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Medinaceli (Soria). La ciudad del cielo.


La localidad de Medinaceli, la ciudad del cielo como la denominaba Gerardo Diego, se localiza en la zona suroriental de la actual provincia de Soria en un lugar estratégico y casi inexpugnable. Situada a más de 1.200 metros de altitud, sobre el cerro conocido como “Villa Nueva”, está rodeada de barrancos sobre el Valle del Jalón, excepto en su parte suroccidental que es por donde se extiende el pueblo. Sus primeros pobladores fueron los celtíberos, que se asentaron en el cerro contiguo, hoy conocido como “Villa Vieja”. En él se encontraba la antigua ciudad de los Belos: Ocilis, tomada en el año 154 a.C., por el cónsul Claudio Marcelo. Éste, como punto de apoyo en la guerra contra Numancia (154-133 a.C.), estableció hacia el este en el cerro contiguo o “Villa Nueva”, un enclave romano, que será la semilla de lo que posteriormente se convertirá en Medinaceli.


Medinaceli fue un punto de paso obligado entre el valle del Ebro y la Meseta a través de la calzada que unía dos importantes ciudades romanas: Caesaraugusta (Zaragoza) y Emerita Augusta (Mérida), de la que partía una vía secundaria que se dirigía hacia Uxama (Osma).

Los restos de las excavaciones llevadas a cabo en la villa han puesto de manifiesto que en ella se establecieron distintas culturas (romana, musulmana, judía y cristiana). De época romana se conservan las murallas, calzadas, mosaicos, el sistema hidráulico (fuente de La Canal), las salinas (las Salinas de Medinaceli se explotaron hasta 1994) y el Arco Romano.


Este famoso arco está situado en la parte meridional del núcleo urbano; siendo el único conservado en España con triple arquería. Su datación ha sido problemática; los últimos estudios sobre él lo sitúan en la época de Domiciano (84-96 d.C.), en el mismo momento en el que se construyó la muralla que rodeaba todo el cerro y preservaba la ciudad romana.

En la fotografía vemos la cara sur del Arco de Medinaceli. Símbolo de la ciudad.


Es un arco sencillo si lo comparamos con otros arcos de tres vanos de los que se tienen constancia (Arco de Constantino en Roma, arco de Orange, arco de Septimio Severo en Roma…) Desgraciadamente, dada su ubicación, presenta tal deterioro que es difícil conocer realmente su ornamentación original.


Mide 13,20 metros de largo, 8,10 de alto, y 2,05 de anchura; presentando tres vanos abiertos en arco de medio punto, el central mucho mayor. En los laterales podemos ver tres cuerpos, el inferior donde se abre un pequeño vano en arco de medio punto; sobre éste y separado por una cornisa dos columnillas soportando un frontón triangular; y el superior o ático, a modo de entablamento, en el que había colocadas letras capitales en bronce formando inscripciones en ambas fachadas, que casi se han perdido.

En el ático, en la cara norte, en la las dos últimas hileras de sillares podemos vislumbrar los agujeros en los que se clavaron las iniciales de las inscripciones.

En las investigaciones realizadas por Alföldy y Abascal, gracias a los agujeros que se hicieron para clavar las iniciales a los sillares se ha podido saber lo que ponía en las inscripciones. En el lado norte, el que mira a la ciudad, se dedicaba al emperador Domiciano, pero cuando éste fue asesinado se borró la inscripción y se puso el nombre de Trajano (en el lado sur). De ahí la confusión en la datación de este arco, al que durante muchos años se le ha considerado como de época de Trajano.


Os pongo un enlace muy interesante sobre ellas. El tema es demasiado amplio como para resumirlo en un pequeño artículo como el que hoy os presento: file:///C:/Users/Usuario/Downloads/la-inscripcin-del-arco-de-medinaceli-0.pdf

Cara norte del Arco romano.


En resumen este arco se pudo construir para plasmar el poder de Roma y de la ciudad romana de Medinaceli. Un símbolo que se podía contemplar, como sucede hoy en día, desde la lejanía. Como bien dice el investigador Juan Manuel Abascal, más bien se podría tratar “de un encargo de los rectores de un núcleo urbano que a finales del siglo I d.C., en un momento de intensa renovación edilicia, quiso engalanar su perímetro con una puerta en el sitio que más impacto podía causar, aunque ello obligara a construir una falsa puerta, más ornamental que efectiva”.

Desde el arco romano, símbolo de la ciudad, podemos contemplar un paisaje de gran belleza. Dominando desde él el valle del Arbuxuelo, nombrado en el Cantar de Mio Cid, y el valle del Jalón, así como las Salinas de Medinaceli, una industria de gran raigambre en la zona hasta 1994 en que fueron cerradas. Medinaceli a lo largo de los siglos continuó siendo un enclave estratégico de primera magnitud.


Parece ser que a comienzos del siglo V la ciudad decayó, permaneciendo en el olvido durante el dominio hipanovisigodo. Hasta el año 711 no se tiene ningún conocimiento de su situación. En ese año, Tarik b. Ziyad lugarteniente de Musa (gobernador del califato omeya en el norte de África), conquistó la ciudad. La primera noticia sobre la Medinaceli musulmana la tenemos hacia 839 cuando la ciudad fue atacada por los cristianos, y fue defendida por la familia Banü Qasi. Desde finales del IX y principios del X se documenta a los Banü Salïm, quienes dieron el nombre al lugar, conociéndose como Madinat Salim. El tiempo transcurrió y nuestra ciudad volvió a quedar olvidada. Con la subida al poder del emir Abd al Rahmän III (912-961 d.C.), que adoptó el título de califa, comenzando con él el califato de Córdoba, Madinat Salim recuperó su importancia militar y defensiva. Este califa ordenó reconstruir las murallas y la alcazaba (erigida en época emiral, entre los siglos VIII-IX,). Se conoce la existencia de una mezquita, que unos sitúan en el solar que actualmente ocupa la colegiata, y otros en la iglesia del monasterio de San Román (en donde también dicen que se pudo ubicar la sinagoga); son solo conjeturas, ya que no se ha hallado ningún resto de ella.


En el 946 Medinaceli alcanzó gran importancia, ya que se convirtió en la capital de la Marca Media del Califato (desde 946 al 1124), nombrando gobernador de la plaza al general Galid (que sería suegro de Almanzor). Un hecho que ocurrió en Medinaceli, lo relata el Dikr bilad al-Andalus (documento del siglo XIV, escrito en árabe, en el que se relata en un capítulo la conquista de España por los musulmanes). En él habla de uno de los guerreros legendarios musulmanes, cuyo nombre ha quedado en la memoria del lugar: Almanzor: “Partió de Córdoba (hacia Castilla), estando ya enfermo, el jueves seis de rayas del año 392 (21 de mayo de 1002)…, emprendió regreso a Córdoba, pero murió en la frontera y allí fue enterrado, en la ciudad de Medinaceli, el 27 de Ramadán de ese año…” Parece que fue enterrado en los alrededores de Medinaceli (en el yacimiento de “el Tormo I” en Fuencaliente de Medinaceli). Almanzor no murió en combate sino a consecuencia de la enfermedad que sufría: artritis gotosa.


Columna que señala el lugar donde se levantaba la parroquia de San Nicolás, derribada junto a otras doce parroquias en el año 1562 (como luego comentaremos).


Por estas tierras dicen que también cabalgó el Cid Campeador. En el Poema del Mio Cid (escrito en 1207 por el canónigo de Osma, Per Abbat), hay una referencia directa a Medinaceli: hablando de Rodrigo Díaz de Vivar dice: “lucho después con Jimeno Garcés, uno de los mejores de Pamplona, y lo venció. Batalló también con el mismo desenlace con cierto sarraceno de Medinaceli, al cual no solo venció, sino que también le dio muerte”).


En 1122, el rey de Aragón, Alfonso I El Batallador, conquistó definitivamente los territorios del alto Jalón, con Medinaceli y Sigüenza, y el enclave de Molina. Poco tiempo después Medinaceli pasaría a manos castellanas. En los siglos XII y XIII se consolidó el Concejo de Medinaceli, integrando numerosas aldeas de la zona, dándole Alfonso VII un fuero especial a la Villa, dependiendo solo del rey. De ese modo en ella vivieron gentes de diversa procedencia, contándose en el término doce iglesias, cuatro ermitas, un hospital, tres conventos, y una importante población judía.


En 1368 Enrique II concedió la villa de Medinaceli y sus tierras al francés don Bernal de Bearne, conde de Foix, casado con Isabel de La Cerda, hija del infante don Luis (biznieto del rey castellanoleonés Alfonso X el Sabio), otorgándoles el título de condes de Medinaceli, perdiendo de ese modo la villa su independencia. Años más tarde los Reyes Católicos, en 1489, elevaron el título a ducado de Medinaceli, siendo el primer duque don Luis de la Cerda.

Estamos en la zona denominada Campo de san Nicolás, llamada así porque en este lugar se levantaba la iglesia del mismo nombre, como hemos comentado anteriormente.


Pero sigamos con nuestra historia. El esplendor de Medinaceli llegó en el siglo XVI. En 1561 el IV Duque de Medinaceli don Juan de la Cerda consiguió del Papa Pio IV una Bula de exención para erigir a la iglesia parroquial en Colegiata. El Pontífice ordenó derribar y unificar las doce parroquias existentes en la villa (muchas de ellas románicas) y refundirlas en una sola: la colegiata de Santa María. El acto de absorción de las antiguas iglesias parroquiales se efectuó el 6 de enero de 1566. Dos iglesias se salvaron, la de san Martín que fue concedida a las monjas de Santa Isabel; y la de san Román a las beatas de san Jerónimo.

Siguiendo por el Camino de San Martín, a la izquierda encontramos la calle de Santa Isabel que nos conduce hasta la plaza del Carmen, donde se levanta la Colegiata (que luego visitaremos).


A principios de los años 60 del siglo XX en la parte baja del cerro donde se ubica el casco histórico del Viejo Medinaceli se fue formando el Nuevo Medinaceli, a él se trasladaron el ayuntamiento y otros servicios. El Medinaceli histórico poco a poco se fue despoblando y sus casas solariegas y monumentos arruinando. Pero algo hizo cambiar la situación, en noviembre del año 1963 el Viejo Medinaceli fue declarado Conjunto Histórico-Artístico y comenzó la recuperación de su núcleo urbano.


A principios de los años 70 del siglo XX un oficial americano enamorado del lugar se compró una casa y la rehabilitó; fue el detonante para que fueran llegando antiguos habitantes y una serie de artistas “de fuera” que se quedaron a vivir en el pueblo, reformando y restaurando las viejas y abandonadas casonas. Entre los artistas que llegaron al pueblo cabe destacar a José Luis Arense Medina, propietario de la Galería Arco Romano abierta en 1977; al austriaco Reiner Schiestl; al madrileño Alfonso Sánchez-Pardo; al argentino Rómulo Maccio, quien en su testamento pidió el ser enterrado allí; y al californiano Jerome de Rollin, que aún conserva su nombre en la puerta de su casa. La rehabilitación del pueblo se hizo de forma ordenada, empedrando sus calles, reformando las antiguas casonas y respetando el entorno con las nuevas casas que se construyeron. Se consiguió salvar uno de los pueblos más bonitos de España. Hoy pasear por sus calles es rememorar la historia de esta preciosa villa.

Hemos comenzado nuestro recorrido en el Arco, siguiendo por el paseo conocido como Campo de San Nicolás, rodeando el casco histórico por la zona occidental hasta llegar a la calle Marimedrano. En el ángulo que forman estas dos calles encontramos esta casa solariega, cuya fachada lateral se encuentra enfrente del convento de santa Isabel y de la iglesia de san Martín. Edificio de finales del siglo XVII, con planta rectangular, cuya fachada se adorna con escudo heráldico y balcones de elegante forja.


Vuelvo a recordar que la fisonomía de la villa cambió radicalmente en el siglo XVI, al demoler no solo las iglesias existentes sino también las edificaciones medievales que poblaban el lugar.. Éstas últimas fueron sustituidas por casonas renacentistas construidas seguramente con las piedras de los desgraciadamente derruidos templos antiguos. Incluso podemos encontrar numerosas necrópolis, o cementerios que pertenecían a esas iglesias derribadas (restos que están siendo estudiados en la actualidad).


Detalle de la decoración de la fachada.

En la misma calle Marimedrano se erigió en 1528 el convento de santa Isabel. Fundado gracias a la duquesa de Medinaceli, doña María de Silva y Toledo, quien donó unos edificios de su propiedad para que fueran ocupados por monjas de la regla franciscana. A su lado se sitúa la iglesia de san Martín reconstruida también en el año 1528, debido a su estado ruinoso. Hoy en día es el único convento en activo.

La portada de la iglesia de san Martín se abre en arco de medio punto entre dos contrafuertes bajo un tejaroz. En la parte superior una serie de vanos rectangulares enmarcados.

Rincón entre la iglesia de san Martín y el convento de santa Isabel.

El convento de santa Isabel, de monjas clarisas, es un sobrio edificio de planta rectangular con tres alturas en las que se abren numerosos vanos de forma variada y desordenada. La portada principal se sitúa en el centro en arco escarzano decorado con el cordón franciscano; sobre ella un ventanal estilo Reyes Católicos.

Detalle de la portada del convento de santa Isabel. Como ya hemos comentado enmarcando la portada se encuentra esculpido el Cordón Franciscano.


Nos dirigimos por la calle Marimedrano con dirección hacia el centro del casco histórico, donde encontraremos la plaza Mayor y la colegiata de Santa María. A lo largo de esta calle podemos ver numerosas casas señoriales con sus blasones.

Siguiendo por la calle Marimedrano veremos rincones llenos de encanto.

Al final de la calle Marimedrano a la Plaza Mayor, en donde en época romana se ubicaba el Foro. Sigue la estructura de las plazas castellanas, de planta poligonal y porticada, en donde se desarrollaba la vida de la localidad. En ella se sitúan los edificios que en su tiempo fueron los más notables de la villa: la casa consistorial, la Alhóndiga y el Palacio ducal, sin olvidarnos de la colegiata, que se encuentra cerca de ella.


Lado oriental de la Plaza Mayor, en donde encontramos las típicas casas de entramado de madera con soportales.


Lado sur de la plaza Mayor.

Extremo occidental de la Plaza Mayor. En este edificio actualmente se puede visitar el Aula Arqueológica. Se trata de un espacio interactivo donde puedes conocer la historia de la ciudad.


En el lado septentrional se sitúa el Palacio de los Duques de Medinaceli, edificio fue declarado en 1979 Bien de Interés Cultural. Al comienzo del trabajo ya os he comentado el origen del título de los duques de Medinaceli, solo deciros que fue uno de los títulos más importantes en la historia de España, con consideración de Grandes de España desde 1520. El título lo ostenta hoy en día Victoria de Hohenlohe-Langenburg, que a la muerte de su padre Marco de Hohenlohe, se convirtió en 2016 en la XX duquesa de Medinaceli.


Pero volvamos a nuestra bonita villa y a su historia. Cuando los duques residían en Medinaceli ocupaban el antiguo castillo, hasta que en don Juan Luis de la Cerda, VII duque de Medinaceli, encargó en 1623 al maestro de obras del rey Felipe IV, Juan Gómez de Mora, el palacio que hoy vemos en la plaza Mayor. Estamos ante un edificio renacentista de gran sobriedad. Se estructura con un cuerpo central de dos alturas, en la parte inferior se abren vanos adintelados que se corresponden con el superior con balcones moldurados y coronados con frontones curvilíneos. Los extremos se cierran con sendas torres en las que se abren vanos adintelados.


En el centro se abre la portada que da acceso al interior del palacio. Portada adintelada, flanqueada por sencillas pilastras. Sobre ella un balcón que culmina con el blasón de los Duques de Medinaceli.


En el interior encontramos un patio central rodeado por dos galerías, la inferior con arcos de medio punto sobre gruesas pilastras; y la superior con arcos rebajados que apoyan también en pilastras.


Este palacio fue en el siglo XIX abandonado. Fue rehabilitado por la Junta de Castilla y León y cedido al ayuntamiento de Medinaceli por tiempo de 99 años. En el año 2005 llegó al pueblo el arquitecto y coleccionista de arte mallorquín Miguel Tugores, le maravilló el lugar y echó raíces en él. Creó la fundación DEARTE con la idea de atraer un turismo cultural en la villa. Abrió en 2008 en el palacio Ducal un centro de arte contemporáneo, que alberga exposiciones temporales y la exposición permanente de su colección privada (fondo de su galería de arte de Madrid llamada Dionís Bennassar), e incluso se han organizado en el palacio festivales de Ópera. Se ha convertido en el gerente del Palacio Ducal de Medinaceli.


En su sueño Tugores, gerente del Palacio Ducal, puso todo su empeño, batalló lo indecible para conseguir que vecinos y empresas se involucraran en la recuperación del edificio, logrando restaurar la parte baja del mismo y cubrir el patio interior con una gran cúpula diseñada por el arquitecto Xavier Vitoria.

También podemos visitar en la planta baja las salas donde se han colocado un grupo de mosaicos romanos hallados en las excavaciones realizadas en la localidad. El de la fotografía se encontró en la calle san Gil. Data de la primera mitad del siglo II y está compuesto de teselas de diferentes colores muy vistosos. En él se representa una esfinge alada con cabeza, pecho de mujer y cuerpo de león, a su izquierda un monstruo marino con cabeza de cabra. Rodeado con franjas con motivos geométricos y florales.


En la fachada principal de la Plaza Mayor, en el lado sureste, encontramos la antigua casa del Concejo, construida en el siglo XVI. Presidiéndolo todo la torre de la colegiata de Santa María.

El edificio consta de dos plantas en las que se abre una arquería de cuatro arcos de medio punto sobre pilares cuadrangulares en su parte inferior; y en la superior otras cuatro arcadas, pero en este caso con arcos carpaneles que apoyan en columnas de fuste liso.

En la parte superior se situaba el ayuntamiento. Vemos en el centro de la unión de los arcos el escudo ducal.

En la parte inferior lo ocupaba la alhóndiga o lugar donde se comerciaba y se realizaban las diferentes transacciones y compraventas. También incluso se almacenaba grano. Los agricultores llevaban sus productos a la alhóndiga y en ella se subastaban.

Ventanas que se abren en la parte inferior de la antigua alhóndiga.

Soportales de la zona del antiguo ayuntamiento. En la parte posterior de este edificio se ubicaba la cárcel, a la que se accedía a través de un túnel situado en la parte inferior de la Alhóndiga. Posteriormente veremos el edificio cuando paseemos por la plaza de la cárcel.


Vista de las calles que encontramos cerca de la Plaza Mayor. “Sus calles laberínticas son tan estrechas que en algunos casos se pueden tocar sus muros con los brazos extendidos”.

Bellos rincones en torno a la Plaza Mayor.

Calle que nos conduce desde la plaza Mayor a la plaza de la Cárcel.


Plaza de la Cárcel.

Al frente vemos el edificio en donde se situaba la antigua cárcel, una vez rehabilitado en él durante el verano lo ocupaban los estudiantes de la Universidad de Valladolid como residencia mientras realizaban las labores arqueológicas en la zona.

Plaza del Carmen en donde encontramos bellos rincones y la fachada norte de la colegiata de Santa María.

Enfrente de la fachada de la colegiata, en la plaza del Carmen, encontramos la casa del pintor californiano Jerome de Rollin, uno de los primeros artistas que llegó a Medinaceli en los años 70.


Rincón de la plaza del Carmen.

Fachada de la colegiata en la plaza del Carmen.


Medinaceli tuvo gran importancia, solo hay que ver que a finales del siglo XV contaba con doce parroquias, seguramente románicas; eran las siguientes: Santiuste, Santiago, San Blas, San Juan del Mercado, San Nicolás, San Gil, San Pedro, san Miguel, San Andrés, San Juan del Baño, San Martín, San Román y Santa María de la Asunción.


El duque de Medinaceli, don Juan de La Cerda, pidió al Papa permiso para erigir una colegiata dedicada a Santa María. Pio IV le exigió derribar todas las parroquias que existían, excepto san Marín que sería entregada a las monjas de santa Isabel, san Román a las Beatas de san Jerónimo, y san Juan del Mercado, que era propiedad de la Villa de Berlanga; y le permitió construir una sola iglesia, bajo la advocación de La Asunción de la Virgen. Así se hizo, se derribaron las iglesias y el 1 de abril de 1563 Pio IV elevó a la iglesia a la dignidad de Colegiata.

La entrada principal está orientada al norte, en la plaza del Carmen. Se abre en arco de medio punto sobre el que encontramos una cornisa barroca movida, en cuyo centro se abre un óculo.


El nuevo edificio se edificó sobre la antigua iglesia románica de Santa María la Mayor, entre los años 1520-1540, combinando el estilo gótico tardío con el renacentista.


En su interior destaca el sepulcro de los duques de Medinaceli, realizado en 1619; la reja gótica realizada por el maestro Osón, ayudante del rejero Juan Francés, que cierra el presbiterio; el Cristo de Medinaceli, talla muy venerada del siglo XVI; y la cripta románica.


La torre de la iglesia fue construida a los pies, en el lado del Evangelio, por el maestro de obras Diego Gilberte, según proyecto realizado en 1698 por Simón Rosillo. Consta de tres cuerpos que disminuyen en altura. En el primer cuerpo se abre una saetera; en el segundo una segunda saetera sobre la que encontramos el escudo de armas de la Casa Ducal; en el tercer cuerpo se colocó el reloj; culmina la torre con el cuerpo de campanas, abierto por dos vanos de medio punto en cada uno de los lados, sobre el que corre una balaustrada que rodea una media naranja sobre la que vemos una pirámide, una bola, una veleta y una cruz.


Plaza de la iglesia, en la que vemos un magnífico cedro.

Fachada sur de la colegiata. En la que se abre un pórtico con tres arcos de medio punto enrejados, más alto y ancho el central, por encima tres vanos adintelados con rejería. Sobre ese cuerpo la nave de la iglesia y los contrafuertes que separan sus tramos.


Calle de san Pedro.

Calle de la Carnicería.

Plaza de la Torre.

En la plaza del obispo Minguela nos encontramos la Casa de los Águila, en cuya fachada vemos el escudo de esta familia, bajo una cornisa semicircular.


Calle Santiuste.

Estamos ante una de las puertas que se abrían en la antigua muralla, sus cimientos son romanos, y aunque es denominada “Puerta Árabe”, no es musulmana. También es conocida con el nombre de Puerta del Mercado, ya que por ella entraban a la villa los comerciantes en los días de feria.

El Castillo se sitúa en el extremo occidental de la meseta que ocupa la villa, parece ser que en el mismo lugar en donde se asentó la alcazaba árabe. Es una construcción del siglo XIV, de planta rectangular con tres torreones circulares en las esquinas y en la esquina este otro cuadrangular, que ejercía de torre del homenaje. En él residieron los condes hasta que se trasladaron al Palacio de la Plaza Mayor. Actualmente es usado como cementerio.

Me despido de vosotros con un bello atardecer desde el Arco Romano de esta bonita villa de la maravillosa Soria, que es un ejemplo de recuperación de un núcleo medieval con raíces romanas y musulmanas. Espero que os haya gustado y lo visitéis.



Hasta el próximo vuelo.




BIBLIOGRAFÍA:


-BUENO SÁNCHEZ. Marisa: “Madinat Salim, de la madina a la villa. Transformación del tejido urbano en un área de frontera”, México, Universidad Nacional Autónoma, 2015, pp. 159-196: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/mundo/663_04_08_Marisa_Bueno.pdf


-ABASCAL, Juan Manuel; ALFÖLDY, Gëza: El arco romano de Medinaceli” (Soria, Hispania Citerior), Madrid, Real Academia de la Historia, Universidad de Alicante, 2002.


-BACHILLER MARTÍNEZ, Jesús María: “Medinaceli: Ejercicio de análisis, diagnóstico y propuesta de mejora paisajística”. 2001. http://paisajeyterritorio.es/assets/medinaceli.-ejercicio-de-analisis%2C-diagnostico-y-propuesta-de-mejora-paisajistica.-bachiller-martinez%2C-j.m.pdf


- MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzaloº. “El Cid histórico” Planeta 2004.


- https://www.dearte.info/_medinaceli/inicio.html


-VV.AA.: Medinaceli. Historia. Nobleza. Iglesia. Medinaceli, Ayuntamiento, 2017.

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