Monasterio cisterciense de Santa María de Piedra. Nuévalos (Zaragoza)
Hace unos días realizamos un vuelo memorable, visitando el precioso Parque del Monasterio de Piedra, por ese motivo para conocer la zona, os remito al artículo en el que hablamos de donde se ubica este magnífico conjunto abacial: https://www.elviajedelalibelula.com/single-post/2019/07/20/Parque-Natural-del-Monasterio-de-Piedra-Nu%C3%A9valos-Zaragoza-El-Monasterio-del-Agua.
Hoy volaremos por el monasterio cisterciense de Santa María de Piedra, parte importantísima del conjunto que se sitúa a orillas del río Piedra, muy cerca de la localidad de Nuévalos (Zaragoza).
Frente a la orden del Cluny, preocupada en atesorar riquezas, surgió un movimiento de reacción en el monasterio de Citeaux, encabezado por Bernardo de Claraval, defendiendo la austeridad y la total observancia a la Regla de san Benito, al mismo tiempo que establecían una mayor dedicación de los monjes a la introspección y al trabajo manual. Esta reforma fue llevada a cabo por los denominados “Monjes Blancos” o cistercienses. Este movimiento fue apoyado por la monarquía, que vio en esta nueva Orden un acicate para la repoblación del gran territorio que acababa de conquistar al sur del Valle del Ebro. La primera fundación cisterciense en Aragón fue la de Veruela en 1146, posteriormente vendrían otras, como es el caso del monasterio que hoy vamos a recorrer.
Entrada al recinto del monasterio de Piedra.
En el año 1186 el rey Alfonso II de Aragón y su esposa doña Sancha de Castilla, donaron los terrenos situados en lo que era el “Castillo de Piedra Vieja” (antigua fortaleza conquistada en ese año a los musulmanes) a los monjes del Monasterio cisterciense de Poblet (Tarragona) para erigir allí una nueva abadía de la Orden y favorecer la repoblación de la zona.
Doce monjes y un abad, don Gaufrido de Rocaberti, hijo del vizconde de Rocabertí y emparentado con el arzobispo de Tarragona, Ramón de Rocabertí, y el obispo de Zaragoza Rodrigo de Rocaberti; salieron de Poblet en 1194 camino de Piedra, con la bendición del abad de Poblet Pedro Masanet. Al año siguiente Alfonso II ratificó la donación del Señorío de Piedra a los monjes; pero será con Pedro II cuando los monjes lograron que el monarca les concediera los derechos que sobre este señorío tenía don Juan de Malavella, dándole a éste a cambio la heredad de Alachón y su término a perpetuidad. Desde ese momento los religiosos tuvieron pleno dominio y jurisdicción sobre el territorio de Piedra, que abarcaba los actuales términos de Nuévalos, Ibdes y Monterde.
Los monjes, siempre bajo la protección real, erigieron un monasterio bajo la advocación de Santa María de Piedra (la Carta fundacional, hoy se guarda en el Archivo Histórico Nacional de Madrid). El lugar elegido fue a orillas del río Piedra en un bello paraje natural, un lugar aislado y con abundante agua; la condición que estableció la corona por su apoyo fue que los monjes habitaran y explotaran el lugar, y que celebraran misas por las almas de la familia real.
Hay que hacer constar que a cada nuevo rey que subía al trono, los monjes le solicitaban la ratificación de los privilegios y donaciones conseguidas por el monasterio. Lo hicieron Jaime II en 1307; Pedro IV en 1352; y Alfonso V en 1432. También recordar que este monasterio también tuvo la protección Papal, ya que dependía directamente de la Santa Sede.
Las obras, siguiendo el modelo monástico benedictino de simplicidad ornamental, comenzaron en el reinado de don Alfonso II, siendo abad don Gaufrido de Rocabertí; y se terminaron en 1218, con Jaime I el Conquistador, y durante el mandato del abad don Ximeno Martínez. Los monjes se instalaron en el nuevo cenobio o “Piedra Nueva” en ese mismo año, abandonando el edificio conocido como “Piedra Vieja”, lugar donde habían habitado hasta finalizar el nuevo cenobio.
De la primitiva fábrica, realizada con caliza travertina y toba local, hoy se conserva la torre de entrada, el claustro inferior, la cocina, el refectorio, la sala capitular, y la iglesia. En ella destaca la gran sobriedad con la que se realizó, en total consonancia con los preceptos del Cister.
Todo monasterio cisterciense estaba rodeado por una muralla para aislar a los religiosos de la vida exterior, en la que se construyeron torres de vigilancia de planta semicircular, practicándose el acceso al cenobio en el extremo noroeste de la muralla por la conocida como "Torre del Homenaje". Es la parte más antigua del conjunto, de la segunda mitad del siglo XII. En esa misma época se construyó la mencionada torre-puerta o Torre del Homenaje, que era la entrada original al monasterio. Tiene planta cuadrada y con tres niveles. En el siglo XIII se abrieron vanos y gárgolas y se realizó en tapial la muralla. En el siglo XIV-XV se construyó el balcón y en el siglo XVII se añadieron los escudos, a la izquierda el escudo monacal, en el centro el escudo del reino de Aragón, y a la derecha el blasón señorial de Piedra. Debajo de los cuales se abre el arco que da entrada al conjunto abacial.
En el año 1446 se amplió el conjunto monacal, construyéndose sobre el primitivo claustro románico otro piso superior, en donde se instalaron las celdas individuales para los monjes, en un estilo mudéjar. Con anterioridad al siglo XV, la Regla de san Benito obligaba a los monjes a dormir en salas comunes y acostarse completamente vestidos en “duros catres”, sin ningún tipo de fuente de calor, a excepción de una manta. En el año 1446 el Papa Eugenio IV autorizó al monasterio de Piedra a construir celdas individuales. El dormitorio común de los monjes se ubicaba sobre la Sala Capitular; y el de los Conversos, sobre la Cilla.
Plaza de san Martín, entrada al hotel y al claustro antiguo en la actualidad.
En el siglo XVI se amplió el cenobio, gracias al mecenazgo del arzobispo de Zaragoza don Hernando de Aragón, nieto de Fernando el Católico, que fue ordenado en este mismo monasterio en 1524.
En esta fase se construyó el claustro nuevo, con planta rectangular y galerías cerradas que no se abren al patio central o plaza de san Martín. En un primer momento el patio estaba rodeado por cuatro naves de las que se conservan actualmente tres.
En la fotografía la entrada al claustro nuevo desde la plaza de San Martín, la portada que vemos al fondo es la que da acceso al hotel que se abrió en la zona del claustro nuevo a mediados del siglo XX (entre las salas acondicionadas para el uso hotelero están la biblioteca situada encima del calefactorio, el antiguo dormitorio de los monjes hoy restaurante, o el granero, convertido en salón).
Celdas del claustro nuevo.
Las celdas individuales del claustro nuevo daban directamente a la huerta. Se distribuyen en tres pisos en los que se abren arcos de medio punto, separados por pilastras dóricas. Hoy estas celdas son las habitaciones del hotel.
Antiguas salas monacales, hoy hotel.
A la izquierda de la actual entrada al claustro antiguo podemos ver la antigua sala de descanso de los monjes y parte del dormitorio común de los mismos, que en el siglo XVI se trasformaron en una amplia sala en donde se erigió la escalera monumental de seis tramos, hoy hall del hotel. Esta escalera se realizó para comunicar los pisos del claustro nuevo.
Estamos ante una sala de planta rectangular dividida en cinco tramos cubiertos con magníficas bóvedas de crucería de terceletes y combados. En el año 2013 se restauraron tanto la escalera como las bóvedas.
Galerías del claustro nuevo.
Actualmente en estas galerías se disponen las habitaciones del hotel. Aunque, en su momento, se proyectaron ochenta celdas individuales, en realidad la comunidad religiosa nunca llegó a más de cincuenta miembros. Hoy el hotel dispone de sesenta y dos habitaciones con vistas al parque o al claustro nuevo.
Actual entrada al monasterio antiguo.
Recinto que hoy sirve de entrada al monasterio antiguo, a la derecha la puerta por la que también se puede entrar al hall del hotel y a la escalera imperial.
En 1755, el barroco trajo consigo, una nueva decoración de la iglesia, como la portada de la capilla de san Inocencio, y las capillas barrocas del claustro, que luego veremos.
El monasterio fue habitado por los monjes cistercienses casi durante setecientos años, siendo abandonado en tres ocasiones: una a causa de la Guerra de la Independencia, en 1808; la segunda durante el Trienio Liberal (1820-23); y de manera permanente en 1835, durante el periodo que estuvo como reina regente María Cristina de Borbón, madre de Isabel II, que ordenó la Desamortización de Mendizabal, expropiando los bienes a la iglesia católica y órdenes religiosas con el fin de obtener fondos para financiar la guerra Carlista y cubrir la gran deuda que existía en aquel momento. Durante un largo tiempo quedó abandonado, hasta que en 1843 en pública subasta fue adquirido por el industrial catalán Pablo Muntadas Campeny, pasando a su muerte a su hijo Federico, quien convirtió el antiguo monasterio en un lugar turístico, abriendo un hotel y reformando todo el parque que ya vimos en el artículo sobre el Parque del Monasterio. Por el lugar pasaron los personajes más sobresalientes de la época. En 1983 se nombró al monasterio Monumento Histórico-artístico nacional y en 2009 Bien de Interés Cultural, en la categoría de Monumento.
Planta del monasterio.
Sala capitular
Sacristía
Armarium
Auditorio
Scriptorium
Calefactorium
Refectorio
Claustro
Cocina
Locutorio del cillero
Callejuela negra o Callejón de los conversos
Cilla
Refectorio de los conversos
Capilla barroca.
Fotografía del plano: wikipedia.
En nuestro recorrido comenzaremos por la panda o crujía meridional, visitando la zona donde se ubicaba el calefactorio, el refectorio, etc.; terminaremos la visita del claustro en la magnífica Sala Capitular. Después entraremos en la iglesia y finalmente pasearemos por el exterior donde se sitúan los palacios abaciales. Espero que disfrutéis.
Portada de acceso al claustro, a la derecha se construyó el palacio abacial (hoy hotel).
La estructura del Monasterio sigue la pauta de otros conjuntos cistercienses. Estamos en un claustro cisterciense del siglo XII, ubicado en el lado meridional de la iglesia. Tiene planta rectangular, formado por cuatro pandas o galerías que rodean un jardín central en el que vemos una pequeña fuente. Por estas crujías los monjes accedían a las diferentes estancias del cenobio en donde realizaban la vida diaria. La galería capitular estaría acabada en 1218, que es la fecha en la que se consagra la iglesia; las restantes pandas se alargarían hasta finales del siglo XIII o principios del XIV.
Estas cuatro pandas o crujías eran: la galería norte que estaba adosada y corría paralela a la iglesia, llamada “del mandatum o de la lectura”, donde los monjes se sentaban en un banco corrido y leían; la occidental o galería del trabajo, en donde se situaba el callejón de conversos que se comunicaba con la iglesia, la cilla y las bodegas; la meridional era la zona de servicios, donde se situaba la cocina, el refectorio y el calefactorio; y la oriental o panda del capítulo, en la que se ubicaba la sala capitular y el armarium. Con esta distribución se aprovechaba al máximo la luz solar.
Escudo del señorío de Piedra situado sobre la entrada al claustro.
En él, podemos ver tres piedras cuadradas que rodean un castillo, para algunos estas piedras simbolizan a los reyes que patrocinaron el monasterio: Alfonso el Casto, Pedro II, y a Jaime I el Conquistador.
Jardín del Claustro antiguo.
Durante los siglos XIII y XIV el claustro solo tuvo una planta, abriéndose las galerías al jardín por medio de veintiséis arcos apuntados, flanqueados por robustos contrafuertes rematados por un sencillo alero sobre el que descansaba el tejado.
Como hemos comentado con anterioridad en al conseguir, en 1446, el permiso Papal para ampliar el cenobio y relajar la regla de san Benito (por la que se regían los cistercienses), según la cual los monjes debían descansar en un dormitorio común, se construyó sobre las primitivas galerías una segunda planta para ubicar en ella las celdas individuales de los monjes (hoy acondicionadas como hotel). Esta segunda planta fue construida en ladrillo con techumbre de madera, dentro de un estilo mudéjar. En el siglo XVIII las ventanas fueron cegadas y hoy solo podemos ver unos ojos de buey.
Tandas del claustro.
Las cuatro crujías están cubiertas con treinta bóvedas de crucería que apoyan en columnitas truncadas que están adosadas al muro. Las galerías se abren hacia el jardín central a través de veintiséis arcos apuntados. Estos arcos fueron cegados en el siglo XIV para mitigar las inclemencias del tiempo, fueron rehabilitados en el siglo XX, volviendo a mostrar las galerías del claustro como estaban en su origen.
Ménsulas y capiteles del claustro.
Los arcos que sostienen las bóvedas que cubren el claustro apean directamente en los muros perimetrales por medio de ménsulas. La decoración de los capiteles y las ménsulas del claustro es muy sobria, ya que los monjes cistercienses utilizaban el claustro como lugar de meditación y lectura, y siguiendo las normas de san Bernardo, nada debía de distraerles, por ello la ornamentación era a base de temas vegetales, símbolo de la “floración del alma en presencia de Dios”.
Crujía meridional.
Era la zona donde se situaban los servicios, la primera puerta a la izquierda es la del calefactorio.
Calefactorio.
El calefactorio, construido en el siglo XIII, se sitúa al lado del refectorio, en sus muros se abren vanos de medio punto. Es la única estancia en la que existía calefacción, donde podían acudir los monjes durante los inviernos para entrar en calor en momentos puntuales y era también el lugar elegido para copiar textos. En el siglo XV se construyó en ella una escalera (aún se pueden ver los restos a la derecha), para acceder a la planta superior donde en el siglo XVI se abrieron el archivo y la biblioteca. En el siglo XVIII se le añadió una columna central para sostener el piso superior.
Subsuelo del calefactorio.
El sistema de calefacción era lo que se denomina “glorias”, es decir la estancia que se sitúa debajo del calefactorio era rellenada con paja o leña y se le prendía fuego, lo que hacía que el suelo y la estancia superior se calentara.
Este calefactorio es uno de los mejor conservados de la Orden del Cister en España, aún se pueden ver la caldera, la leñera y las bóvedas de cañón del sótano.
Otra vista de la galería meridional.
En ella, además de la estancia del calefactorio, se ubicaba también el refectorio y la cocina, estas dos últimas estancias estaban comunicadas entre sí. Como ya hemos comentado, este sector es donde se situaban los servicios.
Pila de agua situada enfrente del refectorio, en la que los monjes se lavaban las manos antes de las comidas.
Refectorio.
Construido hacia 1250. Junto a la Sala Capitular es una de las salas más importantes del monasterio, ya que en ella comían los monjes. Los cistercienses realizaban dos comidas al día, el almuerzo y la cena. Es una sala rectangular en donde se alineaban las mesas a lo largo de los muros. Los monjes se instalaban por orden de jerarquía.
Existía otro refectorio, que no se ha conservado, que era el destinado para los conversos, también se situaba cerca de la cocina y de la cilla.
Restos del púlpito del refectorio.
Las comidas se realizaban en silencio, roto solo por la lectura de la Biblia realizada por uno de los religiosos desde el púlpito. La vida de los monjes cistercienses se caracterizó por ser una vida de soledad y comunidad, siguiendo la Regla de san Benito, que les indicaba que su vida tenía que ser sobria y sencilla, pero sin ociosidad.
Interior refectorio.
Bajo el gran ventanal del lado occidental (siglo XV) podemos ver expuesta una copia del “Tríptico- Relicario Monasterio de Piedra”, una joya gótico-mudéjar aragonés del siglo XIV, que en origen cubría este muro, y hoy se encuentra en el salón de sesiones de la Real Academia de la Historia de Madrid, donada por J. Federico Muntadas en el año 1851.
En 1390 el rey Martín el Humano donó a Piedra la reliquia de la Santa Duda de Cimballa (cerca de Piedra). El milagro de Cimballa, según cuenta la tradición, sucedió que el sacerdote de Cimballa, mosén Tomás, estaba celebrando misa hacia 1380 y tras la consagración, el cura dudo de la presencia de Cristo en la Forma que acababa de consagrar, y en ese momento la hostia se manchó de sangre, pasando a conocerse como el Santo Misterio Dubio (en latín) o dudado. Para resguardar la apreciada reliquia se construyó un retablo-relicario con forma de tríptico, con una serie de pinturas, dentro del gótico internacional, realizadas por diversos pintores, narrando la historia de la Virgen y Jesús.
Interior refectorio.
En los laterales del muro se abren arcos de medio punto, realizados en el siglo XIII, pero actualmente reformados; los de arco apuntado lo fueron en pleno gótico del siglo XIV. Los arcos apoyan en columnas truncadas adosadas a los muros. Son muy interesantes los capiteles vegetales.
A finales del siglo XIX y principios del XX sirvió como comedor para la hospedería que existía en aquella época.
Bóvedas sexpartitas del refectorio.
En el año 1413 Benedicto XIII, el Papa Luna, donó mil florines de oro para construir estas tres bóvedas de crucería sexpartita con clave única y sustituir el techo de madera existente. Fueron unas de las primeras bóvedas que se construyeron de esa forma en la península.
Puerta que comunica el refectorio con la cocina.
Al fondo, a la izquierda, a los pies de la sala se abre una estrecha puerta que comunica el refectorio con la cocina.
Cocina del monasterio.
La antigua cocina alberga hoy en día el museo dedicado al chocolate, en la que a través de una serie de paneles presentan su historia y su evolución. Y es que en esta cocina ennegrecida a causa del humo fue en donde por primera vez se preparó la primera taza de chocolate. Fue fray Jerónimo de Aguilar, monje cisterciense, que acompañó a Hernán Cortés al Nuevo Mundo, quién envió a Antonio de Álvaro, abad del Monasterio de Piedra, el primer cacao y la receta para hacer chocolate en 1535.
Tal y cómo decía Hernán Cortés hablando del cacao: “Cuando uno lo sorbe, puede viajar toda una jornada sin cansarse y sin tener necesidad de alimentarse”. Conocido en la mitología azteca como el “alimento de los dioses”, su nombre original era xocolatl, y los aztecas lo elaboraban a partir del haba del cacao, mezclándolo con hierbas, vainilla y especias, obteniendo un líquido espeso, oscuro y espumoso que bebían frío o caliente. Al llevar achiote, tenía un sabor amargo, por ese motivo la bebida era endulzada con miel, azúcar y canela.
Cocina.
La cocina tiene tres entradas, una que comunica con el refectorio, otra con el claustro y una tercera con el molino. En los muros de la estancia se abren nichos que se utilizaban para guardar vajilla o como pequeñas despensas.
Cocina.
Vista de uno de los tiros supletorios para utilizarlos cuando había una gran concentración de humo en la cocina.
Cocina.
La estancia está cubierta por una bóveda octopartita, con un respiradero en la clave, ya que el fuego se encendía exento en la parte central de la sala.
Jardín del claustro antiguo.
Vista del jardín desde la galería de trabajos. Al fondo podemos ver el arco que da entrada a la galería de servicios, donde se sitúan el refectorio y la cocina.
El jardín del claustro tiene una fuente central en la que confluyen cuatro caminos (símbolo de los cuatro ríos que narra el Génesis que existían en el Jardín del Edén).
Panda que conduce al “Callejón de conversos” y al altar barroco de Santa María. En la zona de trabajo, era donde vivían los hermanos legos o conversos, en ella se situaba la cilla, la bodega, el dormitorio común de conversos y el molino.
Altar barroco de Santa María de Piedra.
Situado en la confluencia de las crujías septentrional y occidental del claustro, en el ángulo formado por las galerías de conversos y del Mandatum, se realizó en el siglo XVIII este retablo barroco dedicado a santa María de Piedra, que albergaba una imagen de la Virgen del siglo XV, que desapareció en 1970.
A la izquierda encontramos el callejón de conversos; y a la derecha la puerta de entrada a la iglesia, por donde accedían los legos o conversos, ya que éstos no podían entrar por la puerta principal, por la que entraban los monjes. La puerta de entrada a la iglesia por los legos estaba situada a los pies, en la nave de la Epístola, mientras la puerta por la que entraban los monjes estaba ubicada en la misma nave de la Epístola, pero en la cabecera.
La bóveda de crucería simple que se sitúa sobre el retablo de Santa María está profusamente decorada con yeserías barrocas.
Callejón de conversos.
Al lado de este retablo barroco encontramos una de las partes más interesantes del monasterio. Es el conocido como “Callejón de Conversos”, es uno de los pocos que se conservan del Cister en España. Es una larga galería cubierta con bóveda de medio cañón, que separaba las zonas del monasterio. Los cistercienses distinguían entre monjes sacerdotes, los profesos y los hermanos legos conversos. Los dos primeros ingresaban al monasterio aportando una dote económica, los que no podían hacerlo eran denominados conversos, y no podían realizar los votos completos, no eran considerados monjes en pleno derecho y en definitiva eran los encargados de servir a los que si los habían hecho. No se mezclaban entre ellos, por ese motivo tenían su propio acceso a la iglesia, y este es el acceso que usaban y por ese motivo se le denominaba “Callejón de conversos”. Al fondo el zaguán, en donde encontramos la colección de carruajes; y a la derecha, el acceso a la cilla y a la puerta de salida a la plaza abacial.
La Cilla.
Situada en la zona de trabajo, en la panda occidental. En ella se guardaban las provisiones del monasterio. En los monasterios cistercienses, como es este caso, la cilla no da directamente a la panda, sino que se interponía entre ambos el corredor de conversos, como hemos visto.
Se trata de una estancia de planta rectangular, cubierta con bóvedas de medio cañón apuntado, estaba edificada sobre la bodega. Era un lugar muy protegido y cuidado por los hermanos conversos, al frente de la cual había un cillero. Esta cilla contaba con pozos para acumular nieve que servía para conservar mejor los alimentos.
Hoy podemos contemplar en ella, el museo del vino, de la denominación de origen Calatayud.
La bodega.
Situada bajo la cilla, cubierta con bóvedas de cañón apuntado y arcos fajones.
En la cilla podemos ver, además de otros útiles para la elaboración del vino y de licores, estos alambiques, datados en la primera mitad del siglo XVIII, que se usaban para fabricar licor de hierbas y aguardiente.
El zaguán.
Situado en la galería occidental del claustro. A la izquierda se abre la puerta de entrada a la cilla, y al fondo el claustro y la puerta de entrada al mismo desde la plaza de san Martín (por donde se entra actualmente a visitar el monasterio).
En el pasillo que une el claustro con el palacio abacial podemos contemplar una serie de carruajes antiguos que se utilizaban en la residencia-hotel en el siglo XIX. En la clave del arco de la portada encontramos un escudo con la señal de Aragón, y la fecha de 1195.
Sala capitular.
En la galería oriental se sitúa la parte más importante del claustro: la sala capitular, ya terminada hacia 1218, en donde se reunían los monjes con el abad para solventar los asuntos importantes de la comunidad. En todas las reuniones se empezaba leyendo un pasaje de la Regla de san Benito, pasándose a debatir los asuntos del monasterio; también se realizaba la exposición de las faltas que cada monje había cometido, imponiéndose castigos y penitencias.
Se accede a ella a través de una portada con tres arcadas abocinadas y apuntadas, siendo la central el acceso y las laterales ventanas.
Vano lateral de la sala capitular.
Flanqueando el vano principal, se abren dos ventanas geminadas, separadas por pilares cruciformes con basas que apoyan en altos zócalos. Estas ventanas están rematadas por arcos apuntados, adornados por puntas de diamante, en cuya parte superior se abre un óculo hexalobulado. Cierra el conjunto tres arquivoltas apuntadas.
Puerta de entrada a la sala capitular.
La portada es abocinada, en arco apuntado. Estructurada con tres arquivoltas sostenidas cada una por una columnilla, con capitel adornado en crochet, que apoyan en basas dentadas y sobre un zócalo elevado.
En la clave de la puerta de acceso se colocó en época barroca, el escudo de la Corona de Aragón, realizado en yesería policromada: los palos de Aragón, el árbol de Sobrarbe, la Cruz de Ïñigo Arista y las cuatro cabezas de musulmanes y la Cruz de san Jorge (de la batalla de Alcoraz).
Interior Sala Capitular.
Su interior es magnífico. Una sala de estructura cuadrada de tres naves, cubierta con bóvedas de crucería que apoyan sobre cuatro pilares fasciculados centrales, formados por múltiples columnillas con capiteles decorados con temas vegetales, de las que parten ocho arcos apuntados. Un banco corrido adosado a la pared con dos gradas permitía a los monjes sentarse durante el capítulo.
En esta sala eran enterrados los abades, se cree que en ella hay enterrados unos 112 abades, entre los que se supone se encuentra Gaufrido de Rocaberti.
Detalle de la policromía de los capiteles, que aún se conserva en fustes y capiteles. La ornamentación es a base de temas vegetales y brotes floridos, fue realizada en el siglo XIV.
Interior Sala Capitular.
En la sala vemos nueve tramos abovedados con crucería simple. Las bóvedas apoyan en los muros mediante ménsulas de decoración muy sencilla.
En el muro oriental de la sala se abren tres ventanas que iluminan su interior. Son vanos apuntados con doble arco polilobulado, en cuya clave se abre un óculo romboidal.
Interior Sala Capitular.
Vista de la sala capitular desde el muro oriental, al fondo la portada de entrada.
Interior Sala Capitular.
Parte posterior de la portada de entrada a esta espectacular sala capitular.
Capiteles de la portada de la Sala Capitular.
Decorados con motivos vegetales.
Capiteles de la portada de la Sala Capitular.
Decorados con motivos en crochet.
Puerta de Santa María y altar de san Benito de Nursia.
En el ángulo que forma la galería capitular con la puerta principal, denominada de Santa María, por la que se accede a la iglesia, en origen se ubicaba el armarium, usado como biblioteca y al lado de él, un banco corrido en donde los monjes se sentaban para leer los documentos o libros que ella había. Este espacio cambió radicalmente en el siglo XVIII, cuando se construyó un retablo en yeso policromado, dedicado a san Benito de Nursia, fundador de la Orden de los benedictinos y considerado patriarca del monacato occidental, autor de la “Santa Regla”, inspiración para muchas comunidades religiosas.
Esta Puerta conocida como “Santa María o de los Monjes”, comunica el claustro con la nave de la epístola y en la cabecera de la iglesia.
Retablo de san Benito.
Se trata de un retablo barroco, que conserva su policromía original. Estructurado con columnas salomónicas, y con profusa decoración a base de rocallas y angelotes. Flanqueando la estatua de san Benito, al que le falta la cabeza y las manos (durante la Guerra de la Independencia), podemos ver, muy deterioradas, la de san Agustín de Hipona, doctor de la iglesia, y otros santos benedictinos.
Parte superior de la Puerta de Santa María.
Por ella entraban los monjes desde el claustro a la iglesia, por la nave de la Epístola y al lado de la cabecera. La parte superior de la portada está decorada con un relieve en estuco, donde se representa la Asunción de la Virgen, flanqueada por santa Escolástica, hermana melliza de san Benito de Nursia; y santa Gertrudis, mística y seguidora de san Agustín y san Bernardo.
Nave de la Epístola.
Al entrar al templo el sentimiento es de sorpresa, al encontrarnos un magnífico edificio casi totalmente arruinado. Ha perdido la mayor parte de sus cubiertas y solo se vislumbra la estructura que pudo tener. El abandono del cenobio en el siglo XIX fue uno de los motivos de su ruina, gran parte de sus bóvedas de crucería se vinieron abajo, solo se conservan medianamente las de la parte meridional del templo, nave de la epístola, como podemos ver en la fotografía.
Planta de la iglesia.
El templo está situado al norte del conjunto abacial, fue construido en estilo gótico ente 1262-1350. Tiene planta de tres naves, cinco ábsides, pilares cruciformes en la cabecera y octogonales en las naves, todas cubiertas con bóvedas de crucería.
Fotografía de la planta de la iglesia: wikipedia.
Entre el primer y segundo tramo de la iglesia se abría un arco que unía los dos espacios en los que se dividía el templo, ya que el más cercano a la cabecera era reservado para los monjes y la parte posterior, para los conversos y seglares.
Al fondo, en la fotografía, podemos ver la portada principal y la nave central, y a izquierda la nave de la epístola, que aún conserva sus bóvedas; y a la derecha la nave del evangelio de la que solo restan los muros laterales.
Cabecera de la iglesia.
En la cabecera se abren cinco ábsides, el central es monumental, en el que se abren vanos de medio punto. Sobre el central se abrió un óculo de roscas concéntricas, actualmente cubierto con una lámina de alabastro. El ábside se cubre con bóveda de cuarto de esfera nervada y con clave central que tiene cinco plementos. La estructura se apoya en columnas truncadas con capiteles con decoración vegetal.
La mesa altar es la original del siglo XIII.
En los muros del ábside podemos ver los restos de una de las celosías de estilo mudéjar del siglo XIV.
Capillas de los ábsides del lado de la epístola, casi totalmente derruidas. Abren a la nave del transepto por medio de dos arcos apuntados.
Ya hemos comentado que la iglesia tiene tres naves longitudinales y dos transversales, en forma de cruz latina, amplio transepto y cabecera con capillas. En la fotografía vemos una de las capillas de la cabecera y a la izquierda la capilla barroca de san Inocencio, nombrado Papa en el año 401, sucediendo a su propio padre Anastasio I, que era el anterior Papa.
Portada de la capilla barroca de san Inocencio.
En el año 1502 Guillén de Palafox; y Violante de Luna, condes de Ariza, construyeron su panteón familiar en la capilla mayor, convirtiéndose la familia Palafox en patrones del monasterio. Esta familia también contribuyó en la construcción de la cripta ubicada en el presbiterio y donaron, así mismo, numerosas reliquias. La más importante fue el cuerpo de san Inocencio mártir, procedente de las catacumbas paleocristianas de Roma y que había sido recibido como regalo papal por el arzobispo de Sevilla Jaime Palafox Rebolledo y Cardona, hijo del tercer marqués de Ariza; el arzobispo aragonés lo regaló en 1690 al monasterio, donde se ubicaba el panteón de su familia. Esto motivó la erección de una nueva capilla yuxtapuesta al extremo norte del crucero, decorada profusamente con yeserías policromadas. Esta portada fue restaurada en 2017.
Entre los temas que en la portada encontramos está el arrepentimiento de santa Humbelina, hermana de san Bernardo de Claraval. Humbelina vivía entre lujos y un día fue a visitar a su hermano al monasterio de Claraval, que el mismo había fundado, se presentó ante él, rodeada de boato y lujo. San Bernardo le reprendió su comportamiento. Humbelina avergonzada se arrodilló ante él, pidiendo perdón. En la parte superior Dios Padre contempla la escena.
Cripta.
En el presbiterio hay una escalera que conduce a la cripta que hemos comentado anteriormente. Fue realizada en 1650 bajo el patronazgo del Venerable Palafox. Tiene planta semicircular, con nichos en donde eran enterrados los monjes, unas cuarenta y ocho tumbas.
Lado de la Epístola.
Desde el presbiterio podemos contemplar los diversos estilos en los que se construyó esta iglesia. La parte inferior es de estilo románico, y la parte superior gótico. Las capillas decoradas profusamente en estilo barroco, ya que a mediados del siglo XVIII se remodeló la iglesia, ornamentando el edificio medieval con yesos barrocos, obra del artista Luis Aparicio.
En el trascoro, lado de la epístola, aún se conservan pinturas rococós, realizadas en el siglo XVIII, que representan escenas de la vida de san Bernardo.
Vista de la nave lateral derecha, y al fondo la portada principal.
En los siglos XIX y XX. El revestimiento de yeso ,que se realizó en época barroca, se desprendió, motivo por el cual salió a la luz la construcción del siglo XIII.
Fachada principal de la iglesia.
La fachada principal se sitúa en la gran plaza del Palacio Abacial, en la zona occidental del conjunto. La portada fue realizada en el siglo XIII, estaba precedía por un pórtico desaparecido.
En la parte superior de la portada vemos un rosetón con siete círculos inscritos, símbolo de los siete dones del Espíritu Santo.
La portada de la iglesia.
Realizada en un estilo tardorrománico, está formada por cinco arquivoltas apuntadas con decoración en zig-zag. Las arquivoltas apean en cinco pares columnillas adosadas a las jambas que se decoran con puntas de diamante. Los capiteles ornamentados con hojas de acanto.
Sobre la clave se puede vislumbrar parte de un crismón Trinitario, casi oculto por la reforma llevada a cabo en el siglo XVI, en la que se colocó un gran escudo que lo cubrió; de esta misma época son las esculturas de casi bulto redondo que representan a los reyes aragoneses, Alfonso II de Aragón y Jaime I el Conquistador, grandes mecenas del monasterio.
Fachada este del palacio Abacial.
Estamos ante un enorme edificio realizado en el siglo XVIII, sobre otro anterior. Tiene planta rectangular con tres alturas divididas por columnas (partes superiores) o pilastras (parte inferior) que forman paños, flanqueado por dos pequeños torreones. A la izquierda se encuentra la ya mencionada torre del Homenaje, por donde se entra al conjunto abacial, como ya hemos comentado.
Fachada este del palacio Abacial.
Estamos ante un enorme edificio realizado en el siglo XVIII, sobre otro anterior. Tiene planta rectangular con tres alturas divididas por columnas (partes superiores) o pilastras (parte inferior) que forman paños, flanqueado por dos pequeños torreones. A la izquierda se encuentra la ya mencionada torre del Homenaje, por donde se entra al conjunto abacial, como ya hemos comentado.
Fotografía: Wikipedia.
Entrando por la Puerta-Torre, volvemos a la plaza del palacio abacial, en donde encontramos la puerta de entrada que nos permite regresar al interior del monasterio antiguo.
Hasta aquí esta pequeña reseña sobre El Monasterio de Piedra, “uno de los conjuntos patrimoniales y naturales más emblemáticos de Aragón". Presenta una perfecta mezcla de valores culturales y naturales que le ha valido la declaración como Sitio Histórico en 1945. También ha sido nombrado Monumento Nacional en 1983, Conjunto de Interés Natural en la categoría de Jardín Histórico en 2010, y el 5 de junio de 2019 el Monasterio de Piedra fue galardonado con el premio a la Excelencia Turística.
Hasta el próximo vuelo.
BIBLIOGRAFÍA.
- MUNTADAS NAGEL, Elvira y MUNTADAS-PRIM, Luis: Recuerdos y hechos sucedidos en el ex-Monasterio de Piedra, desde que este pasó a propiedad privada, hacia 1840, Romagraf, Barcelona, 1970.
- MUNTADAS JORNET, Juan Federico: El Monasterio de Piedra. Su historia y descripción, sus valles, cascadas, grutas y leyendas monásticas, Madrid, 1871.
-BOSQUED LACAMBRA, Pilar.: El monasterio de Piedra y J. Federico Muntadas Jornet. Historia del parque, vergel y jardín. Tesis Doctoral.
-GARCÍA OMEDES, A.: La Guía digital del arte románico: Nuévalos. Monasterio de Piedra: http://www.castillodeloarre.org/zaragoza/990510-Piedra1.htm
-Especial del Heraldo sobre el Monasterio de Piedras:https://www.heraldo.es/especiales/monasterio-de-piedra/
-Web del Monasterio de Piedra: https://monasteriopiedra.com/parque/
-FUENTE COBOS, C. DE LA. "El monasterio de Santa María de Piedra", en El Cister. Órdenes religiosas zaragozanas, IFC, Zaragoza, pp. 141-163.
-JORNET, L. Monasterio de Piedra: su historia y descripción, sus valles, cascadas, grutas, y leyendas monástica, La Moderna, Zaragoza, 1995.
-Monasterio de Piedra 800 años de arte, arquitectura y naturaleza. DosdePublishing, Guías visuales.