El Otoño
El verano ya estaba finalizando, a pesar del calor, día a día el cambio hacia el otoño se iba notando en el ambiente. Era el momento de empezar a guardar el buen tiempo, el sol, los recuerdos de ese estío que tan rápido había transcurrido; y de realizar el “cambio de temporada”. Cada año le producía más pereza ponerse manos a la obra, y recoger el verano en el rincón que utilizaba para guarecer las estaciones pasadas. Para ella el verano era la alegría y el invierno le llenaba de tristeza.
Absorta en sus pensamientos, sintió como el otoño, con timidez, asomaba la nariz empujado por el invierno, el cual tenía ya ganas de salir de su escondite; la primavera dormía, aún le quedaba mucho tiempo para poder mostrar sus colores. Sin prisa fue colocando cada cosa en su lugar: las toallas; los bañadores; la ropa veraniega y fresquita que hasta el año siguiente no volvería a utilizar; la bolsa de la playa…, La abrió y rebuscando en ella, sacó la crema de protección solar, el aftersun, una pinza de pelo, unos clínex, un pareo, y… ¡sorpresa!... un libro; el libro que había terminado de leer mientras descansaba frente al mar; se había olvidado completamente de él. Ese libro que pacientemente esperaba, en el fondo de esa gran bolsa de playa, que alguien volviera a abrir sus cerradas páginas.
Lo cogió entre sus manos y, con asombro, percibió un fresco olor a mar, a ese mar tan querido y distante, Su memoria volvió a esa playa, tan lejana y tan próxima en su recuerdo; y, evocando el momento vivido, hojeó el libro, advirtiendo que de sus páginas abiertas una fina arena dorada caía; cuidadosamente la recogió del suelo, volviéndola a colocar entre esas hojas, llenas de relatos y fantasías, como si de una cajita de origami se tratara
. Guardó todo en la bolsa, cerrándola con esmero para que ese aroma de mar y playa se conservara durante todo el frío y duro invierno.
¡LA LIBÉLULA VIAJERA OS DESEA UN FELIZ OTOÑO!
Fotografía: Paseo de los Bearneses. Parque Grande José Antonio Labordeta. Zaragoza.