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Pinturas de Francisco Bayeu y Subías. Sacristía de la iglesia de Santiago el Mayor. Zaragoza.


En 1603 el mercader e infanzón aragonés don Alonso de Villalpando dejó en su testamento cierta cantidad para construir un convento de la Orden de Santo Domingo bajo la advocación de san Ildefonso. Se comenzó a erigir en 1651, bajo la dirección del maestro de obras Felipe Busiñac y Borbón. La iglesia es lo único que se conserva de este gran complejo que constaba de iglesia, claustro y una espléndida biblioteca, ya que el convento fue abandonado en 1835, tras la Desamortización.


El convento funcionó como hospital desde 1816 hasta 1958, en que se inauguró el Hospital Miguel Servet, en el paseo de Isabel La Católica. El antiguo edificio fue derribado en el año 1963, abriéndose posteriormente la actual calle de José Camón Aznar, que es la que podemos ver en la fotografía.


En la calle Camón Aznar podemos ver la estructura de la sacristía en donde se encuentran las pinturas que Francisco Bayeu pintó para el convento de san Ildefonso. En el año 2017 se abrió una puerta en el muro de la sacristía, en lo que era el desaparecido claustro conventual.

Fotografía tomada en el año 2017 en la que vemos que aún no se había abierto la mencionada puerta que da acceso a la sacristía desde la calle Camón Aznar. En los muros aún podemos ver los restos de la decoración del antiguo claustro.


Restos del desaparecido claustro del monasterio, hoy calle de Camón Aznar, al fondo la puerta que se abrió para dar paso a la estancia en cuestión.


La iglesia de Santiago el Mayor constituye el templo barroco con mayores proporciones de Zaragoza. El interior es impresionante, estamos ante una iglesia de grandes dimensiones, siguiendo la tipología jesuítica realizada por Jacopo Vignola en el Gesú de Roma y difundida por la Compañía de Jesús. Presenta planta de cruz latina, con una sola nave de cuatro tramos, crucero escasamente acusado en planta y cubierto con una gran cúpula, cabecera plana, capillas laterales comunicadas entre sí entre los contrafuertes, y coro alto a los pies.

Destacan las espléndidas yeserías de las bóvedas y las cúpulas, realizadas por por Felipe de Busiñac y Borbón, en una primera etapa; y la segunda fase corrió a cargo de Jaime Busiñac y José de Borgas entre 1692-1695.

En 1975 la iglesia de Santiago el Mayor se nombró Monumento Nacional. Entre los años 1984-1994 se restauró la iglesia. En 2002 se declaró Bien de Interés Cultural y se realizó una nueva remodelación, llevada a cabo por la arquitecta Úrsula Heredia, en la cual aparecieron una serie de pinturas murales que hoy podemos contemplar en las capillas de las naves laterales.


Al fondo de la iglesia, En el brazo izquierdo del pequeño crucero se abre una pequeña puerta adintelada decorada con un pequeño frontón triangular, que da entrada a la antesacristía.

La comunicación entre la iglesia y la sacristía se realiza a través de una estancia de planta rectangular, la Antesacristía, que hoy es el despacho parroquial. Se trata de una sala muy sobria, exceptuando la decoración de los arrimaderos cerámicos y una fuente o lavatorio en mármol y jaspes.

La antesacristía está cubierta con una vistosa bóveda de arista, decorada con yeserías.


Toda esta antesacristía está rodeada por arrimaderos de azulejería “en rueda de lazo”, de inspiración islámica, en concreto podemos verlos en la mezquita de Cordoba (siglo X). También este tipo de arrimaderos son casi idénticos a los que cubrían el zagüán del Hotel Latorre de la localidad zaragozana de Caspe, derribado, sin ningún tipo de cargo de conciencia, en el año 2012.


Otra vista de la antesacristía, a la derecha podemos ver el lavatorio, realizado con mármol y jaspes. Era utilizado por los sacerdotes para lavarse las manos antes de decir misa.

Hacia el año 1755 comenzó a trabajar para el convento de San Ildefonso uno de los pintores aragoneses más importantes en la historia del arte en España: Francisco Bayeu y Subías, a él le fueron encargadas diversas obras en este monasterio (en la escalera, en el claustro y en la sacristía).

Francisco Bayeu y Subías nació en Zaragoza el 9 de marzo de 1734, en el seno de una familia humilde. Su padre era lancetero y tuvieron nueve hijos. Ya desde muy joven Francisco demostró su afición por el dibujo y la pintura. A los quince años entró en el taller de José Luzán, con el que aprendió el estilo barroco académico tan en boga en aquel momento. Pero la llegada a Zaragoza del pintor Antonio González Velázquez en 1752 para pintar la gran cúpula sobre la Santa Capilla del Pilar cambió su visión del arte. Gracias a González, recién llegado de Italia, en donde había trabajado en el taller de Corrado Giaquinto, Bayeu conoció el color y la sensibilidad del rococó napolitano-romano. Pero Bayeu no pasó desapercibido ni para González, ni para Giaquinto, quien pasó por Zaragoza para inspeccionar el trabajo llevado a cabo en la cúpula del Pilar. La estancia de González en Zaragoza desde 1752 a 1754 fue decisiva para el joven Bayeu, que se convirtió en ayudante del maestro.


En 1756 ganó el Premio Extraordinario de la Academia de san Fernando, recibiendo una pensión para continuar sus estudios en Madrid. Al morir sus padres, en 1758 se fue a Madrid llevándose con él a sus ocho hermanos, ya que al ser el mayor (su hermano mayor había muerto muy pequeño), se tuvo que hacer cargo de toda la familia. La necesidad de alimentar a tantos familiares hizo que trabajara en encargos y no asistiera a las clases de la Academia. El director, González Velázquez, enfadado con él, consiguió que le retiraran la pensión, motivo por el cual tuvo que volver con toda su familia a Zaragoza. En 1759 se casó con la hija del pintor Juan Andrés Merklein, Sebastiana. En este periodo el pintor tuvo mucha actividad, pintando para particulares, iglesias y conventos de Zaragoza. Es en este momento (1755-1758) cuando Bayeu realizó la obra que hoy vamos a comentar. Hay que tener en cuenta que el pintor hizo numerosas obras para el monasterio de san Ildefonso, no todas se conservan desgraciadamente.

Fue el verdadero maestro del oficio para sus dos hermanos Ramón y Manuel, también pintores; y casó a su hermana Josefa, en 1773, con el también pintor Francisco de Goya y Lucientes, con quien mantuvo una relación llena de altibajos.

En el año 1762 cambió su suerte, cuando el pintor flamenco Antón Rafael Mengs visitó Zaragoza. El conocido maestro pintor vio la obra de Bayeu y se lo llevó como ayudante a Madrid, para asistirle en las obras que estaba realizando en el nuevo Palacio Real. Gracias a estos trabajos su estilo evolucionará hasta el neoclasicismo; y, también, gracias a ellos fue readmitido en la Academia de San Fernando. Otro gran paso en su carrera sucedió en 1767 cuando le nombraron pintor de Cámara del Rey, pasando, poco a poco, a ser una gran figura artística en la Corte. En 1783, junto a Salvador Maella, fue nombrado director de pinturas para la Real Fábrica de Tapices, así como restaurador de las pinturas de los Reales Sitios, gracias a ello pudo ayudar a sus hermanos y a su cuñado Goya para entrar en la Corte madrileña.

El 17 de junio de 1795 Carlos IV le nombró director general de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero no pudo incorporarse al cargo, ya que falleció el 4 de agosto de ese mismo año, enfermo de Saturnismo (intoxicación por plomo).

Francisco Bayeu no llegó a convertirse en el pintor genial que fue su cuñado Goya, pero lo que es indudable es que fue uno de los mejores pintores de su época. Muchas fueron las obras que realizó (os remito a la bibliografía), solo nombraros las dos bóvedas de la Basílica del Pilar de Zaragoza. Hoy vamos a conocer las pechinas que le encargaron para la sacristía de la iglesia del monasterio de san Ildefonso, en las que ya demuestra la calidad de su pincel.

En la imagen podemos ver el autorretrato que pintó en 1794, hoy en día conservado en la Real Academia de Bellas Artes de san Fernando de Madrid. En él se representa con útiles de su oficio ante el lienzo que está comenzando a pintar. Su rostro, tal y como describe Arturo Ansón sobre este autorretrato: "muestra la inteligencia, el tesón y la rectitud del pintor, pero también acusa tristeza". Esa tristeza que se acentúo tras el fallecimiento en 1793 de su hermano Ramón. El mismo Francisco Bayeu, días antes de su muerte, en una carta enviada a su amigo Martín Zapater le comunicaba su penosa situación de salud: "que estaba lidiando con la muerte y con nueve médicos contra mí".

Tras esta pequeña reseña sobre la biografía personal de Francisco Bayeu, volvamos a la sacristía de la iglesia de Santiago, que es el tema que nos ocupa en el trabajo de hoy. En la sala contigua a la misma podemos contemplar una preciosa estancia rococó, decorada entre 1755-1758. Para ella pintó ocho lienzos sobre la Pasión de Cristo, desgraciadamente desaparecidos en la Guerra de la Independencia. Estos cuadros fueron realizados después de pintar las cuatro pechinas que vamos a ver a continuación.

Vista de la sacristía. Al fondo podemos ver unas puertas pintadas con dos paisajes al óleo de la misma época.


La estancia se cubre con una bóveda vaída sobre pechinas, decoradas también por Bayeu representando a los cuatro evangelistas. La obra de Bayeu en Aragón se hallan bajo la influencia de Corrado Giaquinto en el uso del colorido. Estas pechinas las tomaría como ejemplo su hermano fray Manuel Bayeu para pintar las pechinas del Sagrario de la Cartuja de Las Fuentes, donde trabajaba y residía.


En el centro de la bóveda unos angelitos sostienen una cartela en cuyo centro vemos el escudo de los dominicos: la cruz flordelisada.


En el centro del muro derecho podemos ver el lienzo de Magdalena ante el crucificado. Se trata de una obra anónima neoclásica muy academicista.

Los cuatro evangelistas, de estilo muy académico, aparecen sobre fondos neutros y vestidos con amplios ropajes, como es el caso de San Lucas; quien, con gesto concentrado, eleva su mano derecha, en la que porta la pluma con la que está escribiendo el Santo Evangelio, que apoya en su regazo sujetándolo con su mano izquierda. Viste una túnica amarilla cubierta con un amplio manto azul. Tras él, a la izquierda, el toro, símbolo del sacrificio, tema muy tratado por el Evangelio de Lucas.

En el rostro de san Lucas vemos una expresión de gran concentración en el momento de escribir su Evangelio.

San Marcos vestido con túnica rojiza cubierta por un gran manto de color verde, apoya su mano derecha en su símbolo, el león, que descansa a su lado. El evangelio de san Marcos comienza con la figura del Bautista “la voz que clama en el desierto”, como el rugido de un león. El león es el rey del desierto.

El santo eleva su mirada hacia lo alto como buscando inspiración en su cometido, mientras su mano derecha porta la pluma con la que está escribiendo su Evangelio que sostiene con la izquierda.


La siguiente pechina está ocupada por el evangelista san Mateo, representado con largas barbas blancas, viste una túnica azul y sobre ella un voluminoso manto de un vistoso color amarillo que envuelve casi toda la escena.

El santo lleva en su mano derecha la pluma y en su izquierda un gran libro, que es sostenido por su símbolo, un gracioso angelito rococó. El cual observa al santo que eleva sus ojos hacia el cielo. A san Mateo siempre se le asocia con un ángel u hombre alado ya que su Evangelio comienza con un estudio sobre la genealogía de Jesús, el Hijo del Hombre.

Las figuras más logradas son las de San Marcos y San Mateo. En la representación de este último, y tal como dice el historiador del arte Arturo Ansón: "es una transposición, en distinta postura del anciano que pintó Corrado Giaquinto en los bocetos del Paraíso para la cúpula de la catedral de Cesena (norte de Italia)". Esto nos demuestra la clara influencia en la obra de esta época de González Velázquez y de Giaquinto.


San Juan y el águila. San Juan pintado sentado y de frente, con túnica verde y un gran manto rojizo, levanta su brazo derecho y su mirada hacia lo alto, mientras con su mano izquierda sostiene el Evangelio.

Detalle de san Juan, en donde podemos ver el haz de luz que cae desde el cielo como luz inspiradora para el evangelista. A la izquierda el águila que sostiene el tintero que el santo está utilizando para escribir. La razón de representarle por medio de un águila es que desde el prólogo de su evangelio se remonta con la prestancia de un águila hasta las alturas de la misma divinidad.



Espero que os haya gustado nuestro paseo por una estancia muy desconocida para muchos zaragozanos.

Hasta el próximo vuelo.



BIBLIOGRAFÍA:

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https://www.fundacioncai.es/portal2006Files/UserFiles/File2/18.%20CERAMICA%20ARAGONESA.pdf

-Iglesia de Santiago. Zaragoza: https://www.elviajedelalibelula.com/single-post/2017/11/10/Uno-de-los-mejores-ejemplos-de-arquitectura-barroca-en-Zaragoza-La-antigua-iglesia-del-monasterio-de-san-Ildefonso-hoy-parroquial-de-Santiago

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