello, muestra su desconsuelo, contemplando el cuerpo muerto de Cristo yacente. Inclinada hacia el lado derecho, coge el brazo izquierdo inerte de su hijo; mientras a la izquierda, san Juan, arrodillado, sostiene la cabeza de Jesús, que está postrado sobre un sudario.


Detalle de María y de san Juan. Grupo de La Lamentación.


En las figuras hay una evidente armonía y equilibrio. En ambos rostros se refleja el dolor por el hecho que han presenciado, sus miradas se pierden en el espacio, rememorando las terribles horas de martirio.


Detalle de san Juan. Grupo de la Lamentación.


Destaca el tono contenido de san Juan, sin renunciar a mostrar su desconsuelo. Su rostro muestra una expresión de confusión y desconcierto.


Jesús yacente. Grupo de La Lamentación.


Cristo desnudo, cubierto únicamente con el paño de pureza, está colocado sobre un sudario. Presenta la cabeza inclinada sobre el hombro izquierdo. En el cuerpo de Cristo se muestran las cinco heridas que recibió durante su martirio. Estando vivo le perforaron con clavos manos y pies; y una vez muerto, para cerciorarse, recibió una lanzada en el costado derecho que le alcanzó el corazón y de donde salió sangre y agua (Jn 19, 33-36). También sangran las llagas de la corona de espinas. Estas heridas son representadas siempre de una manera muy acusada.


Rostro de Cristo. Grupo de La Lamentación.


En su frente se vislumbran las heridas producidas por la corona de espinas. Sus ojos están cerrados, sus labios entreabiertos, con la tez pálida. Esta languidez de la expresión se acentúa gracias a la barba bipartita, así como a su melena larga que le cae por la espalda.


Detalle de los pies de Cristo. Grupo de La Lamentación.


Presenta los pies clavados con un único clavo, cruzando la pierna izquierda sobre la derecha.


Santa María Magdalena. Grupo de La Lamentación.


Representada con un gesto muy manierista, alzando su mano izquierda con el paño que está ungiendo el cuerpo de Cristo, con su rostro es serio y doliente.


Detalle del estofado de las vestiduras. Grupo de La Lamentación.


El estofado consiste en imitar los tejidos ricos o estofas mediante empleo del color al óleo o temple sobre oro. "En esta obra se ha conservado la encarnación mate y el dorado y esgrafiado originales". En la policromía se aprecia un tono natural de las encarnaciones con la aplicación de frescores en los rostros, ropas doradas con cenefas en tejidos que imitan los de la época.


Santa Ana Triple. Pintura lado izquierdo.


Los tres lienzos que se conservan son obra de Pedro de Sarasa y Navardún, miembro de una de las dinastías de pintores que encontramos en Sangüesa en el siglo XVI. En su pincel, en palabras de Pedro Echeverría Goñi: se unen las "influencias autóctonas y nórdicas con otras de la escuela aragonesa, lo que nos da una localista pintura lineal con vivos colores, características expresiones y esquemas ya manieristas..." Fue un "pintor-empresario", que dirigía a todos los artífices que intervenían en la realización de los retablos que le eran encargados, concertando la mazonería, la talla, la pintura, el dorado y estofado, etc., a maestros especialistas.


En el lado izquierdo del retablo se representa la genealogía directa de María, por línea materna: Santa Ana, la Virgen y el Niño, conocida también como Santa Ana Triple o Santa Generación. Esta obra tiene gran similitud con la tabla del mismo tema, del retablo de la Virgen del Rosario, de la iglesia de san Martín de Uncastillo (Zaragoza).


La iconografía de Santa Ana Triple es un modelo característico del arte del medievo. Ensalzando a la Madre, se reafirmaba la pureza de la Hija, con el tiempo la representación de Santa Ana Triple, llegó a tener un significado inmaculista. La figura de Santa Ana solo es mencionada en los textos apócrifos (Protoevangelio de Santiago, Evangelio de la Natividad de María, Evangelio del pseudo Mateo) y las tradiciones medievales. El culto a santa Ana se desarrolló en Oriente hacia el siglo VI y de allí pasó a Occidente dos siglos más tarde, desarrollándose su culto, sobre todo en los siglos XIV, XV.


Santa Ana Triple.


A comienzos del siglo XVI, a raíz del Concilio de Trento (1545 y 1563) este tipo de representaciones fue decayendo por no ser un episodio evangélico, ya que según la tradición san Joaquín y Santa Ana habían fallecido cuando nació Jesús. Desde ese Concilio se ordenó que las imágenes fueran representadas según las Sagradas Escrituras, sin caer en errores o suposiciones. Aunque se conocen algunas obras realizadas en el siglo XVII-XVIII, que siguen representando el tema de Santa Ana Triple.


En esta obra se presentan, en una composición horizontal y una actitud manierista, a santa Ana y María, sentadas, y al Niño Jesús, totalmente desnudo, que hace de nexo de unión de ambas, ya que está situado en el centro, de rodillas en el regazo de santa Ana, y enlazando con su gesto a su abuela con su madre. En la obra se nota el deseo de engrandecer a María a través de su genealogía, y remarcar la devoción a su madre, que ocupa un lugar preeminente, presentándola incluso de mayor tamaño que María.


San Miguel Psicopompo. Pintura lado derecho.


"El término psicostasis proviene del griego y significa el peso del espíritu o la lucha del alma, esto es, el procedimiento por el cual se determina la condenación o salvación eterna. En el cristianismo sucederá al final de los tiempos, cuando se produzca el Juicio Final y San Miguel pese en una balanza las buenas y malas acciones. En este proceso también interviene el diablo, quien utiliza artimañas para inclinar la balanza a su favor y llevarse el alma al infierno".


Esta es la escena que nos presenta el pintor en la tabla derecha. Donde aparece san Miguel psicopompo, o pesador de las almas y triunfador ante el maligno. Esta representado como un esbelto joven de melena rubia, con grandes alas desplegadas, que reflejan su naturaleza de arcángel. Está ataviado como un caballero, con reluciente armadura cubierta con una envolvente capa roja que sujeta en el pecho con un broche. En su mano derecha porta la espada con la que va a dar muerte al demonio, situado a sus pies en forma de dragón-serpiente; mientras que en la mano izquierda lleva la balanza donde está pesando el alma del difunto.


Arcángel san Miguel.


La figura del arcángel muestra un canon alargado manierista (de más de diez rostros, como era la regla general para representar el cuerpo de un personaje). Presentando la escena sobre un fondo con rocas descarnadas.


La paleta de Sarasa muestra un colorido brillante y cálido, amarillos, rojos, verdes, blanco de albayalde, azul de azurita, color tierra y negro humo, aunque predominan los colores rojo y verde (como podemos ver en las vestiduras). El rojo predomina en las capas, mantos; en los fondos, lo es el verde.


Calvario.


El retablo culmina con la escena del Calvario, que sigue la iconografía tradicional, con Cristo, en el centro, sobre una cruz con travesaño horizontal en donde se lee la tablilla con la inscripción INRI. A la derecha, san Juan, de perfil, joven de rubios cabellos que adopta una actitud algo teatral, elevando sus manos unidas hacia Jesús; viste túnica clara sobre la que porta un manto rojo que se agita al viento. María, a la izquierda, que porta una túnica rojiza sobre la que presenta un manto azul y toca blanca, con gran pesar se lleva la mano a la garganta ante la visión de su hijo muerto en la cruz. Jesús está clavado en la cruz con tres clavos, ya ha expirado y tiene la cabeza inclinada hacia la derecha, con las piernas y brazos rectos, presentando la herida en el costado inflingida por Longinos, y las huellas de su martirio en su cuerpo.


La escena se desarrolla sobre un paisaje idílico. En primer término unas piedras que hacen referencia al Gólgota, en la lejanía vemos árboles y montañas, entre las que destaca una ciudad, la Jerusalén celestial.


Para las figuras de María y de san Juan, parece que el pintor se inspiró en las de la crucifixión de Alberto Durero, realizada en 1598, y que se conserva hoy en día en el Metropolitan Museum de Nueva York.



Hasta aquí este pequeño estudio de este retablo que al visitar la magnífica iglesia de Santa María de Sangüesa, me encantó. Espero qué también os haya gustado.


Hasta el próximo vuelo.




BIBLIOGRAFÍA:


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-EL VIAJE DE LA LIBÉLULA: https://www.elviajedelalibelula.com/single-post/2016/09/25/san-miguel-psicopompo-de-otal-museo-diocesano-de-jaca-huesca

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