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Esculturas de Pablo Serrano custodiando el ayuntamiento de Zaragoza.


El 6 de septiembre de 1965 se inauguró el nuevo ayuntamiento de Zaragoza, obra que se había comenzado en 1946. Ya casi finalizando las obras el alcalde don Luis Gómez Laguna, encargó al escultor crivillense Pablo Serrano dos esculturas monumentales para colocarlas delante de la portada principal del nuevo consistorio. En la elección del escultor el alcalde fue asesorado por el arquitecto zaragozano José Beltrán (autor en 1959 del proyecto para la finalización del edificio); y por el arquitecto madrileño José Luis Fernández del Amo, con el que el escultor había colaborado en varios proyectos tras regresar en 1954 de Montevideo, donde Serrano había emigrado en el año 1930.


En un primer momento se pensó en representar al Ángel Custodio de la ciudad y a San Jorge, pero finalmente se abandonó la idea de San Jorge, sustituyéndola por la figura del obispo y patrono de Zaragoza, San Valero.


Ambas esculturas, ideadas en un principio en piedra, fueron realizadas finalmente, a petición del propio escultor, en bronce fundido y patinado. Se fundieron en los famosos talleres Codina de Madrid, según el diseño que había realizado el escultor con anterioridad. Una vez terminadas fueron colocadas sobre altos pedestales de piedra delante del ayuntamiento. La de San Valero el 23 de junio de 1965, mientras que la del Ángel tendría que esperar al 10 de septiembre. El artista recibió por la obra 1.057.750 pesetas.


En el año 2009 fueron restauradas por Patrimonio Cultural.

Una de las doce puertas que tenía Zaragoza, era la Puerta del Ángel, ubicada frente al Puente de Piedra y junto a la Lonja, muy cerquita del ayuntamiento actual. En 1493 se colocó en ella una preciosa escultura, realizada por Gil Morlanes el Viejo, representando al Ángel Custodio de la ciudad (hoy conservada en el Museo Provincial). El alcalde zaragozano encargó a Serrano una escultura recordando a este ángel que protegía la ciudad. Realizando el escultor su versión sobre él. La escultura fue colocada a la izquierda del espectador, sobre un alto pedestal de piedra, en el que podemos leer la siguiente inscripción: PABLO SERRANO (1908-1985) / Ángel de la ciudad, 1965.


Estamos ante una escultura de gran tamaño. Serrano era un acérrimo defensor de la función monumental de la escultura. El cuerpo es un gran bloque formado por salientes y huecos, en un tratamiento que une la expresión abstracta con la expresionista; mientras el rostro es figurativo. Entre sus manos sostiene la maqueta de la ciudad a la que protege: Zaragoza.


El Ángel mira directamente al frente mostrando la planta de la Zaragoza antigua, en la que se representan algunos edificios emblemáticos de la ciudad, como la basílica del Pilar.

Está representado como un joven de largos cabellos, cuya expresión es tranquila y dulce. Mira directamente al espectador, mostrándole la ciudad a la que protege.

Vista de las angulosas manos del Ángel Custodio. Las manos son muy importantes en el arte de Serrano, muestran gran expresividad. Son enormes manos que sostienen a una gran ciudad, y que muestran la fuerza y firmeza del ángel para realizar su cometido, custodiarla.

El cuerpo está indefinido, cubierto con amplias vestiduras en las que se observa un juego de relieves y oquedades que le dan un aire espiritual. En contrapunto con la figuración del rostro que ya hemos visto.

A la derecha del espectador podemos ver a San Valero. El santo nació en el seno de una familia ilustre de Caesaraugusta. Aunque no se conoce su fecha de nacimiento si se sabe que fue obispo de Zaragoza desde el año 290 hasta el 29 de enero de 315, fecha de su muerte en Enate (Huesca), donde había sido desterrado en tiempos del emperador romano Diocleciano, por el gobernador tarraconense Daciano al defender la fe cristiana. Desde el siglo XII es el patrono de Zaragoza, celebrando su festividad el mismo día de su muerte: el 29 de enero.


Al igual que al Ángel Custodio, se representa a San Valero de cuerpo entero en un solo bloque, con aristas, rugosidades y vacíos (representación del vacío interior que todo ser humano posee). Viste capa pluvial, mitra y porta el báculo episcopal en la mano izquierda, mientras eleva la derecha en actitud de bendecir (idea que partió del alcalde Gómez Laguna).


En el pedestal podemos ver la inscripción: PABLO SERRANO / (1908-1985) / 1965.


Sus manos se elevan hacia lo alto como queriendo alcanzar lo inalcanzable. Serrano a pesar de estar inmerso en el expresionismo, no olvida la figura humana, como lo podemos ver en el rostro de San Valero.

San Valero refleja en su cara la fuerza, la humanidad y la tensión que su alma sentía.

Las manos, como hemos comentado al hablar del Ángel Custodio, son parte importante en la obra de Serrano. Ellas manifiestan el sentimiento, la fuerza y la expresividad del personaje.

Detalle de la decoración en las vestiduras del santo.



Ambas esculturas son un ejemplo de las obras monumentales de este magnífico escultor aragonés que como bien dice la historiadora Dolores Durán Ucar: era "ante todo un humanista y hombre comprometido con su tiempo, un creador que eligió el arte abstracto por convicción. Un artista fundamental de la historia del arte español en el siglo veinte"





BIBLIOGRAFÍA:


-GARCIA ARNAL, Elvira: La escultura pública de Pablo Serrano en Aragón.


-ORDÓÑEZ FERNÁNDEZ, Rafael, "Pablo Serrano en Aragón", en Boletín del Museo e Instituto "Camón Aznar", nº XVII (1984), pp.69-118.


-FATAS, Guillermo (Coordinador): Guía histórico-artística de Zaragoza, Zaragoza, 2008.


-RINCÓN GARCÍA, Wifredo: “Las esculturas de San Valero y del Ángel de la Ciudad, de Pablo Serrano en la fachada del Ayuntamiento de Zaragoza”, Boletín del Archivo, Biblioteca y Hemeroteca, nº 1, Zaragoza, 2005, pp. 33 – 53.

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