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Collioure. Un lugar en donde se une el arte y el sentimiento.


En nuestro viaje al Languedoc, realizamos una excursión a la pintoresca localidad costera de Collioure, antigua posesión de la Corona de Aragón en el siglo XIII. Situada en el departamento de los Pirineos Orientales, en la comarca del Rosellón y a orillas de la llamada Costa Roja del Mediterráneo. Originariamente era pueblo de pescadores, aunque hoy en día ha perdido casi ese calificativo al convertirse en uno de los emplazamientos turísticos más importantes de la zona.


Vista de la Playa de Boramar.


Es un lugar con un encanto especial, es fácil comprender el por qué numerosos artistas llegaron a Collioure en el siglo XX. Su luz, su cielo azul y sus calles llenas de edificios de alegres colores hicieron de este típico pueblo marinero un lugar donde encontrar inspiración para su arte. Es conocido especialmente por ser el lugar donde se fraguó y consolidó uno de los movimientos más importantes de las primeras vanguardias pictóricas del siglo XX: el fauvismo. Uno de sus fundadores Henri Matisse refiriéndose a Collioure dijo: “No existe en Francia cielo más azul. […] Sólo tengo que cerrar los postigos de mi ventana para conservar en mi alcoba todos los colores del Mediterráneo”.


Este pueblo costero, fue lugar codiciado por fenicios, romanos y griegos, ya que su puerto se convirtió en el principal punto comercial de la zona del Rosellón.


En la fotografía, la playa del Puerto D’Avall. En lo alto de la montaña vemos el fuerte de San Elme, perteneciente al municipio de Port Vendres, construido entre 1538 y 1552 por Carlos I de España y rediseñado posteriormente por el ingeniero francés Vauban. En la parte inferior, a la izquierda, se puede ver el molino de Coilloure, construido en el siglo XIV; es el molino de grano más antiguo del Rosellón, desde el 2001 se utiliza como molino de aceite.

Vista del Castillo desde el espigón del nuevo faro.


La historia de Collioure está muy ligada al castillo Real, situado entre el puerto D’Amont y el puerto D’Avall. Aunque la primera noticia documental que existe de él es del año 673 cuando el rey visigodo Wamba sitió el pueblo y el “castellum Caucoliberi”, parece que fue construido sobre un antiguo castrum romano.


Vista del Castillo desde la playa de Port D’Avall.


Desde el año 981 los condes del Rosellón y los reyes de Mallorca lo favorecieron. Hacia 1276 Girard, el último conde del Rosellón, legó sus bienes al rey Alfonso II de Aragón, y entre ellos estaba Coilloure y su castillo. Durante este periodo se realizaron obras en el puerto, y el castillo fue completamente reconstruido. Años más tarde Collioure volvió a manos del Reino de Mallorca, convirtiéndose en residencia de verano de los reyes mallorquines.


Vista del Castillo y el Port D’Amont desde el Paseo de Boramar.


Desde 1462-1493 la localidad fue ocupada por el rey francés Luis XI, el cual ordenó construir la muralla exterior y mandó aplanar el terreno de la actual explanada.


Vista del Castillo desde el Espigón de la Playa de Boramar.


Posteriormente con el emperador Carlos I, cuando la ciudad pasó a manos de la corona de los Habsburgo de España, el castillo se fortificó, así como los alrededores del edificio.


Vista del Castillo desde el espigón que separa el puerto D’Amont de la playa de Boramar; a la derecha la entrada al pueblo.


Durante la Guerra dels Segadors, en 1642, las tropas del rey francés Luis XIII asaltaron el castillo que estaba en manos aragonesas, causando muchos daños. A consecuencia del asedio, las tropas aragonesas se rindieron; pero no será hasta 1659, tras el Tratado de los Pirineos, cuando el Rosellón pasó a los franceses.


Castillo Real y el puerto D’Amont.


Una vez bajo el dominio francés, el rey de Francia, Luis XIII, ordenó a su arquitecto Sébastien Le Preste, marqués de Vauban, que fortificase el castillo, con lo cual De Vauban arrasó el pueblo alto para fortalecer la parte baja de Colliure.


Vista del castillo real. A la izquierda el puerto D’Avall y a la izquierda el puerto D’Amont.


En 1922 el castillo fue declarado monumento histórico. En 1939 se convirtió en prisión en donde estuvieron numerosos españoles. En 1951 lo adquirió El "Conseil Général" de los Pirineos Orientales.


Vista de Nuestra Señora de los Ángeles, la capilla de San Vicente y el espigón con el nuevo faro.


La iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles está situada en un enclave único, al borde del mar entre las playas de la localidad. Se sitúa entre la Playa de Boramar y la Playa de San Vicente.


Esta iglesia fue construida en 1621, junto a ella se yergue la torre del antiguo faro medieval.


El faro medieval se situaba en la entrada del puerto y daba a conocer la ubicación del mismo a los barcos que venían a atracar en él, por el día mediante humo y por la noche mediante hogueras. Al perder importancia este puerto y construir la iglesia de Nuestra Señora a su lado, se reutilizó como campanario de la citada iglesia. Posteriormente en el año 1809 se decidió construir la cúpula que presenta hoy en día.


El estilo de la iglesia es el gótico meridional. Es un edificio de pequeñas dimensiones, de una sola nave, con capillas entre los contrafuertes. En su interior destaca el retablo del altar mayor, de estilo barroco, obra del escultor catalán Josep Sunyer.


Vista del mirador de la plaza de la iglesia, el Barrio de Mouré y el fuerte Miradou, desde la ermita de San Vicente.


Saliendo de la iglesia, por la rue de La Paix llegamos a la plaza de la iglesia, en donde encontramos un gran mirador desde el cual podemos observar el Mar Mediterráneo en todo su esplendor; a la derecha se ve la parte del barrio del Mouré que da a la costa. En lo alto se vislumbra el antiguo fuerte Miradou , otro baluarte defensivo medieval con el que contaba la ciudad, realizado por el ingeniero Vauban.


Desde el mirador de la Plaza de la iglesia podemos contemplar una preciosa vista del mar Mediterráneo.


Otra vista del Mar Mediterráneo rompiendo contra las rocas.

Capilla de San Vicente desde el barrio del Mouré.


El acceso a la capilla de San Vicente sólo se puede hacer por el estrecho paso de un espigón (situado a la derecha de la foto), ya que la ermita está situada sobre una roca casi en medio del mar. Según cuenta la leyenda, el santo sufrió martirio en ese mismo lugar en el año 303. La capilla fue construida en 1701 para albergar sus reliquias.


Barrio del Mouré.


Collioure era un pueblo tranquilo, no demasiado conocido, pero un 16 de mayo de 1905 la historia de Collioure cambió; un joven pintor Henri Matisse arribó al lugar, tenía 36 años y traía grandes inquietudes, quedó tan encantado con este lugar que invitó a su joven amigo André Derain, el cual, en agosto de ese mismo año, llegó a la localidad; ambos, durante ese verano estuvieron investigando en el arte del color, de la luz; dando origen al inicio del movimiento pictórico conocido como fauvismo. De hecho hay una ruta del fauvismo, puedes recorrer los rincones que tanto Matisse como Derain plasmaron en sus cuadros. Ambos pintores pusieron de moda el lugar, al cual acudieron otros famosos pintores como Duffy, Juan Gris, Picasso, Dalí…


Hoy en día este idílico pueblo sigue siendo fuente de inspiración para otros artistas del mundo entero. Al pasear por el pintoresco barrio del Mouré podréis observar la cantidad de pequeñas galerías de arte que hay, alrededor de treinta. Por ese motivo también se la conoce como “ciudad de los pintores”.


El barrio del Mouré es el barrio antiguo de pescadores, formado por una serie de estrechas callejuelas empedradas, llenas de colorido y ambiente.

Detalle de la Puerta de una vivienda.


Collioure sigue acogiendo a artistas de todo el mundo, por ello en sus calles se abren numerosas galerías de arte, donde exponen y venden sus obras. Son tiendas llenas de encanto como podéis ver en esta imagen.


La rue Vauban, en honor al ingeniero que realizó las reformas de las fortificaciones de la Villa, es una calle muy concurrida, llena de restaurantes típicos y tiendas.


La Rue de L’Égalité. Deambulando por sus calles, realmente se puede apreciar el verdadero carácter de este precioso pueblo marinero.


La Rue de la Fraternité, a lo largo de la cual encontramos un buen número de galerías de arte.


Cada calle tiene su propia personalidad, son calles que invitan a pasear tranquilamente y disfrutar de sus numerosos rincones llenos de pintorescos detalles.


La luz y los colores dan una imagen resplandeciente de este típico barrio marinero.


Todas las calles se encuentran empedradas y en algunas de ellas encontramos bonitos rincones, en los que la vegetación se une con la propia arquitectura.


Rue des Decres, en la que destaca el intenso colorido de sus edificios.


Sus estrechas y coloridas calles son lo que distinguen y dan ese carácter especial a este pequeño enclave de la costa francesa.


Rue de la Prud’hommie. En donde encontramos este bonito Petit Café con decoración Art Nouveau.


Caminando por el Boulevard Camille Peletan, un paseo lleno de restaurantes y con mucho ambiente como podéis ver, nos encaminamos en busca de la tumba de Antonio Machado; punto obligado para todo español que llega a Coilloure.


En el año 1939 Collioure se convirtió en refugio de exilados españoles que huían de España, entre ellos el gran poeta y republicano español Antonio Machado. El poeta llegó en enero 1939 junto con su madre Ana Ruiz, enfermo y desolado por dejar España. En el “Hotel Bougnol-Quintana” vivieron sus últimos días.


Fotografía: lanoel.


Pero poco tiempo viviría en Coilloure. La tristeza del destierro y su precaria salud le llevaron a la tumba un 22 de febrero de 1939; cinco días más tarde su madre también correría idéntica suerte. Ambos fueron enterrados en el cementerio del pueblo, en la rue du Jardín Navarro, en una tumba cedida por una vecina de la localidad. Y ahí siguen reposando sus restos desgraciadamente. Muchos tenemos la esperanza que alguien mueva los hilos necesarios para que Antonio Machado descanse para siempre en el lugar que le corresponde y no continúe en un exilio en el que nunca debió estar.


Cada año el día del aniversario de su muerte la fundación Antonio Machado rinde homenaje a su memoria. Su recuerdo sigue vivo en muchas personas que le respetan, tanto por el hombre digno y lúcido que fue como por su gran obra literaria.


Su sepultura siempre está llena de flores. Gente de todo el mundo viene a rendirle un personal y cariñoso homenaje. Se ha convertido en una de las diez tumbas más visitadas del mundo. El motivo de este intenso peregrinaje es “porque su espíritu de lucha ha llegado a ser un símbolo de democracia y libertad”.


Cuando llegué a este lugar y vi la humilde morada en la que reposa un hombre tan magnífico, se me encogió el corazón, la emoción y la tristeza me embargó al recordar su triste final. Un hombre que tanto amaba a su país y por el que hizo tanto merece un mayor reconocimiento por parte del pueblo y las autoridades españolas.


Sobre la discreta losa puede leerse el célebre verso de este gran hombre:


“Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la Mar”.


Antonio Machado, 1875-1939.


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