top of page

Los frescos de Francisco de Goya en la ermita de San Antonio de la Florida. Madrid


La ermita de San Antonio, es la única que se conserva de las tres que se construyeron bajo la advocación de este santo en las afueras de Madrid. Está situada en el actual distrito de Moncloa-Aravaca; entre la montaña del Príncipe Pío y el río Manzanares, en la Glorieta de San Antonio de la Florida. En tiempos pasados era una zona tranquila, donde se situaba la finca de La Florida y los famosos lavaderos del Manzanares, instalados a ambas orillas del río, muy cerca del conocido como Puente Verde (hoy de la Reina Victoria).


En la imagen de Google Maps. Podemos ver: 1: Río Manzanares. 2: Puente de la Reina Victoria. 3: Glorieta de San Antonio. 4: Paseo de la Florida. 5: ermitas gemelas de San Antonio de la Florida, la de la derecha es donde se encuentran los frescos.


Ya en el siglo XVI-XVII por los alrededores existía un humilladero donde las lavanderas iban a rezar a una imagen de Nuestra Señora de Gracia. Con el tiempo en ese mismo lugar se construyó una pequeña capilla, obra del arquitecto José de Churriguera, en la que se veneraba a la mencionada Virgen y a otra talla de San Antonio de Padua (obra del escultor Juan de Villanueva). Esta escultura tuvo tanta “fama y devoción, que pronto se convirtió en el santo titular” de la iglesia.


En 1768, bajo el reinado de Carlos III, al construirse la nueva carretera de Castilla y debido al trayecto de la misma, se vio la necesidad de derribar la capilla existente. Pero la gran devoción que había surgido hacia san Antonio, hizo que dos años más tarde se encargara, casi enfrente de lo que hoy es la estación del Príncipe Pío, una nueva ermita al arquitecto italiano Francesco Sabatini. Pero poco duraría, ya que el rey Carlos IV compró en 1792, a instancias de su esposa Mª Luisa de Parma, la Finca de La Florida a don Francisco de Moura y Corte Real, III marqués de Castel-Rodrigo, por aquel entonces propietario de la misma. La remodelación de todo ese sector motivó la demolición de la iglesia de Sabatini y la erección, entre 1792-1799, de una nueva en lo que hoy es la Glorieta de La Florida. El proyecto corrió a cargo del también italiano Felipe Fontana. Y os preguntaréis ¿Y el palacete de La Florida? ¿Dónde está actualmente? Pues os tengo que decir que la triste realidad es que ese gran edificio fue demolido para construir la Estación del Norte en 1859.


Fotografía: Vista del Palacio de la Florida en el año 1780. Lugar en el que se construiría doce años después la ermita de San Antonio. Museo de Historia de Madrid.

La ermita se encuentra muy cerca del Palacio Real de Madrid, como bien podemos ver en la pintura realizada a principios del siglo XIX por Fernando Brambila (Col. Ministerio de Hacienda). En la obra podemos contemplar a la derecha los edificios del Palacio Real, y los edificios de las caballerízas que existían antes de construir la catedral de la Almudena. A la izquierda lo que será con el tiempo el Paseo de la Florida, en donde podemos vislumbrar en un primer término la Puerta de San Vicente, y detrás de ella la ermita de San Antonio de la Florida.

Estamos ante uno de los templos más populares de Madrid, famoso por la romería que todos los 13 de junio se celebra en ella. La devoción a San Antonio comenzó prácticamente desde su muerte, acaecida el 13 de junio de 1231, siendo canonizado al año siguiente. Muy pronto se extendió por todo el mundo, gracias sobre todo a la orden franciscana que difundió el culto a San Francisco de Asís y a San Antonio de Padua; y también a la monarquía que siempre demostró su devoción hacia san Antonio.


En Madrid, su culto se extendió a principios del siglo XVII. En el siglo XIX las modistillas madrileñas cada 13 de junio se acercaban a la ermita de San Antonio de la Florida y vertían en la pila de agua bendita que hay a la entrada trece alfileres, simulando las arras matrimoniales, para pedir al santo novio para casarse. Cada muchacha metía la mano en la pila y cada alfiler que se le clavara en la mano significaba un pretendiente. También se estableció como costumbre el reparto de panecillos bendecidos para proteger los ahorros si se conservaba el pan todo el año. Como escribió el poeta Antonio Trueba: “La primera verbena que Dios envía es la de San Antonio de la Florida”.


Fotografía: Grabado realizado en 1857 por Bernardo Rico, a partir del dibujo realizado por Federico Ruiz. En la revista española “El Museo Universal”.


El templo fue inaugurado el 11 de julio de 1799. Es un edificio de estilo clásico con planta de cruz griega, brazos muy cortos y ábside semicircular. En 1905 fue declarado Monumento Nacional; y en 1919, aunque muchos lo desconocen, se trasladaron a ella los restos de Francisco de Goya y Lucientes. En sus bóvedas el pintor plasmó todo su ingenio y su buen hacer. Muchos la denominan la “Capilla Sixtina del siglo XIX” por la belleza de sus pinturas. En ella se celebró culto hasta que ante el deterioro de las mismas, en el año 1929 se decidió construir otra ermita gemela, para celebrar en ella el culto y dejar como Museo la original. El nuevo edificio fue construido por el arquitecto Juan Moya Idígoras (situado a la derecha de la imagen).


Tras la Guerra Civil, el edificio, que se salvó milagrosamente, tuvo que lamentar la desaparición casi íntegra de un par de ángeles en el intradós del arco de entrada a la ermita, así como algunos desperfectos en la cúpula por las filtraciones de la lluvia. Por ese motivo en 1940 Patrimonio Artístico Nacional encargó al restaurador barcelonés Manuel Grau i Mas su rehabilitación. La última restauración abarcó varias fases: de 1989 a 1994, interrumpiéndose las obras en el año 1993, que se retomaron en 2001, finalizándose en abril de 2005.

En la fotografía de Carlos Delgado, podemos ver las dos ermitas gemelas, la original es la situada a la izquierda. Están vistas desde la parte posterior.

Actualmente la ermita queda enfrente del Puente de la Reina Victoria (antiguo Puente Verde) y de la Glorieta de San Antonio, en donde, en 1986, se colocó un monumento dedicado al pintor (en la fotografía vemos la escultura a la izquierda y la ermita a la derecha).


El monumento dedicado a Goya, realizado en 1890 por José Llaneces, fue donado por su autor al Estado Español. En un principio estuvo colocado en la escalinata norte del Museo del Prado. En el año 1925 fue cedido al ayuntamiento de Madrid, instalándose en la escalera principal del concejo, hasta que en 1986 se trasladó al lugar que hoy lo podemos contemplar.


Aparece el insigne pintor sentado en un sillón de estilo Imperio y con los instrumentos de su arte en su mano izquierda, mientras con su derecha señala hacia la ermita de San Antonio, a la que está mirando fijamente.

Pero volvamos al pasado. Estamos en el siglo XVIII, una época de grandes cambios, la situación en Europa y de España, tras los conflictos del siglo XVII, pedía una mejora en la situación general del país, que sería llevada a cabo por el movimiento político conocido como “la Ilustración”. En el año 1798 Manuel Godoy dimitió de su cargo de primer ministro de Carlos IV; y el 28 de marzo Gaspar Melchor de Jovellanos y Francisco de Saavedra tomaron las riendas del gobierno, gracias a ello Goya se vio favorecido. La ermita de San Antonio se había finalizado arquitectónicamente, era el momento de decorarla en su interior.

En el invierno de 1792 el pintor había caído gravemente enfermo. Aunque poco a poco se fue recuperando de su pérdida de visión y de sus problemas de equilibrio no superó la pérdida de audición, quedándose sordo. Ello trajo consigo un aislamiento y un profundo cambio en su carácter y en su forma de pintar. A partir de este momento su pintura es más subjetiva y personal. En 1798 el propio pintor afirmaba: “…hace seis años que me faltó de todo punto la salud, y especialmente el oydo, hallándome tan sordo que no usando de las cifras de la mano no puedo entender cosa alguna, por lo que no he podido ocuparme en cosas de mi Profesión…”


Es en este delicado momento cuando Jovellanos y Saavedra le encargan la decoración de la ermita. Durante esta etapa de su vida, a pesar de su enfermedad, tuvo una gran actividad, realizando varios retratos, la serie de obras sobre brujas, los Caprichos, que nos muestran la interpretación personal de la época en la que estaba viviendo, rompiendo, de una forma más alegre, con la decoración de esta ermita.


El exterior es sencillo, la portada adintelada está flanqueada por dos pilastras dóricas que sostienen un entablamento coronado por un frontón triangular sin ninguna decoración.

Francisco a primeros de agosto se aprovisionó de los colores que iba a utilizar en esta obra en la droguería de Manuel Ezquerra y Trápaga; e incluso mandó alquilar un coche para ir y venir desde su casa a la ermita, todo ello costó: 14.314 reales de vellón. Como podemos leer en la carta de Manuel Ezquerra del 20 de diciembre de 1798: “Memoria de los géneros de pintura y demás que yo, Don Manuel Ezquerra y Trapaga, vecino del comercio de esta corte, he entregado á Don Francisco Goya, pintor de Cámara de Su Magestad (que Dios guarde), para la obra de San Antonio de La Florida, que ha pintado de Real Orden de su Magestad en este año de 1798…”


El pintor decoró la cúpula, las pechinas, los intradoses, los muros laterales y el ábside desde agosto a noviembre de 1798, ayudado por Asensio Juliá. El tema elegido fue el milagro que San Antonio realizó para demostrar la inocencia de su propio padre. El pintor tuvo total libertad para representar el hecho, de ahí que la Gloria que siempre se representaba en la zona superior es sustituida por el milagro terrenal, con “aperturas celestes”; y los ángeles y el Espíritu Santo son representados en las zonas inferiores. Desconocemos si el tema le fue sugerido o lo escogió el mismo pintor, pero sí sabemos que para representarlo se basó en el texto de El Año Cristiano del Padre Croisset. La técnica empleada es la del fresco, con algunos detalles en “seco a la témpera”.


Vista del muro de la cabecera, en donde se representa el triunfo de la y la parte de la cúpula donde se sitúa el santo realizando el milagro.


Vista del muro de los pies de la iglesia, donde se sitúa un pequeño coro.

En la ermita de San Antonio Goya se volvió a encontrar, como ya había realizado en 1782 en la basílica del Pilar de Zaragoza, con una cúpula, con sus pechinas y ábside superior, pero a menor escala. El milagro que en la cúpula se narra es uno de los más importantes en la vida del santo.


San Francisco nació hacia 1191 en Lisboa, en el seno de una familia acomodada. En la ciudad vivía su familia, mientras él se había trasladado a Padua (Italia), en donde se enteró de que a su padre le habían acusado falsamente de un asesinato y lo habían sentenciado a muerte. Milagrosamente, llevado por ángeles, se trasladó a Lisboa en donde resucitó al asesinado, al que le preguntó si su padre era el culpable de su muerte. El fallecido con voz alta declaró la inocencia del padre de Francisco en presencia de una numerosa multitud. Goya representó el milagro pero no en la capital lusa del siglo XIII (fecha en la que ocurrió el hecho), sino en el Madrid del siglo XVIII.


En esta obra el pintor utilizó un colorido en el que destacan el azul y el ocre amarillo, dando toques en rojo en algunas zonas estratégicas. El pintor ha sabido crear un ambiente mágico, que nos pone en contacto con “un siglo de antelación, con toda la pintura posterior”.


Vista de la cúpula hacia el ábside.


En el ábside representó la Adoración de la Santísima Trinidad, representada en estuco, en cuyo centro aparece el triángulo divino, del que surgen rayos de luz. Pintados en el ábside grupos de ángeles juntan sus manos y elevan su mirada hacia lo alto. De esta parte se conserva un magnífico boceto.

Conjunto de la cúpula hacia el ábside y los intradoses en los que representa a ángeles que sostienen cortinajes y contemplan el milagro que ocurre en la parte superior.


En cada uno de los lados, excepto en la cabecera, se abren tres ventanales por donde se ilumina la iglesia, así como a través de los vanos de la linterna de la cúpula que se eleva en el centro (fiel reflejo de los ideales de la Ilustracion), la luz es muy importante en esta obra. Goya, como Lafuente Ferrari comenta, buscaba “la magia del ambiente”, el traspasar el marco arquitectónico.


Goya realizó un boceto de la mitad norte de la cúpula: “El milagro de San Antonio de Padua”; en el que vemos al santo resucitando al hombre. Puede que se trate de un estudio de la luz, que tanto preocupaba al pintor. En él podemos contemplar los “arrepentimientos” al compararlo con la obra definitiva.

Conjunto de la cúpula hacia el coro. En las cuatro pechinas que sostienen la cúpula se representan grupos de angelitos que juguetean y levantan cortinajes blancos como para mostrarnos la escena de la cúpula.

Grupo de la parte central al frente de la entrada a la iglesia, encima de la cabecera. Vemos a San Francisco, subido encima de una gran roca, que dirige su mirada y su palabra hacia un grupo situado a la derecha, entre los que podemos ver al resucitado totalmente desnudo, sentado en una banqueta, mirando fijamente al santo.


Los personajes que rodean a ambos, son gente popular, vestidos a la usanza del siglo XVIII. El pintor los sitúa tras una barandilla (procedimiento utilizado por otros pintores: Mantegna, Tiépolo, Correggio, etc.), para hacerles partícipes del hecho milagroso que está ocurriendo. Es una multitud que se distribuye alrededor de la baranda fingida, vemos a campesinos, caballeros, damas, muchachas y niños que están presentes en el acontecimiento, unos demuestran su asombro, otros conversan entre sí, o juguetean junto al santo, como los niños que se encaraman en el pasamanos.


La escena principal está formada por San Francisco y dos grupos situados a su izquierda y a su derecha, formando todo el conjunto un triángulo cuyo vértice es la cabeza nimbada del santo. El cual fija su mirada hacia el fallecido, al que bendice. Éste une sus manos en actitud de plegaria y agradecimiento, mientras es sostenido por un personaje que se encuentra a su espalda. A su derecha una mujer abre sus brazos hacia San Francisco en actitud de plegaría; y el resto de los presentes dirigen sus miradas hacia la escena. A la izquierda los dos niños traviesos que se suben en la barandilla intentando poder ver mejor el suceso

San Antonio irradia una luz propia que destaca del grupo más oscuro de la derecha. Fijémonos en los rostros, son puras manchas de color, muy lejos del academicismo imperante en esa época.

Tres mujeres, situadas a la derecha de la escena principal, permanecen ajenas al milagro, conversando entre ellas y apoyándose en la fingida barandilla, No van vestidas como irían las mujeres de la Lisboa del siglo XIII, sino que Goya las ha representado más bien como “majas”, con trajes de alegres colores y cubiertas sus cabezas con pañuelos que destacan del oscuro fondo. Sus sonrosadas mejillas destacan si las comparamos con el tono del difunto situado a su izquierda. Destaca la belleza de la muchacha situada a la derecha.


Goya pinta con gran expresividad, utilizando una pincelada totalmente libre, a base de manchas de luz y color, muy alejada de las normas académicas. Es “verdaderamente una puerta abierta a la modernidad”.


Vista de la cúpula desde el coro. En donde se representa otro grupo de personajes que presencian el milagro.



Interesantes son las decoraciones en las enjutas, intradoses y pechinas, con grupos de ángeles niños portando pesados cortinajes, o las famosas "Ángelas", llenas de luz que levantan sus brazos y sus miradas hacia la escena que está sucediendo en la cúpula.

En la zona enfrente de donde se representa a San Francisco se sitúa un grupo entre los que destaca un hombre, que subido encima del ataúd del muerto, levanta sus brazos maravillado por lo que acaba de suceder, a la izquierda el blanco sudario sobre la barandilla de la balconada.

Vemos un detalle de la cúpula vista desde el coro, en donde observamos al personaje que levanta sus brazos sorprendido por el milagro que está sucediendo al otro lado de la cúpula. En el centro dos mujeres con sus cabezas cubiertas se apoyan en la barandilla que está en parte cubierta por el blanco sudario. Una de ellas mira fijamente al personaje situado en lo alto, mientras la otra mira hacia el frente, donde está sucediendo el milagro, con rostro serio.


Cada personaje es un verdadero retrato, Goya ha plasmado desde el asombro, a la alegría, la indiferencia y la curiosidad en cada uno de ellos. En el personaje que se cubre la cabeza con una capucha amarillenta se ha identificado al hombre que acusó al padre del santo.


Utiliza la técnica a base de manchas, deformando incluso los rostros, y aún así confiere a la obra de una gran expresividad. Lo podemos ver incluso en las rocas representadas en la parte superior, son simplemente manchas de color que conforman un verdadero paisaje.

Decoración del intradós del arco del coro, en donde podemos ver ángeles portadores de cortinas, y a ambos lados figuras femeninas conocidas como “Ángelas”.


En los arranques de los intradoses de las capillas laterales, en las enjutas, lunetos de las ventanas y pechinas de la cúpula vemos grupos de angelitos o las figuras de las famosas “Ángelas”, de las que tanto se ha hablado. Más que ángeles son hermosas mujeres, ataviadas con elegantes vestidos de la época, que se apoyan en nubes mirando hacia lo alto.


Son figuras que parece que en su época levantaron algún revuelo por el representar a un ángel en versión femenina, con tanta belleza y elegancia. Hasta se comenta que la Duquesa de Alba protestó por ello.

La colocación de los ángeles en la zona inferior y no en la cúpula es “casi revolucionaria”, para una época en la que la norma era muy rigurosa. Los ángeles en las pinturas de san Antonio de la Florida son muy importantes, el historiador Juan Carrete señaló en su estudio sobre estas pinturas, la relación de éstos con el culto a san Antonio.


Vista del lateral derecho de la nave.


Vista del lateral izquierdo de la nave.

Lado lateral derecho de la ermita en la que vemos una pintura del segoviano Jacinto Gómez Pastor, pintor de Cámara del rey Carlos IV. En este lienzo, realizado hacia 1798, pintó a San Luis y a san Isidro, patronos de Paris y de Madrid. En el altar mayor podemos ver un Cristo filipino de marfil, del siglo XVIII.

Lado lateral izquierdo, con la Purísima Concepción con san Fernando y san Carlos Borromeo, también realizado por Jacinto Gómez Pastor.

Otro motivo para visitar esta preciosa ermita es que en ella reposa el gran pintor aragonés. En realidad Francisco de Goya falleció en 1828 en la ciudad de Burdeos, un día más tarde fue enterrado, en el cementerio de la Grande Chartreuse en una sepultura propiedad de la familia Muguiro, junto a su consuegro y amigo Martín Miguel de Goicoechea, fallecido tres años antes.


El cónsul español en Burdeos, Joaquín Pereyra, descubrió años más tarde la tumba en un estado lamentable; por ese motivo movió cielo y tierra para trasladar el cuerpo del insigne pintor a Madrid. En el año 1899 se abrió la tumba y en ella descubrieron dos cadáveres, como ya he comentado, pero la gran sorpresa fue descubrir que a uno de ellos le faltaba la cabeza. Al no saber con certeza cual de los dos era el de Goya (aunque por sus características vieron que era el que carecía de calavera), trajeron a los dos a España. El misterio estaba servido, lo único que se tenía claro es que, al no haber violencia en la tumba, el pintor fue enterrado sin cabeza. Los cuerpos de Goya y Goicoechea fueron llevados a la Sacramental de San Isidro de la capital de España donde reposaron hasta que en el año 1919, se decidió trasladar los restos a la ermita donde el pintor había realizado una de sus obras más importantes: la ermita de San Antonio.


Muchas teorías existen a cerca del hecho de que al cuerpo de Goya le falte el cráneo. Una de ellas afirma que Goya accedió a que su amigo Jule Laffargue, una vez que hubiera fallecido, le cortara la cabeza para realizar un estudio frenológico, muy en boga en aquella época. En el año 1928 en una reunión de la Academia de Bellas Artes de San Luis, el catedrático Hilarión Gimeno, afirmó que había adquirido a un anticuario un cuadro pintado por Dionisio de Fierros, en el que se representaba una calavera. En el reverso de la obra se podía leer la siguiente inscripción: “Cráneo de Goya pintado por Fierros”. La obra había pertenecido al marqués de San Adrián, protector de Goya y también de Fierros. El cuadro hoy en día se conserva en el Museo Provincial de Zaragoza, pero no está expuesto.


La historia es muy rocambolesca y seguirá sin aclararse, ya que el nieto de Fierros afirmó que el cráneo que su abuelo pintó fue destruido por su propio padre, desconociendo su procedencia.


La lápida de la tumba (traída desde Francia), se ubica justamente debajo de la gran cúpula, y en ella podemos leer: Hic jacet / Franciscus a Goya et Lucientes/Hispaniénsis peritissimus pictor/ magnaque sui nominis/celebritate notus./ Decurso, probe, lumini vitae / Obiit XVI Kalendas Maii / ANNO DOMINI / M DCCC XXVIII / aetatis suae / LXXXV / R.I.P: ( “Aquí yace Francisco de Goya y Lucientes, Pintor hispano de magnífica destreza, Reconocido por la gran celebridad De su nombre. Una vez recorrida con honradez la luz de su vida Murió el dieciséis de abril Del año de nuestro Señor 1828 A la edad de 85 años. Descanse en paz”).


En 1919 se le añadió una cruz y unas letras en bronce: GOYA/NACIO EN FUENDETODOS 30 MARZO 1746/MURIO EN BURDEOS 16 ABRIL 1828.



Hasta aquí este pequeño estudio sobre una de las obras más importantes y desconocidas de nuestro insigne paisano. En la que demuestra su genialidad y su visión de una pintura que rompe con todo lo conocido hasta ese momento. Su técnica tan libre y valiente, deja atrás el convencionalismo de la pintura de su época. Es una obra magnífica que abrirá al mundo una nueva visión del arte moderno que comenzaba a amanecer.


Hasta el próximo vuelo.



BIBLIOGRAFÍA:


-GASSIER, Pierre; Y WILSON, Juliet: Vida y obra de Francisco de Goya. Reproducción de su obra completa: pinturas, dibujos y grabados. Barcelona, Ed. Juventud.S.A. 1974.


-GOYA, Francisco de: Diplomatario, Zaragoza, Librería General, 1981.


-SALVADOR PRIETO, Mª del Socorro: “La escultura monumental en Madrid: Calles, plazas y jardines públicos (1875-1936)”. Madrid, Ed. Alpuerto, 2013.


-RIVAS CAPELO, Mª José: “Frescos de Goya. Guía de la ermita de San Antonio de la Florida”, Madrid, Patrimonio Nacional.


-CARRETE PARRONDO, Juan: San Antonio de la Florida. Francisco de Goya. Zaragoza, Ibercaja,


-DE LA RADA Y DELGADO, Juan de Dios.: “Los frescos de Goya en la iglesia de San Antonio de La Florida, Madrid, Imp. De Hernando y Compañía, 1897.


-LAFUENTE FERRARI, Enrique: Nuevo descubrimiento de Goya. Los frescos de San Antonio de la Florida. Cuadernos de Arte e Iconografía, Tomo VII-15. 1999. http://www.fuesp.com/pdfs_revistas/cai/15/cai-15-1.pdf


-“La obra pictórica completa de Francisco de Goya”. Clásicos de Arte nº 17. Barcelona, Noguer-Rizzoli editores, 1976.


- PITA ANDRADE, José Manuel (coordinador). San Antonio de la Florida y Goya La restauración de los frescos. Madrid, Ed. Turner Arte, 2008, pág. 96


-VALLESPÍN MUNIESA, Aurelio: “El espacio modificado a través de las pinturas murales de Goya: la basílica del Pilar y la ermita de San Antonio de la Florida”. Revista Bellas Artes, 2015.6, pp. 11-35.


-BORRAS, G.: Las pinturas de San Antonio de la Florida de Goya. Madrid, TF editores, 2006, pp. 23-25.


- Enrique Lafuente Ferrari y Ramón Stolz: La pintura española, volumen III. Goya, los frescos de San Antonio de la Florida. Barcelona, Ed. Skira. Carroggio, 1976.


-Las pinturas de Goya en San Antonio de la Florida, restauradas por Manuel Grau, Cuadernos de Arquitectura, 1955. file:///C:/Users/Usuario/Downloads/108510-161979-1-PB%20(2).pdf

Artículos recomendados
bottom of page