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Francisco de Goya. "Alegoría de la villa de Madrid". Museo de Historia de Madrid.


ALEGORÍA DE LA VILLA DE MADRID. FRANCISCO DE GOYA. MUSEO DE HISTORIA.

Ya lo afirma el hispanista francés, experto en Goya, Jacques Soubeyroux; “Goya en su obra aborrece cualquier reduccionismo porque su autor se muestra, simultáneamente, tradicional y culto, afrancesado y patriota, con y contra. Así, tan comprometido estaba con el liberalismo ilustrado de raigambre francesa como con el patriotismo popular español, al tiempo que denunciaba cualquier barbarie”.


Es importante tener esto en cuenta cuando estás ante una obra de nuestro genial paisano Francisco de Goya y Lucientes.


Autorretrato de Francisco de Goya y Lucientes. 1815. Museo del Prado (Madrid).


En nuestra visita a la capital de España, nos acercamos a visitar el Museo de Historia de Madrid con la idea de poder contemplar la joya de la corona: “La Alegoría de Madrid”, obra de Don Francisco de Goya y Lucientes. La pintura fue encargada por el ayuntamiento de la ciudad, en donde estuvo ubicada hasta que en los años 80 del siglo XX se trasladó al Museo de Historia de Madrid, en donde lo podemos admirar hoy en día. También existe una réplica en el salón Goya de la Casa de la Villa.

Antes de hablar de esta preciosa y magnífica obra, haremos una pequeña introducción sobre el edificio que la cobija. Situado en la popular calle Fuencarral, nº 49. El edificio destaca por su espléndida fachada barroca, obra cumbre del arquitecto Pedro Ribera. Durante el reinado de Felipe V, acogió el Real hospicio del Ave María y San Fernando, posteriormente el Museo Municipal de la ciudad, y hoy en día el Museo de Historia de Madrid.

Siempre comento que las obras de arte tienen vida propia, muchas de ellas te hablan, te pueden atraer o incluso incomodar. En una obra de arte no sólo hay pigmentos, figuras, etc., también podemos encontrar símbolos; pero sobre todo una historia, muchas veces desconocida en un primer momento, pero una vez que te has sumergido dentro de ella te permite comprender lo que ahí has podido admirar o simplemente contemplar. Bajo mi punto de vista esta pintura es una de las obras de arte con la cual puedes tener una agradable conversación. Este precioso óleo tiene un curioso relato dentro de un contexto histórico que no podemos dejar atrás: La Guerra de la Independencia española.


En el año 1809 el ayuntamiento de Madrid pensó realizar un retrato al nuevo monarca de España, el francés José I, hermano de Napoleón Bonaparte, ya que la ciudad estaba bajo el dominio francés. Por ese motivo el consejo de la Villa de Madrid le confió al afrancesado Don Tadeo Bravo de Rivero, regidor de Madrid en ese momento y amigo de Francisco de Goya, el proyecto. Un año más tarde Bravo de Rivero le encargó la obra a Francisco de Goya, por la cual el insigne pintor recibió 15.000 reales.


Goya al no tener modelo (sólo tenía una pequeña estampa) para representar un retrato entero del rey concibió una alegoría de la villa de Madrid en la cual aparecía una pequeña imagen del francés dentro de un óvalo (quizás tampoco le apetecía mucho pintar a José I, al cual no le tenía ninguna simpatía). En definitiva representó a una bella mujer, de armoniosas proporciones, tocada con una corona y vestida con una blanca túnica sobre la que lleva un manto rosado. La figura femenina se apoya sobre el escudo de la ciudad, mientras con su mano izquierda señala el óvalo donde el artista pintó el rostro del hermano de Napoleón, el “rey” José Bonaparte. Hay que comentar que en un primer momento Goya tenía cierta simpatía por los franceses, pero la Guerra de la Independencia le provocó un rechazo total hacia la barbarie llevada a cabo contra el pueblo español (lo podemos contemplar en los Desastres de la Guerra, en los fusilamientos, etc.).


A la izquierda de la enseña de Madrid, vemos a dos ángeles adolescentes que sostienen un óvalo con la inscripción del Dos de mayo. En este punto comienza el curioso caso del óvalo “requetepintado”. En un primer momento en él Goya representó, como ya hemos comentado, el retrato de José I, pero al ganar Wellington la batalla de Arapiles, “Pepe Botella”, como llamaban al hermano de Napoleón. tuvo que abandonar la villa de Madrid. Tras la huida del monarca el ayuntamiento encargó a Goya borrar el rostro del rey y poner en su lugar la palabra “Constitución”, conmemorando la Constitución de Cádiz. En noviembre de ese mismo año Bonaparte volvió a la capital, con lo cual nuevamente el ayuntamiento mandó a Goya pintar el retrato del rey en el óvalo famoso, labor que realizó su discípulo Felipe Abas.

En 1813, los franceses pierden la Guerra y José I tiene que marcharse definitivamente de España. Este hecho motivó que el ayuntamiento madrileño encargara nuevamente al maestro Goya sustituir el retrato del óvalo por la palabra “Constitución”, trabajo que realizó su discípulo Dionisio Gómez en el mes de junio de ese mismo año. Al año siguiente, el rey Fernando VII vuelve a España, y los responsables municipales, que ya no sabían qué hacer con el cuadro, pensaron que a un rey absolutista la palabra Constitución le podía producir un sarpullido, con lo cual le volvieron a encargar a Goya borrar la palabra Constitución del óvalo y pintar en su lugar el retrato del nuevo rey (“a rey muerto, rey puesto”). El pintor realizó un retrato tan mediocre del monarca absolutista (para algunos no fue realizado por él), que en 1823, viviendo Goya ya en Burdeos, se le encargó al pintor Vicente López que lo mejorara.

Pero la historia no acaba aquí, ya que en 1843 el retrato de Fernando VII fue sustituido por la inscripción: “el libro de la Constitución” (referido a la Constitución de Cádiz). Finalmente en 1873, destronada Isabel II, el alcalde de Madrid de entonces, el marqués de Sardoal, ordenó al pintor Vicente Palmaroli que borrase todos los repintes que se habían realizado y se pusiera la inscripción “Dos de Mayo”, en recuerdo a los acontecimientos heroicos de la Guerra de la Independencia. Y esa es la inscripción que hoy en día podemos ver.


“No podéis negar que el cuadro tiene tela”...

Detalle de los ropajes del ángel que porta el óvalo, en los que podemos ver la factura extraordinaria de Goya. Vemos la técnica de un Goya maduro, posteriormente también plasmada en los espléndidos fusilamientos del 2 y 3 de mayo (1814). En esta obra ya hemos comentado que se aprecia el influjo de Velázquez tanto en el tratamiendo del espacio, la luz y la técnica de mancha. Haciéndose ésta última más notable a partir de 1800, con soluciones que hacen presagiar el impresionismo.


Representación de Madrid en una bonita muchacha vestida de blanco con un manto rosado y tocada con una rica corona de oro, que mira directamente al espectador para hacerle partícipe de lo que en la pintura se está representando: el elogio a la villa de Madrid. Rodeada de símbolos que hablan de lo gloriosa, famosa y fiel (representados por la corona de laurel, la trompeta y el perro que se encuentra a los pies de la joven) que es la capital de España.


Detalle de la figura femenina. Estilisticamente la obra está dentro de un incipiente romanticismo más que del neoclasicismo. Tiene un colorido intenso. Goya para mantener su puesto de pintor de cámara ha de servir a José Bonaparte y pintar el cuadro que le han encargado, pero toda la fuerza de la obra se representa en la villa de Madrid, no en el óvalo donde estaría representado el rey, que queda relegado a un segundo término.

El rostro de la mujer es muy bello, idealizado con una tonalidad que suaviza en gran manera los rasgos de la representada.


Detalle del vestido que porta la mujer, realizado con una pincelada rápida, como abocetada. Con un manejo de la técnica impresionante.


El vivo colorido que el maestro emplea en esta obra hace que sea más atractiva. En la imagen vemos el bajo del vestido de la joven, con una técnica de mancha insuperable.


En la parte superior de la pintura, las figuras de dos jóvenes que representan la Fama, tocando la trompeta; y la Victoria, portando la corona de laurel, se colocan sobre la figura que simboliza la villa de Madrid, dando a entender la fama y la gloria de la ciudad. Una luz envuelve a las figuras, provocando una sensación atmosférica que nos recuerda a Velázquez. La composición se presenta de manera que las figuras están distribuidas en diferentes planos hacia el fondo para lograr el efecto de perspectiva.


El efecto de perspectiva se intensifica por la distribución de las baldosas en el suelo, sobre las que vemos la figura de un can, casi cubierto por el manto de la mujer. En él se simboliza la fidelidad de Madrid.


Para identificar a la hermosa joven, Goya la representa apoyada sobre el escudo de armas de la villa de Madrid, con la representación del oso y del madroño.


Detalle del cojín donde se apoya el escudo de la villa.



Espero que os haya gustado esta preciosa obra de un pintor que llena de orgullo a los aragoneses. Eso no nos lo puede quitar nadie. Nació y creció en Aragón aunque sea un hombre universal. Una de las mayores aportaciones del arte español a la historia del arte.



BIBLIOGRAFÍA:


- http://www.fundaciongoyaenaragon.es/


-http://www.abc.es/madrid/20141212/abci-curiosidad-alegoria-goya-201412102051.html


-PÉREZ GONZÁLEZ, Felipe, Un cuadro... de Historia. Alegoría de la villa de Madrid, por Goya. ¿Fue Goya afrancesado?, Madrid, Librería de la Asociación de Escritores y Artistas, 1910. :https://www.goyaenelprado.es/fileadmin/goyaweb/pdf/77-528.pdf


-GASSIER, Pierre y WILSON Juliet, Vida y obra de Francisco de Goya, Barcelona, Juventud, 1974.


-ROSA LÓPEZ TORRIJOS: “Goya, el lenguaje alegórico y el mundo clásico. La etapa de madurez”. Madrid, Archivo español de Arte, 1996, pp. 10-12.


- JACQUES SOUBEYROUX: “Goya político”, Ed. Fehme, 2014.


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